El escritor holandés Cees Nooteboom quiso recorrer diversos países del mundo buscando lo que quedaba de la vida en poetas y pensadores. Lo que quedaba de aquellas vidas eran unos triángulos y unos cuadrados — algunas veces solitarias cruces — que miraban al mar o a los prados, que se escondían en cementerios, que ascendían a picachos o descendían a sótanos. Allí estaban los restos aislados de Stevenson, de Balzac, de Spinoza, de Borges, de Goethe, de Kafka, de Beckett o de Simenon, numerosos nombres, numerosos triángulos y cuadrados como lápidas sobre sus sepulturas, numerosos recuerdos, numerosas fechas. En la soledad de los campos o al borde de las olas del mar quedaban los restos de los que tanto se habían esforzado por aportar su propia mirada, por añadir una belleza o un pensamiento singular e incorporarlo como poema o como prosa a la rueda giratoria del mundo. Los devotos de las tumbas célebres tienen en ese recorrido un mapa de evocación. Pero los devotos del aliento de los artistas saben que las obras — como hojas— están esparcidas por todos los países y guardan su riqueza en cada idioma y en cada edición. Lo que queda de la vida de esos autores , y en el fondo de la vida de todos los hombres y mujeres, es lo que se haya hecho _— consciente o inconscientemente — con amor. Todos los esfuerzos, las vigilias, los amaneceres, las correcciones, las equivocaciones reparadas, los desalientos vencidos, la soledad amada, todo eso se volcó en letras y papeles, eso quedó.No hay tumba que glorifique ese mundo de la contemplación porque nunca necesitará de un sepulcro.
Ese vuelo del velo blanco y gris que envuelve la cabeza de esta mujer anciana, muy posiblemente la madre del artista, de Guido Reni, pintor de Bolonia en el siglo XVl, muy valorado y reconocido, guarda y muestra a la vez la firmeza de una mirada, la decisión y determinación por sacar adelante — como tantas otras madres del mundo — la vocación que su hijo ha querido emprender, esos pinceles y colores que ahora la retratan Ella está quieta, su hijo le ha pedido que sea su modelo, pero mientras él la pinta él hijo piensa en el modelo de las. virtudes de su madre, no solo en sus facciones, y ella a su vez rememora las noches en vela, las discusiones y fricciones de la juventud y la pubertad, las rebeliones, la comprensión y los abrazos entre madre e hijo. Este. cuadro que está en la. Pinacoteca de Bolonia, tiene una capa de pintura excelsa que esconde el enigma de una vida.
Como todos los cuadros, esconde y enseña a la vez lo profundo de las existencias. Las existencias van por debajo de los pinceles, los pinceles recogen un instante o un aspecto, pero la vida tiene unas honduras que es difícil captar con la pintura. Como en este autorretrato de Guido Reni, esta faz con perilla blanca del hijo pintor, que mira para la posteridad. No sabemos si la madre lo vio, porque la madre — como todas las madres — recordaba a su hijo pequeño, al que enseñó a hablar y a estudiar, y también a comer, para que, andando el tiempo, le salieran esas mejillas abombadas y esos ojos bajo los cuales se esconde la chispa de la juventud.
Y luego el pintor creció como artista y se hizo amigo de San Mateo y el Ángel, y quiso pintar al ángel y a San Mateo mirándose a los ojos, uno escuchando al otro, revelándole esencias, la pluma en la mano para no desperdiciar palabra de cuanto se decía, la cabeza canosa de San Mateo y la infantil mirada del angel. Y así fue, pintando y pintando, como Guido Reni llegó hasta el final — 1642– y murió.
José Julio Perlado
( Imágenes- 1- Guido Reni : 1- Mujer anciana- Pinacotcca de Bolonia/ 2- autorretrato- Ufici- Florencia/ 3- San Mateo y un angel-museos vaticanos/ 4- Beatrices Cenci- galleria nacionale de arte antica)
Kodama alienta un personaje de engañosa fragilidad — decía el perista argentino Juan Gasparini— Algo etérea, a la defensiva, con un aire de dignidad herida, destila un halo de ausencia. Su rostro oriental de pómulos altos, labios finos y ojos alargados y acuosos muestran algunas pecas.
Poco importa su edad -decía Fanny, que toda su vida atendió a Borges—,el verdadero valor de las personas se mide por sus actos y no por los años que han vivido. La primera vez que la vi me sorprendió lo flaquita que era, tenía unos brazos muy delgados y una mirada que parecía llegar más allá de lo que proyectaban sus ojos.
