‘Como describe el francés Jean-Marie Le Clézio en una de sus novelas fantásticas, “existe un país situado dentro del sonido de nuestra voz que está justo al lado del país Donde- todos- hablan. Las calles y las aceras, los aleros y los parabrisas de los automóviles están cubiertos por una gruesa capa de nieve invisible que sofoca todo sonido — como así lo recuerda Alberto Manguel.
Los habitantes son mudos, lo cual no significa que no comprendan las palabras; al contrario, se comunican mejor entre ellos que si emplearan palabras y oraciones. Son como las hormigas andando por los sarmientos — sigue diciendo Manguel — Se ven a cada momento para contarse cosas sin que nadie los oiga.
Nunca hace frío en Donde-nadie -habla y en esa tierra todo es suave y apacible. Para llegar a ella, el viajero debe atravesar el vecino país Donde-todos-hablan. El viajero se encontrará allí rodeado de una reverberación de sonidos que le producirán dolor de oídos: autos, radios, fábricas de palabras. Pero, gradualmente, los sonidos empezarán a pelearse y terminarán anulándose unos a otros.”
(Imagen — René Magritte)