
«Quisiera dormir – decía André Breton – para entregarme a los durmientes, del mismo modo que me entrego a quienes me leen, con los ojos abiertos, para dejar de imponer, en esta materia, el ritmo consciente de mi pensamiento. Acaso mi sueño de la última noche sea continuación del sueño de la precedente, y prosiga, la noche siguiente, con un rigor harto plausible. (…) Es preciso tener en cuenta el espesor del sueño. En general, tan sólo recuerdo lo que hasta mí llega desde las más superficiales capas del sueño. Lo que más me gusta considerar de los sueños es aquello que queda vagamente presente al despertar, aquello que no es el resultado del empleo que haya dado a la jornada precedente. (…) ¿No cabe acaso

emplear también el sueño para resolver los problemas fundamentales de la vida? ¿Estas cuestiones son las mismas tanto en un estado como en el otro, y en el sueño, tienen ya el carácter de tales cuestiones? ¿Conlleva el sueño menos sanciones que cuanto no sea sueño? Envejezco, y quizá sea el sueño, antes que esta realidad a la que creo ser fiel, y quizás sea la indiferencia con que contemplo el sueño, lo que me hace envejecer?». Una epidemia de sueños cayó a finales de 1922 sobre los surrealistas... «Son siete u ocho – decía uno de los escritores que contemplaba aquel fenómeno – que no viven más que para esos instantes de olvido, en los cuales, las luces apagadas, hablan inconscientemente, como ahogados en plena tierra (…) ; en el café, en medio del ruido de las voces, a plena
luz, recibiendo empujones, Robert Desnos no tiene más que cerrar los ojos y hablar, y, entre los platillos, todo un océano cae con sus estruendos proféticos y sus vapores adornados de largas oriflamas. En cuanto interrogan a este estupendo durmiente, apenas lo incitan, ya que surge la predicción, el tono de magia, de revelación.» «¡Nadie sabe bordar sus sueños como Desnos – recuerda también Matthew Josephson en «Mi vida entre los surrealistas» -. Desnos caía en éxtasis, sus ojos saltones adquirían una luz extraña, mientras fluía de sus labios el relato de sus maravillosas quimeras. La noche en que llegué a Berlín, los

surrealistas, arrobados, estaban explicando sus sueños. Pregunté si tratarían como «literatura» sus sueños registrados. Bretón explicó que su objeto era explorar la función de los sueños del hombre, el mundo de la mente subconsciente incontrolada, con «espíritu científico», para saber así algo de aquella surrealité que los hombres de procedimientos prosaicos y racionales eran incapaces de alcanzar ni de gozar»

Cuando ahora en Madrid se unen dos exposiciones en torno al surrealismo, vienen a la memoria las palabras de René Passeron: «el calco del sueño, es una práctica donde la espontaneidad de la imagen onírica está favorecida por la vecindad del sueño y la búsqueda paciente de un estado de disponibilidad. Evidentemente la dificultad está en que el trabajo del pintor es largo y técnicamente complejo ( sobre todo para Dalí); la memoria o el efecto deformador de la imaginación, a medida que el tiempo pasa, tiene el riesgo de falsificar la imagen primera, la que ha desencadenado la decisión de ponerse a pintar.»
(Imágenes.- 1.- Man Ray.– manos de Gala y Dalí/ 2.- René Magritte.– nocturno.- 1925.-the menil collection.- Houston,- Estados Unidos.-Rene Magritte.- VEGAP 2013/ 3.- Yves Tanguy.- el geometra de los sueños.-1935.- colección particular.- Estados Unidos.- Tanguy.- VEGAP 2013/ 4.- Claude Cahun y Marcel Moore.-1929-1930.- Museo Thyssen/ 5.- Yves Tanguy.- a las cuatro del verano.-1929.- colección particular)