ESCRIBIR, COMO SI NADA FUERA IMPORTANTE

 


“Escribir — como si nada fuera importante —

el sencillo irse de las horas

sentado en la terraza de un café

de una provincia española.

Escribir, como si estuviera escrito

que el ruido de esas tazas sobre el mármol

tuviera que pasar el arroyo claro

de unos versos.

Escribir, como si nada fuera.”

Juan Manuel Bonet— “Escribir” —“La patria oscura” (1983)

(Imagen —Boyco Kolev- art com)

VIAJE AL PUEBLO DEL ORO

 

“Enseguida vi la montaña deforme, partida por la mitad, y a sus pies, carretas y más carretas, hombres y más hombres con picos y escoplos, con martillos y palanquetas…  hombres encaramados aquí y allá a punto de matarse en equilibrios imposibles, atados por la cintura, por un brazo, por una pierna, por un simple pie, a alguna arista salvadora, pica que pica, arranca que arranca. El sol estallaba  contra la montaña entelarañada por caminos de brillantez que cegaban. Vetas y más vetas. Del oro, en aquel pueblo, no hacían gran cosa; se lo metían, por así decirlo, en la boca. Antes lo amontonaban un poco por todas partes y cuando les apetecía o cuando consideraban que ya habían arrancado bastante, lo pulían para que cegara. Era su manía; frota que frota, abrillanta que abrillanta: cómo brilla, cómo brilla. Como he dicho se lo ponían en la boca;  todos  llevaban dientes de oro, cuellos de oro en dientes y muelas. Y los sepultureros no paraban de arrancar puentes de oro, cuellos de oro a dientes y muelas antes de cubrir con láminas de oro la tierra madre de las tumbas donde enterraban a los muertos de aquel pueblo tan requeteamarillento y tan brillante.”

Mercè Rodoreda—“Viajes y flores’ (1980)

 

 

(Imágenes—1- Emil Nolde/ 2- Fan Kuan – Museo nacional de Taipé)

PÓLVORA DEBAJO DE MÍ

 

 

“Trabajo ahora tanto o más de lo que trabajaba hace tres o cinco años —cuenta Chejov en una carta de 1889– .Trabajar y tener el aspecto de alguien que trabaja desde las nueve de la mañana hasta el almuerzo y desde el té de la tarde hasta la hora de dormir, se ha convertido para mí en una costumbre. En este sentido, soy un funcionario. Si de este trabajo no salen más de dos relatos al mes, la culpa no es de la pereza, sino de mis características psíquicas y orgánicas. Para la medicina me falta amor al dinero y para la literatura me falta pasión y, por consiguiente, talento. La llama que arde en mí es regular y apagada, sin estrépito ni llamaradas. Nunca podría escribir en una noche, de un tirón, tres o cuatro hojas o quedarme en vela trabajando. Cuando tengo sueño, me voy a la cama. Por eso, no escribo ni tonterías relevantes ni notables sabidurías. Poca pasión. Hay que añadir a esto una psicopatía del siguiente tipo: sin motivo, hace dos años me dejó de gustar ver mis obras publicadas, me volví indiferente a las críticas, las conversaciones literarias, los cotilleos, los éxitos, los fracasos, los altos honorarios, en una palabra, me volví un imbécil. En mi alma hay una especie de estancamiento, que atribuyo a mi vida personal.  No estoy decepcionado, ni cansado, ni melancólico, sino que sencillamente de pronto todo me parece menos interesante. Debo poner pólvora debajo de mí.”

