MARÍA BLANCHARD

«Apenas si yo había visto algún cuadro de María Blanchard antes de la ocasión de su personal conocimiento – decía Eugenio D´Ors en «Mis Salones», en 1945 -; nadie hasta entonces me había dado conocimiento de su existencia. (…) La que de pronto me apareció sentada – y demorando indefinidamente al levantarse – a la elegante mesa parisina de Jules Supervielle, era una criatura de inquietud tan vibrátilmente agitada, que producía la impresión de extraída de un medio no solo habitual, sino al mismo tiempo virtualmente necesario: la impresión de una mariposa en la mano, de un pez momentáneamente alejado del agua, de una rata que se acaba de apresar, de una extraña puesta al aire

en una operación quirúrgica. Ante una pintura suya presentada, María Blanchard lanzaba un gemido. Ante su propia imagen reflejada en un espejo, una carcajada, que hacía daño de oír. Pero nada de esto, que trabó en miserias su vivir, se reflejaba en su obra. Una vez aislada, una vez lejos de la pintura anterior y de la imagen en el espejo, se cambiaba el subjetivo temblor en una casi mineral ataraxia. Si viviendo era como un caballo que hostigan las moscas, pintando era como un caballo de cartón».

Esta artista «trágica y atormentada – como la sintetizaría Juan Eduardo Cirlot que creó una obra en la que, de modo ejemplar, auténtico y muy humano, se utilizan refundidos los recursos del cubismo y del expresionismo» expone ahora sus obras en el Museo Reina Sofía de Madrid y parecen llegar hasta nosotros las palabras de Lorca en el Ateneo de Madrid, en 1932:

» Querida María Blanchard: dos puntos… dos puntos, un mundo, la almohada oscurísima donde descansa tu cabeza…
La lucha del ángel y el demonio estaba expresada de manera matemática en tu cuerpo.


Si los niños te vieran de espaldas – seguía diciendo Lorca – exclamarían: «¡la bruja, ahí va la bruja!«. Si un muchacho ve tu cabeza asomada sola en una de esas diminutas ventanas de Castilla exclamaría: «¡el hada, mirad el hada!». Bruja y hada, fuiste ejemplo respetable del llanto y claridad espiritual. Todos te elogian ahora, elogian tu obra los críticos y tu vida tus amigos. Yo quiero ser galante contigo en el doble sentido de hombre y de poeta, y quisiera decir en esta pequeña elegía, algo muy antiguo, algo, como la palabra serenata, aunque naturalmente sin ironía, ni esa frase que usan los falsos nuevos de «estar de vuelta». No. Con toda sinceridad. Te he llamado jorobada constantemente y no he dicho nada de tus hermosos ojos, que se llenaban de lágrimas, con el mismo ritmo que sube el mercurio por el termómetro, ni he hablado de tus manos magistrales. Pero hablo de tu cabellera y la elogio, y digo aquí que tenías una mata de pelo tan generosa y tan bella que quería cubrir tu cuerpo, como la palmera cubrió al niño que tú amabas en la huída a Egipto. Porque eras jorobada, ¿y qué? Los hombres entienden poco las cosas y yo te digo, María Blanchard, como amigo de tu sombra, que tú tenías la mata de pelo más hermosa que ha habido en España.»

voces de Lorca sobre María Blanchard, voces de Gerardo Diego…, «pintura indudablemente femenina diría Gaya Nuño, pero realizada por una mujer tenaz que se iba dejando un jirón de vida en cada cuadro».

La mayor de las pintoras españolas del siglo XX.

(Imágenes:- María Blanchard: 1.-mujer con abanico.-1916/2.-la echadora de cartas.-1926/3.-composición cubista.-1916-1919/ 4.-la cocinera.-1923/5.-el carrito de helado.-1924)

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