
El lunes 3 de junio de 2002 tuvo lugar el gran concierto de música “pop” al aire libre organizado en los jardines del palacio de Buckingham. Asistieron 12.500 afortunados y un millón de personas se congregaron ante las pantallas gigantes instaladas en el Mall y los parques reales , veinte millones de espectadores en el Reino Unido y más de 200 millones en todo el mundo siguieron el concierto por la televisión. Era el triunfo de la música. Lo más destacado fue, sin duda, así lo dice el historiador Tim Blanning, el comienzo del concierto, con Brian May tocando “Dios salve a la reina” en la azotea del palacio de Buckingham.

“Despreocupadamente – escribió sobre este concierto la articulista India Knight — , encendí la televisión mientras me daba un baño. Lo primero que pensé, mientras en el estómago sentía algo así como una llamada de excitación, fue: “Dios mío, ¿ no es fabuloso?” Lo segundo fue: “Es Brian May con su horrible peinado tocando la guitarra en la azotea del palacio de Buckingham, así que no puede ser nada fabuloso, tengo que controlarme enseguida.”

Tenía previsto acercarme al bar, peo, en vez de eso, me quedé viendo el concierto,, hipnotizada. Era el concierto de abuelitos con el que llevaba semanas riéndome para mis adentros: Rod Stewart, Ozzy Osbourne, Paul McCartney, lo que queda de Queen, exactamente lo contrario a todo lo que está de moda.

Sin embargo, era fantástico, y más fantástico resultaba aún ver a un millón de personas haciendo ondear sus banderas y rugiendo de entusiasmo: cada vez que la cámara las enfocaba: se me hacía un nudo en la garganta”.
