He sido prisionero de guerra en Gōlitz, Siesia, en una de las regiones más frías y más feas de Alemania — recordaba el gran compositor Olivier Messiaen —. Uno es prisionero de los alemanes o de los rusos. No hay otra posibilidad para los hombres del siglo XX. Tenía conmigo en el campo de concentración a otros tres músicos: un violinista aficionado, de mucha calidad, que luego se ha hecho actor de teatro; un clarinetista, que es ahora clarinetista en la orquesta de la radio, en París; el tercero era un violoncelista. Yo escribía sobre el papel que me habían dado y debo decir con cierto orgullo que no he cometido ningún error de instrumentación y que después no he cambiado nada de mi texto. Una vez acabado mi trabajo de composición, los oficiales alemanes, bastante emocionados, nos han traído una noche los cuatro instrumentos y hemos podido interpretar el “Cuarteto” para los prisioneros. Había como veinte mil, era un campo enorme y había entre ellos gente de toda clase y de muchas naciones, franceses la mayoría, pero también belgas y polacos, gente poco preparada para escuchar música ultramoderna y que no había oído nunca hablar de mi ángel y del fin de los tiempos. Salvo los sacerdotes, ya que había algunos entre los prisioneros. De alguna manera, a pesar de la diferencia de clase y de cultura que había entre nosotros, éramos todos como hermanos, hundidos en el mismo dolor, y el éxito ha sigo muy grande.
Todo sucedía dentro de un enorme barracón de madera, vestidos todos con trajes increíbles, harapientos y barbudos. El violoncelista Pasquier llevaba en la cabeza un gorro de piel y tocaba un instrumento que no tenía más que tres cuerdas, una de ellas se había roto y no disponíamos de otra, de manera que tuvo que hacer verdaderos malabarismos para poder ejecutar ciertas notas. Al clarinetista le había sucedido otra desgracia. Había dejado su instrumento sobre una estufa y algunas de las claves en metal se habían fundido. Mi piano era antiguo y estaba en mal estado. Además, debido al calor de la sala, donde se habían concentrado miles de personas, mi piano sudaba como un caballo y algunas de las teclas, una vez tocadas, se negaban a volver a su posición inicial, de manera que había que sacarlas, cada una, con mis dedos. Llevaba un traje muy raro, el uniforme de un soldado checo, de color verde claro, completamente deshecho, los pantalones llevaban dos agujeros en las rodillas y tenía el aspecto de un pordiosero. También llevaba zuecos de madera. Pero éramos todos tan desgraciados que a nadie se le ocurría reírse de mí. Inútil decir que el éxito fue muy grande e incluso los oficiales alemanes que asistían al concierto aplaudieron como los demás.”
(Imágenes— 1- Sam Weber— soldado de invierno/2– foto Rando Mizra – artnet/ 3- David Douglas Duncan)
2 comentarios en “MÚSICA EN CAMPOS DE CONCENTRACIÓN”
Saludos, Julio, es interesante esta entrada y el detalle de la música en los campos de concentración. No importan, en las manos de quien te hacia prisionero, la música era para suprimir el horror, que iban a enfrentar muchos. Por tanto, ahogaban a los condenados a muerte con una melodía, que les acompañara en su último camino. Yo he leído, mucho acerca de los campos de concentración nazi y estoy en una lectura biográfica de los campos rusos(Gulad) y no se apartan, el uno del otro por su crueldad contra el hombre. Muy gustoso leer, tu entrada Julio.
Juan.
Muchas gracias por tus palabras.
La música en los Campos de concentración ha tenido distintos aspectos Ha habido feroces verdugos entre los oficiales alemanes, que amaban la música , es decir, tenían sensibilidad para ella, y a la vez eran implacables con los prisioneros. George Steiner tiene páginas memorables en las que intenta preguntarse cómo ha podido ser esto. Y por otro lado, la música en algún caso ha sido el respiro y la salvación espiritual para muchos condenados.
Saludos
Saludos, Julio, es interesante esta entrada y el detalle de la música en los campos de concentración. No importan, en las manos de quien te hacia prisionero, la música era para suprimir el horror, que iban a enfrentar muchos. Por tanto, ahogaban a los condenados a muerte con una melodía, que les acompañara en su último camino. Yo he leído, mucho acerca de los campos de concentración nazi y estoy en una lectura biográfica de los campos rusos(Gulad) y no se apartan, el uno del otro por su crueldad contra el hombre. Muy gustoso leer, tu entrada Julio.
Juan.
Muchas gracias por tus palabras.
La música en los Campos de concentración ha tenido distintos aspectos Ha habido feroces verdugos entre los oficiales alemanes, que amaban la música , es decir, tenían sensibilidad para ella, y a la vez eran implacables con los prisioneros. George Steiner tiene páginas memorables en las que intenta preguntarse cómo ha podido ser esto. Y por otro lado, la música en algún caso ha sido el respiro y la salvación espiritual para muchos condenados.
Saludos