(Imagen -Chejov – wikipedia)

PASIÓN POR LOS PERROS

 


“Enrique lll, sucesor de Carlos lX, tenía pasión por los perros minúsculos. Todos sus contemporáneos le vieron transportar tres perros en una cesta ricamente adornada, cesta que él mantenía continuamente sujeta por un largo rubí alrededor de su cuello. “ Mientras caminaba, la cesta colgaba de su lado izquierdo, y una vez sentado, reposaba sobre sus rodillas. No se desprendía de la cesta ni para asistir al sermón ni durante las audiencias con los embajadores”. Pierre de L’Estoile, el autor de esta cita, contaba en sus “Memorias” la fortuna que cada año costaba a los súbditos del Rey mantener a esos perros. Existen documentos de Historia sobre la promoción de los perros al principio de la época moderna, —y así lo comenta Pastoureau cuando habla de los animales célebres —; en la antigüedad greco-romana se les despreciaba, salvo algunas excepciones. Los consideraban seres impuros y mortíferos; en la Edad Medía tampoco se les quería, y en el siglo XVl, en cambio, quedaron ya revalorizados como fieles compañeros de los hombres.

 

Por su parte,  Carlos lX poseía dos enormes dogos que había recibido  como regalo de la reina de Inglaterra. Pero también era muy aficionado a los perros pequeños. Su perro preferido llevaba el nombre de Corto a causa de la longitud de sus patas; frecuentemente se acercaba  hasta su cama, su baño y su comida. El rey hizo que le tejieran  un vestido de noche de seda verde que le ponían en el momento de acostarlo; por la mañana el perro participaba  del cubierto real, después se subía encima de la mesa y probaba de los manjares que le ofrecía su amo. Cuando el perro murió, el 24 de agosto de 1570, la tristeza del rey fue inmensa.  Tuvo la idea de hacer que conservaran su piel y con ella quiso hacerse un par de guantes que se puso diariamente durante muchos meses. Igualmente  pidió a uno de los mejores poetas de su reino que compusiera el epitafio de Corto, “”el más querido de sus amigos”.

Emblema de la fidelidad,  el perro aparece muy frecuentemente bajo los pies de las figuras de las damas esculpidas en los sepulcros medievales. En el mundo céltico, el perro está asociado al universo de los guerreros. El  héroe más grande entre los Celtas es el perro de Culann y todos los celtas poseen perros tanto para el combate como para la caza. Entre ellos, comparar un héroe a un perro es hacerle un honor, rendir homenaje a su valor guerrero.

 

 

(Imágenes—1- el perro en “Los esposos Andolfini”/ 2-Carol Gucy/3-foto Keith Cárter)

NUBES TRANSPARENTES

 

“Nubes transparentes

con sus estratos grises y azulados,

llegadas aquí desde lejos,

de más allá del valle y del Istra,

para que en el estratificado humo

por el nuboso rastro

percibir podamos

el combate de los ángeles radiografiado.”

Mijaíl Aizenberg—(Moscú 1948) – (traducción de Marta Lloret Llinares)

 

 

(Imágenes—1- Constable- 1822- museo Victoria Alberto / 2- Ted Kinkaid- 2004-Walker gallery -Dallas- artnet)

VIEJO MADRID (92) : TIPOS MADRILEÑOS EN EL TEATRO

 


“Sobre el telón madrileño — escribía la profesora Carmen del Moral al hablar del llamado “género chico’ en el teatro  del siglo XlX—, están  los supuestos habitantes de la ciudad. La galería es muy variada. En primer lugar, están los representantes de ese Madrid preindustrial que está especialmente formado por los trabajadores de artes y oficios, muy numerosos todavía en la ciudad  y que englobaban sectores muy diversos que iban desde el taller artesano de mediano y pequeño tamaño hasta el trabajador autónomo que empleaba singularmente la destreza o la habilidad artesanas. Es rara la obra inspirada en Madrid en la que no salga algún carpintero, sillero, ebanista… Están después los oficios diversos muy ligados a la vida urbana, como sereno, portero, guardia municipal y la inevitable e imprescindible lista de tenderos.

 

 

Esto del lado de la población masculina, que se complementa con unas actividades femeninas en las que junto a las mujeres ocupadas en quehaceres domésticos aparece una enorme serie de mujeres trabajadoras que va de las cigarreras y verduleras a planchadoras, zurcidoras,, peinadoras, costureras, modistas… En general, trabajos que permiten la obtención de un salario sin abandonar la familia ni el hogar. En un renglón aparte las criadas, sin duda alguna por la significación numérica que este sector tenía en la sociedad madrileña de aquellos años.

