“Distinguí o creí distinguir — decía el asturiano Braulio García Noriega—, que la poesía había servido no pocas veces como consuelo; otras, como juego, como esencia de sabiduría, como desafío, como arma, como sangre, como terapia, oración, sortilegio, denuncia, profesión, secreto, pasatiempo veneno, última palabra, memorando, celebración, cuchillo, belleza, palanca, frontera, barricada, catastro, caracola, espejo, lupa, caleidoscopio, venda, catalejo, bálsamo, mirada, parapeto, caricia, adorno, sueño, galanteo, clavo ardiendo, celebración de nuevo…”
(Imagen — Alexander Calder – 1966)