LAS VOCES DE LAS HABITACIONES

“Me tenían totalmente vigilado — relataba un hijo de cuarenta y dos años — Mi padre no me quitaba la vista de encima y no hacía más que encontrar cosas raras en mis actos. No permitió nunca que cambiara la paja de mi jergón.” Estas son las voces que oyen las habitaciones a través de los siglos revelando confidencias, cosas que ocurrieron dentro de aquellos muros, cosas que desvelamos ahora al psiquiatra, cosas escondidas que guardábamos en el último rincón de la memoria y que nunca hemos contado. Solo las habitaciones lo saben porque los muros y el armario y las maderas y las cortinas parece que se inclinaron en aquellos momentos para escuchar mejor, se inclinaron un poco, apenas nada, pero escucharon perfectamente las órdenes de los padres y los gritos de la infancia, los portazos secos, y el espejo vio los desplantes en la cara, las muecas y los signos de burla que hacía ese hijo a su padre, ¿y dónde aprendió esa burla? ¿ se lo trajo la sociedad, el vendaval de la sociedad , un compañero marginado que le enseñó a burlarse? , porque este espejo, hasta entonces, había reflejado siempre a un niño sencillo, afable, normal,

“Es alrededor de la mesa cuando se tratan los negocios, se declaran las ambiciones y se deciden los matrimonios. Y, a la vez, se amplía el horizonte de la gastronomía: signo de prestigio y de excelencia como es, reviste también aspectos de conquista, se vuelve instrumento de poder y es prenda del éxito y la dicha.” Las voces de los comedores en las habitaciones, las voces de las vajillas, de los sillones, las voces de los orondos sofás, de los enhiestos respaldos de las sillas, han participado de las conversaciones humeantes traídas en grandes cuencos desde las cocinas, de las miradas furtivas, las reconvenciones, los guiños, los discursos, los aplausos y agradecimientos, las celebraciones, y de nuevo otra vez los discursos y los aplausos y los brindis. Las voces de los comedores de las habitaciones, ahora silenciosos y vacíos, han guardado los ecos de los sollozos, mutismos matrimoniales, pensamientos y tristezas.

Y luego vienen las voces de las habitaciones cuando la casa se vuelca por completo y queda el nido vacío. Entonces las sombras de los muebles parece que se agigantan, hay demasiados huecos entre las puertas, no se oyen pisadas, las carcajadas se han ido a vivir a un barrio de las afueras menos céntrico, sin ruidos, con jardín. Las sombras de lo que fueron las voces de las habitaciones están metidas en armarios, clasificadas, ordenadas, algunas forman parte de un álbum silencioso, y se pasan las hojas de aquellos ruidos para evocar el tiempo de los diálogos, de las exclamaciones y de los asombros..

José Julio Perlado

(Imágenes- 1- Jan Reich- 1986/2- Stanislaw Yulianovich Zhukovskyov/ – 3- Carl Holsoe// 4- Carl vilhelm holsoe)