“Yo he aprendido más de los ataques que de los elogios. Aun en los más despiadados hay un toque de plausibilidad. Siempre hay algo embarazoso en los elogios incondicionales. Uno sabe, en el fondo de su corazón, que no se lo merece”. Eso le decía uno de los grandes reseñistas de los años veinte, Mencken, en una carta dirigida al novelista americano Theodor Dreiser, y eso lo recoge en un interesante libro “El arte de la distorsión” (Alfaguara) el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.
También de Vásquez merece extraerse esta otra frase cuando alude a las reseñas de novedades: “Todos tenemos en mente una o dos firmas cuyo elogio de un libro es razón suficiente para no comprarlo, cuyo desprecio nos propulsa de inmediato a las librerías”. Palabras sorprendentes pero veraces. ¿Para qué sirve – o debería servir – una reseña? Indudablemente para ser verdadera guía de muchos lectores. Un buen crítico, según Steiner, le dice al público: “Esto es de verdad. La razón es ésta. Por favor, léalo”. Por supuesto que la otra tarea del crítico es decir: “Esto es una falsedad, una impostura. La razón es ésta. Por favor, sépalo”. Tanto del gran guía que fue Borges con sus reseñas en “El Hogar” (“Textos cautivos“) (Tusquets) como el también guía excelente que fue Cyril Connolly (“Obra selecta”) (Lumen) ya hablé en Mi Siglo.
Pero siempre es reconfortante volver de nuevo a Borges. Se ve siempre al guía al otro lado de su reseña. Como por ejemplo lo que nos dice en 1939 sobre “Las palmeras salvajes” de William Faulkner: “En las obras capitales de Faukner – en Luz de agosto, en El sonido y la furia, en Santuario – las novedades técnicas parecen necesarias, inevitables. En The Wild Palms son menos atractivas que incómodas, menos justificables que exasperantes. (…) Es verosímil la afirmación de que William Faulkner es el primer novelista de nuestro tiempo. Para trabar conocimiento con él, la menos apta de sus obras me parece The Wild Palms, pero incluye (como todos los libros de Faulkner) páginas de una intensidad que notoriamente excede las posibilidades de cualquier otro autor”.
Hoy apenas tenemos guías como Borges que nos conduzcan con maestría por los libros. En el volumen “Críticas ejemplares” (Bitzoc) que reúne históricos textos de Proust, Steiner, Lytton Strachey, Edmund Wilson, Manganelli, Raymond Chandler, Benet y el propio Borges, Jean-Francois Fogel se pregunta: “¿Durante cuánto tiempo tendremos que esperar la muerte del crítico? La noticia se demora de una manera inesperada”.
¿Hará falta también hacerse la pregunta interrogando a quienes hoy no escriben una buena reseña?
(Imagénes:-1. foto por Hein Gorny.-mayo 1929.-smb. museum. Art Library.-Kunstibibliotek./-2.-libros en la calle)
José Julio:
Como decía Connolly : Lee los libros que reseñas, pero no ojees más de una página para decidir si merecen ser reseñados.
Hoy sin embargo se reseñan demasiados libros que, según la máxima del bueno de Cyril, jamás debieron ser ni siquiera reseñados.
EMF
PS: Por cierto, gracias por tu visita a CARMINA, donde hemos enlazado tu entrevista televisiva: http://martinalia.com/carmina/?p=6076#comments
También recomendamos desde allí MI SIGLO.
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no entiendo…
Sofia,
Mencken quiere decir que aun en los ataques más despiadados en una reseña hay un toque de aprobación o merecedor de algún reconocimiento (que eso es lo que significa “plausible”)- Por tanto, lo que el autor dice es que incluso de las reseñas más crueles siempre se encuentra algo meritorio, algún argumento atendible o recomendable. Y de ello ha aprendido. Es decir, se aprende hasta de las críticas negativas. “En todo ataque, por deshonesto que sea – dice Mencken -, hay siempre una cierta cantidad de verdad…” Y hay que asumir y agradecer humildemente esa pequeña cantidad de verdad que nos señalan.
Espero que esto te haya servido a lo que me expones o preguntas.
Gracias por tu comentario
Saludos