( breves apuntes s obre María Kodama, uque acaba de morir)
Yo sí tengo un momento estelar. Ocurrió en Roma, el 20 de marzo de 1964, a las doce y media de la mañana, en una sala de estar con puertas de cristales, un sofá y dos butacas. Yo tenía 28 años. Y no puedo decir más. Si dijera más, el momento estelar desaparecería y Stefan Zweig me lo reprocharía. Él a mi lado — tan conocedor de momentos estelares y que en tantas ocasiones los ha recogido — me diría que ese momento estelar lo guardara como único y me lo llevara a la tumba. Eso hago. Todo el mundo tiene “momentos estelares”. Generalmente es un momento único, uno solo, no hay dos, muchas veces no corresponde a nuestra boda, ni a la muerte de nuestros padres, ni al nacimiento de un hijo. Tampoco al instante de nuestro enamoramiento. Porque nuestro enamoramiento no tiene un instante solitario sino que es una sucesión de instantes ardientes que configuran el amor. Entonces, ¿qué es un “momento estelar”? Es muy difícil describirlo porque es el tiempo, con su paso de años, el que lo va puliendo, aparta todos los otros momentos de nuestra vida — incluso los que celebramos en la intimidad o en familia – y lo va dejando como escenario único, imborrable, tan vivo como si ocurriera hoy y ahora, nada hay que recordar, es sólo vivir una y otra vez ese espacio, esas conversaciones, los gestos, todo lo que ocurrió y que ahora ocurre con sólo invocarlo, una imagen y una voz que no se borrarán y que cada uno, aunque cueste, ha de encontrar en su vida.
Si Stefan Zweig viviese hoy y leyera esto, lo confirmaría: “Sí, ese fue tu “momento estelar”. Cada uno tiene que buscar el suyo
El poder de la escritura, una obra del gran crítico francés Claude Edmond. Magny me lleva a pensar en el poder que tienen nuestras palabras al depositar sus rasgos en el papel y el poder que tienen esas mismas palabras al entrar por los recovecos del oído o penetrar por los orificios de la mente y entrar en el recinto de la atención y de la comprensión. Cuando escribo, – en pocos o en muchos minutos- lo recibe el ojo del lector que recorre mi pensamiento Hay un poderío de las palabras atadas por un hilo invisible que a veces las convierte en poemas y otras en prosas. Magny habla de la aparente facilidad de Rilke cuando en sus famosos y bellísimos “Cuadernos de Malte Laurids Brigge” desvela sus inmersiones y su soledad en Paris , sentado en una inmensa habitación de silencio. Pero Magny recuerda también el esfuerzo interior de Rilke para vomitar su angustia, para comunicar al mundo la vida y la muerte. Siempre las palabras, por muy rápidas que se escriban, suponen un esfuerzo y esas palabras luego, mansamente, tocarán a los lectores o les arrebatarán a profundos pensamientos. Por eso el poder de la escritura no se queda en los papiros ni en los viejos manuscritos sino que recorre las venas de la actual comunicación. Las palabras no se las lleva el viento. Están sujetas al blanco de la hoja o de la pantalla, se quedan ahí, a veces para siempre, y el lector acude cada vez a beberlas a sorbos porque en unas ocasiones le transmiten belleza y en otras sabiduría,
José Julio Perlado
(Imágenes- 1_flor del desierto / 2- Rilke_ wikipedia
– Para muchos Cela era un hombre bronco. Para mí no lo fue. Yo le fui a visitar a la casa que aún conservaba en Madrid, en Ríos Rosas 54, aunque él ya vivía en Mallorca. Pero había muchos Celas dentro de su personalidad. Hablamos de sus prólogos, de los prólogos que él había escrito para distintas obras suyas y para distintas ediciones y a él se le veía muy cómodo en aquella conversación. Hablamos también del oído que tenía que tener el prosista y de que para él, así me lo dijo, el oído del prosista tenía que ser más fino que el del poeta e incluso que el del músico. Me dijo que él había intentado reflejar la España de su tiempo, pero no el costumbrismo. Hablamos igualmente de sus muchos viajes por España y de la influencia de ambientes que él había recibido precisamente de esos viajes, del habla de las gentes… Hablamos, pues, de muchas cosas. Luego comí con él y con Charo, su primera mujer, una persona encantadora, y al final, ante mi sorpresa, me anunció que iba a regalarme este ejemplar realmente valioso que usted ve aquí, este objeto que luego, al cabo del tiempo, cada vez que lo abro y contemplo de nuevo como ahora lo hago con usted, no sólo estas páginas de escritor sino las ilustraciones del pintor, es decir, estos dibujos de Picasso trazados con la seguridad que le caracteriza, me hacen pensar como contraste en los altibajos que suelen tener muchos artistas, en los de Cela, que los tuvo por supuesto, pero principalmente en los de Picasso, que yo conocía bien, más sorprendentes quizá, revelados, espero que de modo sincero, por Francoise Gillot, una de sus