
A veces me quedo mirando esta habitación donde trabajo, la veo rodeada por las casas y las calles pero también por los pájaros y los peces, por las olas del mar, por todo ese tapiz de árboles y de campos extendidos en tantos paisajes, por las estrellas, por el polvo de las estrellas, y todo eso envolviéndome y envolviéndolo todo a la vez, es un movimiento real aunque invisible, el movimiento del mundo, el mundo gira imperceptiblemente junto a esta habitación, esta concreta habitación en la que escribo, esto me ocurre muchas veces, seguramente no diré nada a la periodista porque me costaría explicárselo. El otro día cuando me preguntó sobre lo invisible, cuando me preguntó si a mí me atraía ese mundo invisible, yo le contesté que sí y tal vez hubiera sido el momento de explicárselo, ¿pero lo entendería?, quizás sí, lo aceptaría como una visión extravagante y llena de fantasía, un mero capricho de escritor, pero no es exactamente así, no, no es así, muchas veces he pensado en los estrechos límites que tenemos los hombres a nuestro alrededor; a veces únicamente vemos lo que vemos : vemos esta mesa, esta estantería llena de libros, esta pared, la puerta, las diversas paredes, el pasillo, las distintas habitaciones de esta casa, esa gran calle al otro lado de la ventana por la que ahora están cruzando automóviles y gentes, y luego la gran ciudad enorme y ampliada, inabarcable, que yo sé que está ahí pero que no puedo ver desde aquí, desde la esquina de mi ventana; sé que está ahí, que a esta hora la enorme ciudad con sus múltiples barrios y avenidas es un hervidero de quehaceres, luces y sonidos, movimientos de muchedumbres que van y vienen constantemente como van y vienen los movimientos de los pájaros en esta hora del mundo, los pinzones, los jilgueros, los mirlos, los gorriones, las golondrinas planeando sobre el mar. Como vienen y van muy despacio también las nubes sobre esta casa, la esfera de las nubes, sus formas, los caminos de los vientos. Vienen y van los penachos de los cirros, los cúmulos hinchados donde en este momento es verano, los estratos que traerán la lluvia. Mientras escribo todo esto yo no lo veo, pero sé que los pinzones están ahí, se mueven inquietos con su color gris azulado, sus mejillas de color naranja, el pico corto y fijo. No puedo verlos desde esta habitación en que trabajo como tampoco puedo ver el autobús enfilando una curva en el centro de la capital, como nunca podré ver desde la ventana el recorrer del metro bajo tierra.

Pero sé que todo eso está ahí aunque yo no lo vea desde esta habitación; es una visión completa, unísona, están cantando ahora los pinzones reales mientras revolotean entre los árboles con su cantar vacilante y bellísimo, están esperando junto a tantos otros pájaros esa especie de orden de vuelo en bandada, un vuelo simultáneo de cientos de pájaros que producirán excitación y nerviosismo; ahora no, ahora exactamente no los veo pero sí los siento mientras abro esta puerta del despacho y salgo al pasillo y camino por el pasillo y voy hasta la cocina para beber un vaso de agua, y los pájaros y las nubes están ahí mientras yo bebo de pie junto al fregadero,bebo a pequeños sorbos mientras baja el agua por mi garganta y los pájaros vuelan en bandada a la vez que se mueve el mar, las olas, las ondas de las olas, sus crestas, el mar que se remansa en la orilla, y bajo ese mar el movimiento también de todas las especies, todas las gamas de colores subacuáticos que cambian conforme dejo el vaso en la repisa de la cocina y vuelvo otra vez por el pasillo hacia mi cuarto pensando que si algún día me decido a terminar esto que escribo y lo lee un editor sin duda advertirá enseguida que le falta acción, quizás comente que es un ejercicio de sintaxis, acaso una respetable reflexión, pero que carece totalmente de acción, y la acción es precisamente lo que atrae al lector moderno. Pero tampoco sé si se dará cuenta ese editor de que todo esto que estoy contando y cuanto me está sucediendo es acción, acción continua, acción constante del mundo total, movimiento acorde, encadenado y enlazado, que podría de algún modo recordarle a algunos, acaso muy lejanamente, el fenómeno surgido a principios del siglo pasado cuando en literatura se quiso bautizar aquello de «unanimismo».
José Julio Perlado
(extracto de las “Memorias”)
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(Imágenes—: 1- Constable— paisaje con arco iris-1812- Victoria y Albert museum 2- Constable-faro de Arwich -1820- Tate Gallery/ 3- Constable—la bahía de Weymouih- National gallery)