“ En verano — decía Pla— la inteligencia se entorpece y la sensibilidad se desfibra. Horacio hablaba de la luz rabiosa del verano.; Malllarmė, del lúcido invierno. A mí me parece que estos dos adjetivos son perfectamente adecuados. Si yo pudiera practicar una concepción cualquiera del verano, me parece que coincidiría más con las ideas de antaño que con las actuales. No iría a veranear para tener más calor ni para llevar gafas ahumadas; dormiría, si fuera posible, con una manta en la cama.”
“Las normas de la buena convivencia tienen que ser claras y explícitas para que todos y cada uno sepan qué pueden exigir y qué pueden esperar unos de otros — escribe Victoria Camps en las “Buenas maneras”—-.Pero el miedo al dogmatismo se ha proyectado en miedo e incomprensión hacia la disciplina, y la ausencia de disciplina ha hecho tambalear las bases de la buena educación. Minimizar el valor de la disciplina es ignorar lo que los griegos ya sabían y aceptaban: que la virtud es hábito, costumbre, repetición de actos, es decir, disciplina. Ciertas maneras de comportarse — con orden, con limpieza, sin dar voces, sin agredir —, cierto modo de ocultar o manifestar los sentimientos, de estar con los otros, son el primer paso para inculcar y dar a entender en qué consiste el respeto al otro. Los hábitos, las formas , las maneras de transmitir el respeto mutuo, pueden ser diversas, pero es imprescindible que sean de algún modo determinado. Los niños no entienden de teorías; aprenden por los ojos y por los oídos, lo que ven y lo que oyen, día a día, sin equívocos ni ambigüedades. La repetición es fundamental para la creación de hábitos, y para repetir una regla hay que sabérsela bien y proponerla con convicción. Es un error confundir la tolerancia con la ausencia de normas.”