
“Y aquí tienen, en esta Sala, ”Grupo de gente al sol”, de Edward Hooper, pintor americano nacido en 1882 y muerto en 1967 y del que sin duda habrán oido hablar. Si se colocan en el centro, aquí, vengan por aquí, si se colocan junto a mí en el centro, dijo el guía, podrán verlo mejor. Se trata, como ven, de cinco figuras mirando al sol, bueno, exactamente cuatro, cuatro figuras que miran al sol, porque hay una a la izquierda, ¿la ven?, que al parecer no está interesada por el espectáculo y prefiere sumergirse en la lectura. Pero la mirada está presente en todo este cuadro que data de 1960. Se diría que es la mirada hacia el sol y que de algún modo es también la mirada del sol, o al menos su resplandor, el que les mira. Al sol no le vemos, adivinamos su resplandor. Sorprenden muchas cosas en estas figuras de Hopper. Por ejemplo, su vestimenta, sus posturas, sus actitudes hieráticas, se diría que casi tensas, en absoluto abandonadas o relajadas, como ocurre cuando nos abandonamos al sol. Aparecen estos cinco personajes sentados en sillas, y sobre todo la mujer del sombrero y las gafas asombra porque sigue vestida con su mismo traje verde de calle y su pañuelo rojo o granate al cuello; por lo tanto, el sol no le puede dar más que únicamente en las mejillas y en el mentón o quizás algo de lo que le queda desnudo del cuello, pero muy poco; lleva gafas de sol para mirar al sol, pero no se ha desabrochado ni un botón del vestido, ni se ha puesto en traje de baño: da toda la impresión de que tal como ha llegado a la solitaria terraza de esta casa se ha querido sentar y colocarse, ávida de recibir los rayos de sol, deseosa de aprovechar el tiempo cuanto antes. También sus compañeros. Se han situado como si viajaran ante el sol, como si el sol se les pudiera escapar, como si el sol pasase solo una vez igual que pasa un ferrocarril o estuviera pasando el sol en estos momentos. Entonces el reflejo del sol pasa sobre sus caras, sobre sus chaquetas y sus pantalones, sobre sus calcetines. Ni siquiera se han quitado los zapatos, ni las medias, ni los calcetines, tampoco se ha quitado sus zapatos blancos, que asoman entre las piernas, la mujer del sombrero. ¿Qué tiene entonces este resplandor de sol para ser recibido así? ¿De qué están necesitadas estas cinco figuras?

Es un misterio. Lo que quizá ustedes recordarán si han visto otras pinturas de Hopper en otros museos, será tal vez el tratamiento casi continuo que este pintor hace de la soledad. Algunos recordarán sin duda ciertos cuadros suyos porque no se van fácilmente de la cabeza, como el de la mujer sentada en la cama mirando al sol matutino, o el de la mujer en una habitación de hotel, rodeada de maletas aún sin deshacer y que hojea un libro. Allí sí se puede percibir especialmente la soledad, y cualquiera de esos cuadros, y otros también, podrían perfectamente estar aquí, pero este museo ha preferido escoger este ”Grupo de gente al sol” porque la mirada en este cuadro prevalece sobre la soledad. En esta pintura no nos fijamos en la soledad, ni tampoco en el esbozo de esa casa presumiblemente vacía, típica de Hopper, sino lo que nos sorprende es la mirada de estos hombres y mujeres hacia el sol.
¿Pero es verdaderamente ese sol natural, el sol que nosotros conocemos, el que lanza su resplandor? ¿ O es otro sol distinto, quizá un resplandor metafísico, que llega de otro mundo, un resplandor pálido pero con mucha potencia extraña, un resplandor aparentemente tenue, como una luz que se posa y baña e ilumina el sombrero blanco de la mujer y el cráneo desnudo de algunos de estos personajes? Sabemos que Hooper pintaba sus cuadros primero en su mente, dibujando y concretando todos sus detalles, sus planos, encuadres y colores, y luego llevaba todo eso al lienzo; así él lo contó muchas veces. Entonces, ¿cómo y por qué se le ocurrió representar a hombres y mujeres impecablemente vestidos mirando al sol? . Por otro lado, aquí Hooper no presenta ventanas, como ustedes pueden ver. Las ventanas son muy características en su obra; a través de ellas se observa el cielo, el sol o la luz. Pero aquí Hooper no utiliza ventanas; es el contacto directo del rostro y de los ojos con el resplandor. Ni los personajes se despojan de sus vestiduras, ni tampoco hay intermediario alguno entre ellos y el sol.
Todo son preguntas. Yo les animo a que se hagan esas preguntas. Es una forma de intentar explicarse este cuadro.”
José Julio Perlado
(del libro ”La mirada”) (texto inédito)
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