mujeres, que contó escenas privadas de su vida en común en torno a 1947. Siempre me han interesado esos altibajos o esos ánimos y desánimos de los artistas, porque son altibajos que también tengo yo y porque son muy humanos y corrientes y sobre ellos he publicado hace tiempo algunas cosas. Forman parte de los vaivenes del proceso creador. Pero en el tema de Picasso, cada vez que contemplaba estos dibujos, me acuerdo que me sorprendían más aún sus titubeos porque aparentemente Picasso parece un artista muy seguro de sí mismo y que se adentra impetuoso a romper moldes y a iniciar movimientos y al que en un principio no se le adivinan incertidumbres. Y sin embargo Francoise Gillot relata las lamentaciones del pintor cuando en 1947, con sesenta y seis años de edad y tras haber pintado en 1907 “Les demoiselles d ‘Avignon” o en 1937 el “Guernica”, haber atravesado de modo admirable sus periodos azul y rosa y haber expuesto en medio mundo, se niega a levantarse de la cama para ponerse a trabajar. Mi pintura, se lamentaba Picasso en aquellos momentos según cuenta Gillot, cada vez va de mal en peor, cada día trabajo peor todavía que el anterior, estoy terriblemente desesperado y me pregunto por qué he de levantarme, ¿para qué he de pintar?, a lo que Francoise , si hemos de creerla, contestaba: “todos tus amigos te aprecian, tu pintura es maravillosa, esta opinión es compartida mundialmente. A través de tu obra, puedes estar seguro de que algo va a cambiar. Hoy harás algo extraordinario. Ya lo verás cuando esta noche hayas acabado tu labor. Te sentirás un hombre completamente diferente”. Y Picasso, sentado en la cama, preguntaba : “¿Sí? ¿Estás segura?”.
En 1955 el escritor alemán Alfred Döblin contaba cómo había escrito su novela sobre Berlín.” No disponía de ninguna materia especial, pero el gran Berlín me rodeaba, y conocía a los berlineses individuales, así que escribí, como siempre, sin un plan, lanzándome de cabeza, sin líneas directrices. No construí una fabulación. La línea fue el destino, el movimiento de un pobre hombre fracasado hasta entonces.El cine ha entrado en el terreno de la literatura y los periódicos han crecido y son el producto escrito más importante y difundido, el pan de cada día de todo el mundo. Otra imagen de la experiencia del hombre actual son las calles, las escenas callejeras que cambian cada segundo, los anuncios, el tráfico rodado… Hoy día, el ser humano no es, realmente, más grande que la ola en que cabalga. La incoherencia de sus actos, el revoloteo y el ajetreo incesante forman parte de la imagen actual.”
Escritores con un plan ante la ciudad y escritores sin plan.
(Imágenes-1- parque de Berlín/2-Berlín- wikipedia)
Quien piensa que en él ya existe todo — escribe un pensador contemporáneo —-,y, en consecuencia, puede nutrirse de esa plenitud y disponer de todo, se niega lo que podría dar. El ser humano no está sólo para hacerse a sí mismo, sino para aceptar desafíos. Todos nosotros estamos inmersos en la historia y dependemos unos de otros. Por eso el ser humano no sólo debería pensar qué quiere, sino más bien preguntarse para qué es bueno y qué puede aportar. Entonces comprendería que la realización no reside en la comodidad, en la facilidad y en el dejarse llevar, sino en aceptar los retos, en el camino duro. Todo lo demás se convierte en cierto modo en aburrido. Sólo la persona que se «expone al fuego», que reconoce en sí una llamada, una idea que satisfacer, que asume una misión para el conjunto, llegará a realizarse. No nos enriquece el tomar el camino cómodo, sino el dar.
Y aquí tienen ustedes — dijo el guía- dos miradas cruzadas. Se trata del cuadro de Domenico Ghirlandaio “ Un anciano con su nieto”, una pintura al temple sobre tabla de este artista del Renacimiento italiano. Fechada en 1490, es una de las obras más conocidas del autor y destaca por su intensidad expresiva. Su realismo ha sido descrito como único entre los retratos del Quattrocento. Es uno de los pocos cuadros conocidos de un importante maestro renacentista que presenta el tema de un abuelo con su nieto. Pero lo que nos interesa aquí, como les digo, es ese cruce de miradas.La mirada de la infancia y la mirada de la senectud. Los ojos del nieto ascienden hacia los ojos del abuelo, admiran embobados esos ojos que le quieren y le sonríen a su modo, pues los ojos en la intimidad también sonríen. Los ojos del nieto pasan sobre la nariz enferma del abuelo, nada le importa ese montículo que asoma en su nariz. Lo que le atrae es la gran seguridad y serenidad de los ojos de su abuelo que le protegen. Y a su vez, los ojos del anciano quisieran hablar desde las pupilas de cuanto le espera a ese niño en su vida, incógnitas que nadie conoce y que el abuelo contempla con ternura porque quisiera descubrirlas y protegerlas.
