«En la calle, en el café – decía Giacometti -, las gentes me asombran y me atraen más que cualquier pintura o escultura. Un día huí del Louvre por no poder soportar más, no las obras, sino la verdad de los rostros. En todo momento, los hombres se juntan y se separan, y luego se aproximan para intentar reunirse de nuevo. Así, forman y transforman sin cesar vivas composiciones de increíble complejidad. La totalidad de esta vida es lo que quiero captar».
Hombres que avanzan, hombres que zozobran. Las plazas llenas de soledad afilada, cada sombra con sus pensamientos. Los alambres de las espaldas y de los torsos, la escueta línea de las piernas sin músculos, los pasos casi aéreos. Y sin embargo caen las preocupaciones sobre el bronce, la carga de la existencia en los hombros. «Antes creía ver a los personajes de tamaño natural- decía Giacometti -. Cuanto más retrocedía para conservarlos enteros, más disminuían. Sólo desde 1946 comencé a percibir esa distancia que hace a los hombres reales y no el tamaño natural. Mi visión se hizo más amplia».
Cuenta la leyenda que Giacometti, durante los cuarenta años que vivió en el mismo estudio no cambió o movió prácticamente nada. Y durante sus últimos veinte años retomó una y otra vez los mismos cinco o seis temas.
Hombre que avanza, hombre que zozobra. Hombre que atraviesa el estudio con otro hombre en brazos. Hombre que cree avanzar y ve que la zozobra le invade. Hombre que se yergue de nuevo ante la zozobra y que sigue avanzando.
En el fondo, siempre cinco o seis temas.
(Imágenes:1.-Giacometti.-«Hombre que avanza»·, 1958.-museumsyindicate/ 2.-Giacometti.-«Plaza», 1948.-museumsyindicate/ 3.-Giacometti.-«Hombre que zozobra» 1950.51/ 4.-Giacometti.-por Cartier-Bresson, 1932.-Fondation Cartier-Bresson)
Querido José Julio,
(no hay que callar lo que se siente, el mundo vive de demasiados ‘non-dits’, y el tiempo es implacable) de verdad, no imaginas los suspiros de infinitud que me producen ciertos artículos tuyos, como éste de Giacometti. Avanzar, zozobrar, avanzar… el eterno caminar del niño, descubriendose caminante soñador de caminos.
Siempre cinco o seis temas, cual variaciones musicales, arte de la fuga, re-creación de lo increado, eje en torno al cual damos vueltas, fuego en torno al cual danzamos.
Cuántos suspiros… suficientes para volver a la paz del silencio musical, que sueña caminos por los avanzar, zozobrar, avanzar…
F
Cinco o seis temas, no más. A veces, incluso, resultan ser un número excesivo. ¿A quién no le pesan los hombros?
Un abrazo tomareño y mil gracias por el post
adm
Buen halllazgo este blog, si señor. Es de esas cosas que te sorprenden en la red.
A mí me ha sorprendido que me ayude a ver como entran otros en contacto con la belleza y tantas cosas que está en el interior mio.
Mi felicitación. Y que entre todos podamos desentrañar el arte en la sociedad que vivimos.
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José Julio:
Para ver y sentir la obra de Giacometti no basta el mirar apresurado. Volvemos a la necesidad del sosiego y la contemplación, aspectos de lo que hablábamos no hace mucho en el infierno de Quiñonero a cuento del libro electrónico que se nos viene encima.
Supongo conoces «ESA BELLEZA», el hermoso y muy recomendable librito de John Berger (con fotografías de Marc Trivier) dedicado a la escultura de Giacometti, a su serena contemplación…
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