TERTULIAS EN LA ETERNIDAD (9) LOS CUATRO ELEMENTOS

Me decía el otro día en la tertulia Gastón Bachelard, un hombre que antes de llegar aquí había estudiado mucho el fuego, el aire, los sueños y el agua, que aquí en la eternidad los elementos de la naturaleza se unen, confunden y entremezclan y uno puede perfectamente lavarse las manos con fuego y secárselas con agua, que quedan limpias y absolutamente secas, impecables, que es lo que él quiso hacer como demostración delante de mí, que no tenía por qué demostrármelo, porque yo mismo enseguida lo comprobé metiendo la mano en las llamas de la fogata que preside nuestras reuniones y viendo cómo las llamaradas rojas eran una delicia ardiente de limpieza entre los dedos, te dejan los dedos lisos, impecables y sin manchas ni pecas, te dejan sin espuma, y luego de qué forma el paño del agua que en ese momento caía a borbotones como sólo puede llover en la eternidad, es decir, torrencialmente, que yo casi no podía ver a Bachelard y a su poderosa barba blanca, secaban instantáneamente mis manos, me las dejaron secas, limpias, como las tengo ahora.

— Es que antes de la eternidad — me explicaba Bachelard— no había más remedio que separar y ordenar los cuatro elementos de la naturaleza porque si no la gente se perdía. El agua tenía que ser agua, la tierra tierra, el aire lo que era y el fuego pues lo que usted ha conocido . Pero eso ya pasó. Yo no digo que no haya que tener una orientación y un orden siempre, pero un orden distinto. Fíjese ahora, por ejemplo, cómo caminamos tranquilamente sobre el aire y nos nos pasa nada. Es seguro, y hasta a veces divertido. No nos ha impresionado carecer aquí de bosques, de subidas y bajadas, de lo que llamábamos antes paisajes, que indudablemente eran bellísimos, yo recuerdo, como a usted le pasará, ciertos atardeceres con un campanario al fondo entre los árboles, un campanario entre rosado y amarillo, o pueblecitos derramados casi sobre las playas, a orillas del mar. Aquello se construyó, y se hizo bien en construir, sobre la belleza de la tierra, para realzarla, para dibujarla mejor, pero como tantas otras cosas que tuvieron que construirse para servicio del hombre, como por ejemplo los husos horarios o las estaciones del año, para diferenciar las unas de las otras, ¿recuerda, por ejemplo, a lo que llamábamos la Primavera? Y hablando de

recuerdos: aquí es impresionante ver cómo se invocan los recuerdos y cómo inmediatamente esos recuerdos aparecen. Se pestañea un momento y los que somos nostálgicos vemos de pronto como en un sueño aquel campanario al fondo entre los árboles, aquel campanario rosado y amarillo, y aquel pueblecito derramado casi sobre la playa a orillas del mar. Son instantes, lo sé, meros instantes que a veces podemos alargar, pero son instantes que han perdurado en nosotros, que han quedado petrificados y velados. ¿ Y por qué han quedado en nosotros tan plásticos y vivos? Porque los amamos en su momento. En el fondo no nos dábamos cuenta de que estábamos amándolos. Y entonces en el fondo de los ojos se han

quedado así. Los amábamos y están ahí donde los dejamos y están igual que entonces. Nos los hemos llevado con nosotros y ya no los perderemos. Perdimos las cosas que no amamos, pero no estas otras.

José Julio Perlado

(del libro “Relámpagos”) ( relato inédito)

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(Imágenes —1- Fernando Bellver- bailando con el fuego- Manhattan —2007- El Cultural/ 2- wikipedia/ 3- wikipedia/ 4- Cornelia Fitzroy)