
“La V de Vladimir — decía el escritor ruso en “Opiniones contundentes” — es de un rosa pálido, transparente: creo que técnicamente se llama rosa cuarzo; es el color que más íntimamente relaciono con la V. Y la N de Nabokov, por otra parte, es de un color harina grisácea amarillenta. Pero ocurre algo curioso: mi mujer también tiene ese don de ver las letras en colores, pero sus colores son enteramente otros. Quizá haya dos o tres letras en las que coincidimos, pero por lo demás nuestros colores son muy diferentes. Un día descubrimos que nuestro hijo, entonces un niño ( debía de tener diez u once años), también veía las letras en colores. Con toda naturalidad solía decir: ”Oh, ésta no es de tal color, es de tal otro”, y así sucesivamente. Entonces le pedimos que hiciera una lista de sus colores y descubrimos que, en un caso, una letra que él ve morada, o tal vez color malva, para mí es rosada y azul para mi mujer. Es la letra M. De modo que la combinación del rosa y el azul en el caso de él da lila. Que es como si los genes pintaran a la acuarela.”