A medida que el género evoluciona, la galería se completa y amplía (…) Así van apareciendo tímidamente el parado junto al cesante y los grupos marginales de golfos y delincuentes al lado de vagabundos y rateros profesionales.

(…) La ciudad no cambia y tampoco lo hacen sus gentes. Está anclada en los barrios bajos y en la clase baja — como  se titulaba  muy expresivamente una obra del género escrita por Sinesio Delgado y López Silva en 1890 —. Todo lo demás no existe.

 

(…) No habrá ya ni criadas descontentas, ni cigarreras semiproletarizadas, ni jornaleros en paro, ni obreros conscientes. Seguirán existiendo en los libretos unos y otros, pero únicamente atentos a definir materialmente — a través de  palabras  o de frases — la singularidad de sus faenas u oficios y a representar hasta el fin de la obra un papel que desde el principio ya está codificado: a medida que el tiempo pase hasta los propios espectadores sabrán de antemano qué va a decir, qué va a cantar y cómo va a hacerlo. El prototipo funcionará, porque la obra no tendrá por objeto nada más que la idealización de esa sociedad de pequeños trabajadores y trabajadoras urbanos. Esto sólo era posible hacia 1900 en Madrid si uno se apartaba de la realidad, la idealizaba y creaba en el escenario el mito de Madrid. O sea, de Madrid al cielo…, como pregonaba tonta y crédulamente Felipe.”

 

 

(Imágenes—1 – Eduardo Vicente/ 2- José Sancha/ 3 y 4 – Eduardo Vicente)

EL SUEÑO DE LA EPIDEMIA

 

El escritor francés Georges Perec publicó  en su libro, “La cámara oscura”,  muchos de sus sueños.

De una noche de octubre de 1970 contó  el siguiente que había soñado :

LA  EPIDEMIA

“El soñador ( porque toda esta historia parece una novela en tercera persona) se ha sentado en la mesa de un pequeño bistrot. Aunque sea extranjero, enseguida lo consideramos como uno de los fieles habituales de la casa. El patrón y algunos clientes  hablan de la epidemia. Entra el cocinero chino del restaurante de al lado ( el soñador piensa  que se parece a alguien que él conoce);  el cocinero chino dice que hay que encontrarle un sustituto, porque él ya no puede continuar vigilando sus fuegos y cocinando en casa de las niñas al mismo tiempo. Cita, respecto a esto, el refrán de Shakespeare:

—-¡ No todos morían, pero a todos afectaba!

Estupefacto, el patrón del café mira al soñador: él conocía ese refrán a través de este último. En ese mismo instante, el soñador comprende que deja de ser un desconocido sentado a la mesa y que se convierte en “el personaje central”; al mismo tiempo, reconoce al cocinero chino; sólo lo conoce a él. Es él quien, efectivamente, viene de vez en cuando por voluntad propia a echarle una mano a las chicas.

 

Ha habido una gran epidemia de cólera. Todo el mundo quiere que le examine el médico. Los síntomas son esputos de sangre. El soñador y dos de sus amigos recorren la ciudad. Llegan hasta una escalera bloqueada por una multitud de chicas jóvenes, sin duda de un internado. Fingen tener prioridad, como si uno de ellos padeciese la enfermedad, para obligar al médico a ocuparse antes de ellos. El médico se ve obligado a abrirse camino entre las chicas.

Un poco más tarde, en medio de un montón de chicas tumbadas, enfermas, el soñador recoge del suelo un pedazo de tierra ( y no una inmundicia o un excremento). Y descubre, tras una puerta, a su amigo J., yacente, muerto, convertido en tierra, convertido en bloque de tierra al que le falta el pedazo que él acaba de recoger.”

