Cuentan la historia del príncipe Mahmud al Dawla bin Farik, que en la Edad Media tenía la biblioteca más importante del Cairo: “el príncipe adoraba leer y escribir, y se consagraba noche tras noche a su pasión. Fue un gran poeta. Cuando murió repentinamente, su esposa, también princesa de la familia reinante, ordenó a sus esclavos reunir todos los libros de Mahmud en el patio interior de su palacio. Y allí entonó cantos fünebres mientras arrojaba lentamente a la gran fuente uno por uno aquellos libros que la habían privado de su amor.”