UNA ENFERMEDAD

Siempre le habían llevado al campo cuando estaba enfermo porque el campo siempre lo curaba de una manera u otra, sólo el observar, sentado en una silla y desde una pequeña altura, los paisajes y las estaciones, las formas de las distintas flores y los valles y puestas de sol y los amaneceres y silencios sepulcrales, sólo con contemplar lo infinito del día y de la noche, ya le hacía bajar la fiebre, el corazón amansaba sus latidos, la tensión se equilibraba, los músculos echaban a andar, a veces a correr, detrás de los caballos que veía, imágenes de caballos que no llegaba a distinguir si eran del sur o del norte, si caballos de Andújar o de los Picos de Europa, daba igual, mientras bajaban aquellos caballos en la noche, su corazón, él lo notaba, se iba fortaleciendo, era un corazón que se adecuaba al ritmo de las grupas relucientes que descendían entre los árboles, cosa que no le ocurre a usted, por ejemplo, le dijo el médico, cuando le hablo del mar, siempre que le he recetado el mar, usted lo recibe como un sedante, indudablemente es un sedante, usted me dice que duerme mejor con el mar, que está más tranquilo, y eso es muy bueno, pero usted, a su edad, no necesita sólo tranquilidad, sino algo de actividad, si no se le entumecerán las piernas, y es muy bueno eso que me dice de la bajada de los caballos en la noche, siga ese pensamiento , únase a esa ación aunque sea con la imaginación o con los recuerdos, los recuerdos muchas veces arrastran posiciones y mueven posturas, dan vida, porque los recuerdos se vivifican, parecen que estar presentes, y se vuelve a vivir aquello que se disfrutó, como

cuando usted me contaba el otro día aquella bajada suya en un pueblecito de Asturias para tomar junto al mar una sopa caliente y un bocadillo del “bollo preñao”,con su salchicha o chorizó dentro. Pero usted no.me hablaba tanto del mar como de aquella sopa caliente, una sopa exquisita de pescado, me dijo, que le recordaba a su vez una cena en lo alto de Navarra, ya en la frontera con Francia, me lo contaba usted con pasión, casi con emoción, como si lo disfrutara de nuevo, y eso le pasa a usted con todas las evocaciones del campo, no del mar, por eso le recomiendo

esa medicación de campo que ni siquiera necesita receta, se la dan en cualquier sitio, se la da el mismo aire, todas las mañanas se pone usted al aire, de cara al aire, a ser posible en un sitio un poco alto desde donde pueda ver todos los campos de su niñez y de su adolescencia, las espigas, los frutos, la extensiones, los colores. Es un concentrado límpido de naturaleza. Allí puede admirar los campos de sus viajes, también su niñez, madurez, lo que usted quiera o pueda recordar — , pero métase profundamente en el campo desde la hondura hasta la superficie ,y encontrará las crines de los caballos que bajan trotando en la noche, y con aquellas visiones de los caballos en la noche, ya lo verá, su enfermedad se beneficiará y le hará más fuerte y seguirá curándose.

José Julio Perlado

(Imágenes- 1-Phillip Klinger/ 2- Cornelia Fitzroy/ 3- Nordström/ 4- Klimt 1915)

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