(Fin del sueño)

 

 

(Imágenes—1- Joshua Flnt/ 2- David Kapp- 2014/ 3-Saúl Leiter- 1956)

EL BLOQUEO DEL ESCRITOR

 

 

“He oído que tiene usted problemas para escribir — decía John Steinbeck a alguien que se esforzaba en avanzar —. Conozco ese sentimiento muy bien. Creo que jamás volverá , pero lo hace una mañana y aquí está de nuevo. Hace cosa de un año un dramaturgo me pidió ayuda para resolver el mismo problema. Le recomendé que escribiese poesía no para venderla ni mostrarla, sino poesía para tirar. La poesía es la matemática de la literatura y muy afín a la música. Y además es la mejor terapia. Solamente escribir poesía, cualquier cosa y sin estar dirigida al lector. Es algo de gran valor.”

 

En algún Curso de escritura creativa se recomendaba lo siguiente:  escribir un mínimo de quince minutos seguidos; no detenerse a revisar lo que se ha escrito ( las correcciones atañen a la parte racional y hay que pensar que cuando uno está escribiendo en principio se está desarrollando la parte “irracional”) ; si es posible  (pero eso depende de los temperamentos )  no dar importancia en una primera redacción a la sintaxis o a la puntuación : lo importante es escribir. El texto no es necesario que cuente una historia ni que sea coherente. “Así  como algunos jóvenes practican el piano o el violín cuatro o cinco horas diarias — confesaba Truman Capote —, igual me ejercitaba  yo con mis plumas y papeles.”

Acechan alrededor del cerebro del escritor todas estas frases: “Otros lo harían mejor”. “No podré”. “No tengo nada que decir”. “ Es absurdo que escriba”. “ No sirve lo que estoy haciendo”. “ Lo que hago es peor que lo de los demás”. “ Resultará aburrido”. “No vale nada”. “ No es prudente”.

Son los irremediables temores que aparecen durante el proceso de creación — como así los anotaron Didier Anzieu o Ernest Kris—. En la primera etapa de la escritura, el temor a la soledad ( lo que Steiner llamaba “la fase nocturna de la soledad”), pero en donde soledad y singularidad son esenciales.  En la segunda etapa, el creador piensa que lo que está haciendo es “inservible”. En la etapa tercera “encuentra” materiales para trabajar – aunque sean antiguos y precisamente porque son antiguos—: es decir, recupera anotaciones hechas en el pasado. En la cuarta etapa, aparecen las resistencias en el trabajo de estilo y composición : se domina con la paciencia en el quehacer, con la habilidad y la confianza.  Y la quinta etapa es el publicar, en donde uno se presenta ante el juicio de los demás.

Cinco etapas, cinco temores, cinco superaciones.

 

 

(Imágenes—1-Saúl Leiter- 1959/ 2-Nathalie Dion/ 3-Walter Ballmer-1972)

UNOS CABALLOS

 


“Peludos, tristemente naturales,

en inmovilidad de largas crines

desgarbadas, sumisos a confines

abalanzados por los herbazales,

unos caballos hay. No dan señales

de asombro, pero van creciendo afines

a la hierba. Ni bridas ni trajines.

Se atienen a su paz: son vegetales.

Tanta acción de un destino acaba en alma.

Velan soñando sombras las pupilas,

y asisten, contribuyen a la calma

de los cielos — si a todo ser cercanos,

al cuadrúpedo ocultos — las tranquilas

orejas. Ahí están : ya sobrehumanos.”

