
A veces la repetición es muy buena. A mí me ha acompañado durante años la Séptima Sinfonía de Beethoven, sus movimientos singulares, sobre todo un “Allegretto” bellísimo, lastimero, el segundo movimiento con las sinuosidades, lamentaciones, ondulaciones que — recuerdo — , subían y bajaban por los campos de Asturias o de Galicia mientras yo conducía, ascendían de la grabación que escuchaba en el automóvil. Era una sinfonía que yo conocía bien pero que deseaba conocer mejor, un acompañamiento en las soledades. Esa repetición para escuchar se unía a la repetición por contemplar una vez más “Las Meninas”, un cuadro que he visitado muchas veces, una repetición de la mirada sobre los pliegues de la falda de Maribárbola, una repetición sobre la puerta abierta del fondo del cuadro, una repetición ante la cabeza y las patas del perro. Uno no acaba nunca de visitar “Las Meninas” porque cada día que entramos en ellas, aunque ya las conocemos, descubrimos un matiz nuevo, un detalle insospechado. Conocemos qué ocurrió allí, pero no vamos a ver qué es lo que ocurrió, ni siquiera lo que se pintó, sino cómo se pintó, cómo fue distribuyendo los personajes el pintor para que quedara para siempre su hallazgo.
Cada uno tiene sus repeticiones. Es necesario visitar las cosas muchas veces. Uno va a Brahms o a Tolstoi, a un niño de Picasso o a una flor de Monet. Ya conoce todo eso desde la primera vez que lo vio o lo leyó, pero en esta segunda o tercera visita, o todas las demás que vengan – nos mostrarán, no la historia ni la anécdota, sino el estilo, el estilo en la música, en la lectura, en la pintura, que es lo que vamos buscando y que — en la repetición de nuestras visitas — será nuestro continuo descubrimiento.
José Julio Perlado

(Imágenes- 1- las Meninas/ 2- Beethoven – wikipedia)