Son las edades del hombre. El espejo de los ojos. La sabiduría y la ternura que se acercan a su final y la ingenuidad y la confianza que se alzan en la espera de ayuda desde la niñez. Vasari,en sus Vidas, dedicó varias páginas a Ghirlandaio, pero a nosotros —- dijo el guía — nos interesa más ese cruce de miradas de las edades del hombre, cómo los ojos se comunican y quisieran hablarse por encima del tiempo.
José Julio Perlado
( del libro “ La mirada” ) (relato inédito)
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
(Imágenes-1- viejo con su nieto/-Louvre/ 2 – Ghirlandaio – anunció a Zacarías;)
Creo que no exagero —decía el novelista japonés Kenzaburõ Oe — al afirmar que la experiencia del ataque nuclear sufrido por los ciudadanos de aquellas ciudades ha sido la mayor desgracia soportada por los seres humanos en el siglo XX. Por supuesto no existe modo alguno de reparar el desastre pero quiero concentrarme un momento en los esfuerzos de quienes, casi inmediatamente después de que se lanzaran las bombas, emprendieron los intentos de aliviar a las víctimas y, de diversas maneras, prosiguen tales esfuerzos hoy en día Yo era un padre jovn cuyo primogénito. nabía nacido deforme, aún no tenía la menor idea de cómo podría abordar el problema, y en un estado de aturdimiento por la situación, me había puesto a escribir acerca de la conferencia mundial sobre las bombas atómicas y de hidrógeno. Para mí el interrogante de mayor importancia era. ¿ por qué me había impulsado a aceptar semejante encargo en un momento tan horrendo y con una ignorancia casi absoluta de las complejidades de un movimiento político a gran escala?
(a la memoria del escritor japonés, Premio Nobel de Literatura, que acaba de morir.)
Recuerda un pensador contemporáneo que, en general, se puede afirmar que la persona siempre se reconoce primero en el otro, a través del otro. Nadie puede encontrarse a sí mismo si sólo observa su intimidad e intenta comprenderse y construirse a partir de sí mismo. La persona, en cuanto ser relacional, ha sido creada de tal forma, que se hace en el otro, y descubre también su sentido, su misión, su exigencia y posibilidades vitales en los encuentros con los demás.
En aquellos días de la pandemia se veía a los brazos deambular por los pasillos de las casas, a veces tiesos, a veces indolentes, y eso tanto en Oriente como en Occidente. Porque la pandemia no había supuesto una reducción de movimientos en las extremidades superiores del ser humano, pero sí un vacío de completo contenido, como si los brazos de hombres y mujeres que siempre habían tenido un contacto circular en el aire y con el aire, que siempre habían trazado un círculo en el aire para acoger a los demás con un abrazo, ahora tal movimiento estuviera casi totalmente limitado y desaparecido. Los brazos se dedicaban entonces a simples tareas mecánicas, muy valiosas para la vida de utilidad, es decir, para dirigir y transportar a las manos en el acto de comer, o bien para abrir y cerrar ventanas y puertas, o para extenderse luego desde el codo, orientando a las manos y a los dedos a cuestiones meramente físicas, pero no emocionales. Los brazos no podían abrazar porque no había a quién abrazar, excepto en algún momento a la íntima familia, puesto que los amigos y los amores estaban muy lejanos, casi desaparecidos, había un silencio de calles desiertas, una asombrosa ausencia de semejantes, no había encuentros ni reconciliaciones , ni siquiera el consuelo en las despedidas porque los que se iban lo hacían completamente solitarios, aislados de sus familias, envueltos en escafandras y tubos, en una muerte seca y rápida. Por ello los brazos no tenían la ocasión de abrazar, algo que necesitaban como el alma, ya que con los abrazos se ocultaban las angustias, las depresiones, y sobre todo se mantenía el ansía de compartir afectos con sólo rozar los hombros y las espaldas, con sólo compartir alegrías y dolores, en el fondo, con comunicar Las manos de vez en cuando aplaudían desde los balcones pero los brazos no sabían a quién abrazar.
Existen fuerzas que no podemos ver — nos recuerda un pensador contemporáneo — y, sin embargo, son completamente reales. Fijémonos sobre todo en las cuestiones auténticas, las cuestiones del espíritu y del corazón. Yo puedo vislumbrar en los ojos de una persona, en su expresión y en otras cosas parte de su interior, pero sólo como un reflejo de algo más hondo. Visto así, también las cosas materiales traslucen un poco lo invisible de forma que nos aseguramos de su existencia y somos movilizados hacia ello. Las fuerzas que no podemos ver, pero sí percibir sus efectos, nos revelan que el mundo es más hondo de lo que son capaces de captar el ojo y los órganos sensoriales.