
Todo lo que nos espera en los próximos meses de 2023 está enlazado de problema y misterio. Es como una sortija eslabonada, unas veces radiante, otras oscura, cada aro está enlazado con el siguiente, en todos hay conflicto, en todos hay solución. Si no hubiera conflicto no habría vida y hasta en los campos de fútbol la incertidumbre del desenlace — el conflicto — es lo que hace vibrar la tarde, levantar los brazos, agitar las pasiones. Sin conflicto, la suerte estaría echada desde el principio para todos los encuentros y para todas las horas y los días y el campo y las botas y el aire de los arcos del balón quedaría yermo, la gente no acudiría a los estadios al clausurarse la emoción. Ningún médico ni ningún investigador, levantando su ojo del microscopio para observar qué pasará el 9 de abril de 2023, nos podrá revelar con certeza qué solución tiene ese día el problema que acaba de mirar. Han tropezado sus ojos con el misterio y nos mirará desde su bata blanca y su ojo cargado de misterio para decirnos que no sabe qué pasará. Tampoco qué pasará el 26 de octubre de 2023, tampoco el 22 de junio, tampoco qué pasará mañana. Nadie sabe qué pasará mañana. El ojo del médico y del investigador no han visto más que misterio y eso es lo que nos dice al acercarse: “ habrá que esperar”. Toda la atención y la espera van unidas en las grandes extensiones de las fábricas, donde procuran aplicarse las mejores soluciones a los más intrincados tornillos de problemas. Pero no todo es problema en esta vida. Está el misterio de por qué no se caen las nubes, de cómo cambian las tonalidades del sol, de donde nacen escondidos los fantasmas dormidos en los pliegues de nuestro organismo.
Hay gentes que esperarán a 2023 como problema a resolver y gentes que añadirán a los problemas que surjan el misterio de 2023 , inapresable, insólito, que nos sorprenderá por mucho que hayamos vivido. Un misterio que tendremos que aceptar y abrazar. Un respeto para cualquier posición que adoptemos.
José Julio Perlado
(Imagen – Rothko)