
Cumple hoy cien años el sociólogo francés Edgar Morin, autor, entre muchos otros títulos, de “El cine o el hombre imaginario’ y “Las estrellas del cine”. “Nunca, en el teatro, se había destacado el actor hasta ese punto — escribía Morin en 1957 —. Nunca había podido un artista desempeñar un papel tan importante en el espectáculo y más allá de él…. El cine ha inventado y revelado a la estrella (…) La Garbo, presente- ausente entre nosotros, testimonia hoy la grandeza pasada de la estrella. Demasiado grande para el cine que llegó a ser demasiado pequeño , apenas si se dignó rodar de cuando en cuando algunos films antes de encerrarse en el silencio. Sobreviviente del crepúsculo de los dioses, su misterio y su soledad nos hacen apreciar la evolución cumplida. Como signo de duelo, y también como para protegerse de la corrupción del mundo y del tiempo, disimula sus rasgos bajo un sombrero sin gracia y gruesos lentes negros. Y es su rostro inmortal de divina el que nuestro recuerdo ve radiante bajo su velo.

La idealización de la estrella, entiéndase bien, implica una espiritualización. Las fotos nos muestran con frecuencia a la estrella ocupada en pintar bajo la inspiración del talento más auténtico o bien acurrucada delante de su biblioteca, consultando una hermosa obra cuya encuadernación garantiza un valor espiritual. El actor inglés Ray Milland no oculta lo elevado de sus preocupaciones: “ Me gusta la astronomía, me gusta meditar sobre la naturaleza y las posibilidades de los planetas. Mi libro favorito se refiere a la vida vegetal que se supone existe en la Luna. Además de esto, estudio los veinticuatro volúmenes de la “Enciclopedia Británica”.
La belleza y la juventud de la estrella magnifican sus papeles de enamorada y de heroína. El amor y el heroísmo magnifican, recíprocamente, a la estrella joven y bella. En el cine, encarna una vida privada. En privado, debe encarnar una vida de cine.”

(Imágenes— 1- Katharine Hepburn / 2– Sofía Coppola /3- Humphrey Bogart en “El halcón maltés”)