Jorge Guillén — “ Unos caballos” —( “Cántico”, 1928- 1950)

(Imagen – Giovanni Boldini- 1980)

EL MUNDO DE AYER

 

 

“Esta sensación de seguridad — recordaba Stefan Zweig en sus “Memorias” tituladas “El mundo de ayer”  hablando de Europa — era el bien más digno de ambicionarse para millones de hombres, el ideal de la vida en común. La vida sólo era considerada digna de vivirse si estaba basada en esta seguridad, y círculos cada vez más amplios reclamaban su parte de aquel tesoro. Al principio, sólo los pudientes disfrutaban de esta ventaja, pero poco a poco se adueñaron de ella las grandes masas. El siglo de la seguridad llegó a ser la época dorada del sistema de seguros.(…) En aquella conmovedora confianza en su capacidad de asegurar la vida hasta el último extremo contra todo asalto del destino, había, pese a toda la consistencia y la modestia de su concepto de la vida, una petulancia grande y peligrosa. Se miraba con desprecio a las épocas anteriores, con sus guerras, carestías y revueltas, como tiempos en que el mundo, simplemente, no estaba aún maduro ni suficientemente advertido. Ahora, en cambio, ya no era sino cuestión de unos decenios el superar definitivamente los últimos restos de maldad y violencia; y esta fe en el “progreso” ininterrumpido e irresistible tenía para aquellos tiempos, en realidad, la fuerza de una religión.”

En 1941 , desde Brasil, en un pequeño bungalow alquilado en Petrópolis, escribe Stefan Zweig estas líneas del libro que había comenzado en Londres un año antes para evocar la situación del mundo anterior. Son los meses en los que redacta su “Montaigne” y “Una partida de ajedrez”. El desarrollo de la guerra le sume en absoluto pesimismo. “Ante todo — le escribirá al novelista francés Jules Romains— es necesario encontrar el equilibrio y combatir la fatiga moral que me invade desde hace meses.” No conseguirá evadirse del pesimismo y su vida acabará, junto a la de su segunda mujer,  en febrero de  1942.

 

Aunque  el origen de las circunstancias que vivimos hoy sean muy distintas, ¿qué escribiría ahora un Stefan Zweig  actual ante este “mundo de la seguridad” que  se tambalea, ante la seguridad , tan aparentemente firme,  en que los países vivían hasta  hace pocos meses?  “ Las comodidades — seguía evocando  Zweig sobre su  “mundo de ayer” — pasaban  de las casas distinguidas  a las burguesas. Los hombres se tornaron más bellos, más fuertes, más sanos desde que el deporte aceraba su cuerpo. Sociólogos y profesores competían en el afán de hacer más sano y hasta más feliz el modo de vivir del proletariado. Nuestros padres  estaban firmemente  poseídos por la confianza en la fuerza unificadora indefectible de la tolerancia y la conciliación (…) Aquel optimismo precipitado, a los que aprendimos con dolor se nos antoja trivial a la vista de una catástrofe que, con un solo golpe, nos ha hecho retroceder un milenio, dejando sin efecto todo humano esfuerzo (…) En toda mi vida nunca he probado  la impotencia humana más cruelmente ante los acontecimientos mundiales.”

¿ Qué escribiría  hoy sobre nuestro momento presente un nuevo Stefan Zweig?

 

 

(Imágenes—1- Andrea Kerstez/ 2- Alexis Perevoschikov/ 3-Enzo Sellerio)

LOS SUEÑOS DE LOS OTROS

 


“Es cierto que no me gustan los sueños de los otros — decía Francois Mauriac —. De alguno que comienza a contarme lo que ha soñado escapo pronto. Me es suficiente saber que es un sueño lo que se me está contando para que no escuche más o no lea más. Tampoco siento interés  por mis propios sueños que no podrían aburrirme puesto que los ignoro. No los cuento a nadie, sobre todo no me los cuento a mi mismo.

Es cierto que yo sueño mucho. El despertar me libra de una vida ilusoria, pero que al menos es vida. Mi experiencia sobre este punto no se identifica en absoluto  con la de Proust. Él vuelve frecuentemente a esa angustia de sus despertares, sobre todo en habitaciones que no le son familiares y donde la realidad no coincide con sus recuerdos. Nada más salir de la noche, Proust ignora dónde se encuentra y quién es. El sueño ha hecho de él un ser sin memoria, arrojado enteramente a la bruta sensación del existir. Para mí, por el contrario, despertar es sentirme seguro, entrar en un mundo amigo dentro del cual me siento  un dueño; es escapar a imágenes que me poseían y contra las cuales me encontraba sin ningún poder.

