Cuando entra mi cámara en la madrileña Plaza del Conde de Miranda – al fin de la calle del Codo, cerca de la Plaza de la Villa -, la soledad y el sol son ocupados por la Historia y esa Historia nos hace retroceder hasta nombres y edificios que estuvieron por aquí, andanzas de este barrio antiguo que hubo de llamarse la «Platería» por la cantidad de orfebres y plateros que por estas calles se aposentaron. Por aquí estuvo también la llamada casa de «los Salvajes«, propiedad de don Iñigo Cárdenas, señor de Loeches, Embajador de España en la República de Venecia y en Francia, cuando Enrique lV fue asesinado por Revillac. (Fue el Embajador el primer acusado en París de que él había matado al rey hasta que todo se puso en claro, y tal era la fama de hombre arriesgado que el embajador español tenía – frases altivas y agudas que don Iñigo cruzó con el propio Enrique lV – que el pueblo parisino creyó en un primer momento que se trataba de una acometida hidalga del español contra el monarca francés)
Pero las cámaras fotográficas modernas no pueden penetrar en la Historia, ni en los recintos del señor de Loeches ni tampoco en los muros donde se descubrieron los siniestros sucesos del lamado «crimen del capitán Sánchez» en 1913. La cámara, antes de salir de la Plaza, observa al fondo el convento de las monjas jerónimas de «Corpus Christi«, denominado de «Las Carboneras«, que, como ilustra Mesonero Romanos en «El antiguo Madrid«, se llama así por una imagen de la Concepción que se venera en él, y que fue extraida de una carbonera. Fundado a principios del XVll, otro ilustre comentarista de Madrid, Diego San José, recuerda que en este convento se celebra diariamente una misa por el alma del Gran Capitán, don Gonzalo de Córdoba, y por su mujer.
Luego la cámara ralentiza su paso. Entra en la vecina Plazuela del Conde de Barajas donde, en el actual número 7, vivió hasta 1936 María Zambrano , plaza en la que yo también tuve largas charlas sobre cine con el novelista español Jesús Férnandez Santos.
Estas plazuelas irregulares, escondidas, guardan profunda historia. En este espacio vivieron el barón de Riperdá, ministro de Felipe V, el comisario general de Cruzada de Fernando Vll o el general Espartero en 1854. Aquí estuvo el palacio del Conde de Barajas, que dio nombre a esta Plaza, y que fue el dueño de la mayor parte de las casas de la zona. Aparece ya en los célebres planos de Texeira y Espinosa y el aire calmo de agosto que roza los árboles me lleva poco a poco a cruzar los siglos y asomarme a esta tienda de olores, en el número 4, que es «Taller Puntera«. Está la ventana abierta y asoman los colores de esta tienda de trabajo con piel, las pieles acabadas de los bolsos y de las agendas.
Trabaja una dependienta al fondo. Entra mi cámara, y entro tras ella. El tacto suave de las pieles me hace abrir unos blancos cuadernos. En Mi Siglo he hablado muchas veces de su magia. Repaso estas páginas inmaculadas, aún sin escribir. Luego miro hacia afuera, hacia la calle, hacia tantos sucesos ocurridos en Madrid. Alguien en estos cuadernos seguirá escribiendo la Historia.
(Imágenes.-Madrid, agosto 2009.-: 1.-Plaza del Conde de miranda/ 2.-Plazuela del Conde de Barajas/3.-casa, en el número 7, en la que vivió María Zambrano/4.-taller de trabajo con piel en el número 4.-fotos JJP)