EL “DUENDE” Y EL “ÁNGEL”

“Federico García Lorca, el cárdeno poeta granadí —- decía Juan Ramón Jiménez—, paisano como yo del duende y del ángel, escribió una preciosa”teoría y juego” del duende, llena por todas partes de chispa duende algo angelista. Hablar o escribir del duende o del. ángel en Andalucía no es ninguna originalidad, es como hablar o escribir de los moros, de la manzanilla, del cante hondo, de los toros, de los gitanos, que todos hablamos de ellos y de otras cosas que no todos ven. Es claro que el duende de Granada no es como el de Sevilla, ni el ángel tampoco. Granada es la montañosa mística escondida, una Santander de Andalucía; Sevilla, Moguer, Cádiz, mi Tartesos del cuerpo y del alma, son mar de tierra abierta, espacio total, ante cuya hermosura los soldados de Napoleón, sobrecogidos al dominarla desde Sierra Morena, y no sabiendo qué hacer, presentaron armas y banderas y redoblaron tambores. Saludaban, sin saberlo, entre otros andaluces, a los garrochistas de Bailén que, sólo 300 con sus 300 caballos y sus 300 garrochas, derrotaron un ejército francés de 30. 000 hombres con cañones y socavaron así el toro colosal de Bonaparte.


Yo me limito hoy a señalar estos entes deliciosos como lenguas de llama, briznas de aire, ondas de arena, inseparables de la mejor poesía como apoyo de una consideración crítica.Pero no hablo del ángel en el sentido azúcenesco melodioso, como Federico García, ni le doy al duende el aire malsano de caño que él le da. Mi duende y mi ángel de mi parte andaluza no tienen categoría de divinos ni de malditos, no son ni malos ni ni buenos. Son, y nadie sabe en qué consiste su ser. Se les quiere y se les mima, y eso basta para ellos, que son un poco egoístas como los gatos.

Parece que el ángel y el duende necesitaran más del mar que otros entes del hombre, que necesitaran siempre del mar, además de la tierra, el aire y el fuego. Que son completos elementales. “La vida sin el mar no se comprende”; yo por lo menos, no la comprendo y todas mis eternidades de las debo a él; el mar es vida sin sueño, siempre abierta; vida sin mar es vida cerrada, poesía cerrada. Por eso los poetas que yo llamó abiertos se dan más en los litorales. El poeta de tierra adentro, que no ve el mar, tiene que “realizarlo” en las cosas y las personas que lo rodean, por síntomas emanadores. Lo materializa en otra experiencia porque ha oído acaso de él y no puede olvidarlo; y no puede olvidarlo, es claro, porque no puede recordarlo. Es un mito imprescindible. Pero el mar no puede pensarse más que en el mar pleno, ni naturalizarse sino como mar eterno; pues, como puede ser manipulado por el hombre, conserva, bajo el espacio elemental, su naturaleza elemental, con el sol o la luna o las estrellas, elementales. Yo he renovado siempre mi poesía cuando estoy en alta mar.”

(Imágenes-1- Granada/ 2- Sorolla- calle de Granada- 1910- museo Sorolla/ 3- Córdoba)

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