Por tanto mi sueño no lo hago mío; cada noche  cierro los ojos con confianza y con un sentimiento de abandono: me duermo en estado de gracia. Pero no disfruto con mis sueños. Mi primer pensamiento al despertar es siempre un suspiro de alivio: “Ah! no era más que un sueño…” No es que yo me haya peleado con una pesadiila: simplemente  me escapo de situaciones complicadas, no precisamente  dolorosas ni siquiera penosas, —sino absurdas y algunas veces humillantes.”

 

 

(Imágenes- 1-Julia Fuillerton- Batten/ 2-julia Fuillerton-Batten-randall scoot gallery/

LOS GATOS Y LA HISTORIA

 

 

 

“Largo tiempo el gato —así lo cuenta el historiador Michel Pastoureau — ha sido mirado en Europa  cómo un animal negativo, un ser secreto, un atributo de fantasmas. Se le han reprochado sus costumbres nocturnas, su independencia, su hipocresía, su pelambrera negra o atigrada. Se creía de él que tenía el poder de los embrujos (especialmente en el dominio del amor), y de atraer la desdicha sobre una persona o sobre una casa.  Por otro lado, hasta el siglo XlV, más o menos domesticado, entraba en las viviendas para cazar ratones. En la época moderna, torturar o hacer morir a un gato era una  diversión popular muy frecuente, sobre todo en la época de carnaval y en el momento de las fiestas de San Juan, cuando por toda Europa se quemaban ritualmente a los gatos o se les encerraba dentro de un saco y los ahogaban.

 

 

En la ciudad de Metz, por ejemplo,  esta costumbre bárbara no acabó hasta 1773. Todos esos rituales tenían por efecto una especie de exorcismo: intentaban cazar los malos espíritus, poner fin a las epidemias, proteger a los hombres y a los animales. Al pasar el tiempo, estas prácticas festivas y colectivas quedaron más contrastadas con las actitudes privadas ante los gatos. La desconfianza y barbarie de un principio pasaron luego a la acogida y a la afección. Desde la Edad Media los gatos adquieren el derecho de entrar en las casas y llegar a hacer parte de la familia. Este cambio tiene lugar en la mitad del siglo XlV, cuando la peste negra hace estragos y mata a cerca de un tercio de la población europea. Se creía que la gran rata negra era uno de los agentes propagadores de la epidemia y el gato fue el encargado de combatir. Diversos hombres de letras han sido célebres también por sus gatos y han contribuido a revalorizar a este animal : así Montaigne, La Fontaine o Montesquieu.

 

 

En su “Diccionario de los símbolos”, Jean Chevalier  anota que el gato oscila entre las tendencias benéficas y maléficas. En Camboya, un gato es transportado de casa en casa a lo largo de una procesión con la intención de obtener la lluvia; cada vecino intenta persuadir al gato con sus gritos. En la tradición musulmana el gato es siempre favorable, excepto si es negro. Se dice que un gato negro posee poderes mágicos. Entre algunos  indios de América del Norte, el gato salvaje es símbolo de la astucia, la reflexión, la ingeniosidad, gran observador, maligno, que al final logra siempre su propósito. Y de la astucia y la ingeniosidad, se pasa a la clarividencia, valorada mucho sobre todo en el África central.”

