EL ORDENADOR Y LA MÁQUINA DE ESCRIBIR


‘Hace tiempo que alguno ha querido abordar una historia de la literatura contemporánea basándose en las relaciones que los escritores  han tenido con sus máquinas de escribir —así lo recordaba el francés Pierre Assouline—. Alguien también, más adelante, quizá quiera evocar sus relaciones con el ordenador. Pero  ciertas máquinas de  escribir  han quedado ya en la historia de la literatura. Por ejemplo, la Remington gran confort, la Underwood unida al whisky de Chandler, la Corona rodeada de cenizas de cigarrillos, la Olivetti Lettera 32,  o la Olympia portátil. Anthony Burgess quiso recrear también su máquina de escribir. Y Auster en 2003 compuso su ‘Historia de mi máquina de escribir’ y sus relaciones con su Olympia destacando ‘ su personalidad y presencia en el mundo”, como su más querido agente de transmisión.  “El sonido de las máquinas de escribir —se leía en una página de Auster hablando del pasado — a veces era como la música, sobre todo cuando se oía el timbre al final de cada línea, pero también le hacía pensar en un chaparrón cayendo sobre el tejado de la casa de Montclair y en el ruido de piedrecitas lanzadas contra el cristal de una ventana.”

Por otro lado, ¿quién podrá restituir la pasión de los escritores por su vieja y tierna máquina?  Algunos escritores, sin embargo, no dudaron en vender su máquina de escribir, una Olivetti Lettera 32, que habían comprado por 50 dólares y que acabó vendiéndola por 254. 000.

¿Qué vida, historias y confidencias nos podrán contar más adelante los ordenadores?


(Imágenes- 1- White escribiendo/ 2- Bernard Shaw)