«Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
del que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo».
Miguel Hernández: «El silbo vulnerado» (1934)
(Imagen.- foto de Arno Rafael Minkkinen.-2002.-artnet)
Fue mi primer y tal vez más profundo acercamiento a la poesía. Y este (y Como el Toro o Me tiraste un Limón ) se grabaron para siempre.
Pero el otro día, paseando por la conversación entre Soler Serrano y Octavio Paz, escuché acaso mejor -a mi entender- descripción que de el hombre Miguel Hernández se ha hecho:
Un saludo