 

 

(Imágenes—1– Matisse y su gato/2-Leonard Freed/3-Satoshi Okazaki/ 4- Matisse y sus gatos)

 

MUERTE DE LAS PALABRAS

 

“Empezaron a reducirse poco a poco las palabras . Primero en Inglaterra y Alemania. Con 6 o 7 vocablos las gentes se entendían sin necesidad de mayor riqueza. En Italia, los gestos y la mímica —sobre todo los gestos en el aire, apenas esbozos de manos y de dedos —sustituyeron a cualquier sílaba ya que al otro le bastaba la mímica mediterránea. Fueron empobreciéndose los diálogos. Apenas se hablaba. Se amenazaba  o se suplicaba con la mirada, las gentes se ponían en guardia sólo con la dureza de las pupilas. A veces se acompañaba todo eso con movimientos del mentón y siempre con  juegos de manos y de dedos. Se inventaron palabras nuevas, mixtas y brevísimas. En España se amplió  el silencio. Se extendió por todas partes el silencio. El lenguaje se desgastó y acabó enterrándose  al no tener ya necesidad de usarse. Los idiomas quedaron en la mínima expresión, todo  apoyado en la mímica. Algunos idiomas murieron. Un silencio pobló los cafés y las terrazas con sólo el ruido de las cucharillas y de las tazas. Se alternaba en las reuniones con ademanes. Únicamente se oía el ruido de los coches y de los autobuses al pasar. También se mantenía el ruido de las puertas al cerrarse. Un silencio se extendió por toda Europa, por campos y ciudades. Las mismas ciudades se convirtieron en vastos campos sin sonidos. El  silencio se ensanchó como sombra  e inundó las plazas. Los hombres se olvidaron poco a poco  de hablar. Toda Europa era mímica, alguno  aún se atrevía,  pero muy pocas veces,  a iniciar alguna palabra breve. Se hizo todo un campo de silencio en el  mundo y aquello tardó muchísimos  años en desaparecer y en restaurarse, y en que volvieran las gentes a emplear las palabras y poder hablar.”

José Julio Perlado — ( del libro “Relámpagos”) (relato inédito)

 

(Imagen —sir Kyffin  Williams)

LOS “TRABAJOS FORZADOS” DE LOS ESCRITORES

“Una amable señora, al enterarse de que su vecino, Richard Ford, era escritor, le preguntó interesada: “Sí, pero ¿de qué trabaja?”. Lo cuenta Alberto Manguel en un reciente artículo sobre cómo han de ganarse la vida novelistas y poetas y  la italiana Daria Galateria  ha dedicado todo un libro a este tema. Recuerda Galateria que Faulkner, encontró al principio de su carrera diversos empleos: de guardarropa, regidor para el teatro y cartero ( aunque se negaba a ordenar el correo); trabajaba por la noche en la sede de la universidad y debía cargar la caldera de carbón; mientras tanto, sobre aquella caldera oxidada escribía cuentos, con los que finalmente ganó algún dinero. Con el tiempo consiguió comprarse una casa de estilo colonial donde pudo dedicarse a la literatura y escribir durante doce o trece horas seguidas.

Sigue contando Galateria que George Orwell en determinado momento de su vida sintió “en lo más profundo de su ser” que, para convertirse en escritor, tenía que abandonar todos los privilegios y vivir la vida de los marginados. Viviendo en París, cuando se quedó sin alumnos en sus clases de inglés,  empezó a empeñar su ropa y finalmente se convirtió en un perfecto vagabundo. En el otoño de1929 se puso de lavaplatos en un hotel de lujo de la rue de Rivoli; trabajaba en un sótano en el que ni siquiera podía estar de pie, desde las siete de la mañana hasta las nueve y cuarto de la noche, lavaba platos, limpiaba mesas y fregaba suelos. Unos años después, en Londres, tras empeñar su abrigo en el Monte de Piedad, descubrió que tenía los pulmones gravemente afectados, lo que le sirvió para librarse, en 1931, de pasar la Navidad en prisión. Al fin, gracias a un dinero que pidió a su hermana mayor, alquiló una habitación y empezó a trabajar como director de una pequeña escuela privada donde se ocupaba de quince niños entre diez y dieciséis años. Tras muchas vicisitudes, viajes y trabajos—-en 1941 “perdió”, según él decía, dos años en la BBC, en programas culturales para India y el sudeste asiático —, la salud se le fue deteriorando. Al final, los médicos del último sanatorio donde estuvo internado, sólo le permitían usar la máquina unas cuantas horas al día: estaba escribiendo “1984.”

