
“Las normas de la buena convivencia tienen que ser claras y explícitas para que todos y cada uno sepan qué pueden exigir y qué pueden esperar unos de otros — escribe Victoria Camps en las “Buenas maneras”—-.Pero el miedo al dogmatismo se ha proyectado en miedo e incomprensión hacia la disciplina, y la ausencia de disciplina ha hecho tambalear las bases de la buena educación. Minimizar el valor de la disciplina es ignorar lo que los griegos ya sabían y aceptaban: que la virtud es hábito, costumbre, repetición de actos, es decir, disciplina. Ciertas maneras de comportarse — con orden, con limpieza, sin dar voces, sin agredir —, cierto modo de ocultar o manifestar los sentimientos, de estar con los otros, son el primer paso para inculcar y dar a entender en qué consiste el respeto al otro. Los hábitos, las formas , las maneras de transmitir el respeto mutuo, pueden ser diversas, pero es imprescindible que sean de algún modo determinado. Los niños no entienden de teorías; aprenden por los ojos y por los oídos, lo que ven y lo que oyen, día a día, sin equívocos ni ambigüedades. La repetición es fundamental para la creación de hábitos, y para repetir una regla hay que sabérsela bien y proponerla con convicción. Es un error confundir la tolerancia con la ausencia de normas.”