 


 

Máximo Gorki por su parte era todavía un niño cuando entró a trabajar como descargador en el Volga, acarreando él sólo “para envidia de los mayores”, cajas de cien libras. Más tarde fue pinche, fogonero, pescador, panadero… Hacía catorce horas de cola de noche o de día, en bodegas o salinas calientes. Pero bastó que uno de sus cuentos tuviera éxito y pasara a colaborar en varios periódicos y tuviera que escribir dos artículos al día, para que confesara que ese “trabajo esclavo” lo agotaba: “ era superior a sus fuerzas”.

 

 

 

(Imágenes—1- Jens Caessens/2- Stefan Zweig y Maximo Gorki/ 3-Orwell- manuscrito de “1984”)

MADRID Y ANTONIO LÓPEZ

 

“ La ciudad de Madrid está hecha a la medida de la gente que ha hecho la ciudad, de acuerdo con el carácter de las gentes, que tenemos bastante llaneza de carácter y somos poco pretenciosos, en general, y tenemos un fondo no sé si de modestia, pero sí de naturalidad.  Madrid no tiene  la belleza de París, la belleza monumental — decía Antonio López —.  Tiene otro tipo de belleza, no es la belleza que puedas demostrar, la tienes que sentir. Está en la verdad. No sólo la belleza de Madrid, quizá la belleza de lo español, también del paisaje español. Esas gentes que dicen : qué feo es esto, y a ti, sin embargo, te conmueve. Castilla, desde un punto de vista de estética del paisaje, puede ser algo muy duro, muy agrio, muy antipático, pero tiene grandeza porque ves el planeta allí. Madrid es un poco esto;  quizá es feo desde otro punto de vista: caótico, inarmónico, patoso. Es decir, tiene nuestras características. Y entre ellas, para mí, su credibilidad. Me parece que no disfraza nada. Si las cosas han de ser feas, lo son. Pero lo feo pertenece al ser humano. Además son términos muy relativos. A mí no me gusta que la belleza surja para asombrar.

 

Una persona y una calle son hechos evidentes, un estado de ánimo es menos evidente. En este sentido son menos frágiles que un estado de ánimo. Una calle son formas reales. La fragilidad está en lo cambiante que eres tú al contemplarlas, es decir, que lo que te puede gustar a una hora te deja indiferente a otra. Yo puedo comenzar un cuadro a partir de un flechazo, de un enamoramiento muy fuerte y a los pocos días aquello se va, ha desaparecido. Esa seducción se marcha y te ves abocado a trabajar en lo poco que permanece en ti. Todo depende de la luz.

Goya pintó algo de la ciudad. Velázquez tiene tanto talento que si quieres verlo lo ves. Si uno quiere en los personajes de Velázquez ver el futuro de Madrid, puede verlo. Yo lo ampliaría a España. Velázquez pinta seres humanos que viven en esta tierra;  a través de ellos, de manera indirecta, te habla de este lugar y de este momento. En el presente está todo. En esa persona está su infancia, sus padres, sus abuelos; no se puede hablar de un pintor de Madrid, te habla del ser humano a partir de una efigie, una persona concreta, pero él penetró tanto que llega hacia atrás, hasta donde tú quieras. El arte tiene que hablar de esas cosas (…) Yo creo mucho en esa zona oscura en la que se salva  o condena el trabajo de un artista. Esa zona de sombra, incontrolada. Por eso el tiempo es tan importante, el tiempo es el que desenmascara todo. El gran arte es el que tiene algo que decir a las generaciones siguientes. El Velázquez que nosotros vemos no es el que veían sus contemporáneos, ni el que será visto, siendo el mismo pintor.”

 

 

(Imágenes—1- Antonio Lopez/ 2- Gran Vía – Antonio López – Wikipedia/ 3- calle del Clavel – Antonio López- 1977)