VELOCIDAD, RUEDAS, PROGRESO

En 1901, el poeta Wilfrifd Scawen Blint escribió en su Diario: ”Ir a 25 kilómetros por hora es una experiencia realmente estimulante”. Pero desde entonces hace tiempo que la velocidad adquirió ritmo, y rimo vertiginoso., y la velocidad quiso unirse a la eficacia y a la belleza. Ahora, en el Guggenheim de Bilbao, se expone ”Motion autos art architecture” por Norman Foster, una colección de vehículos donde el diseño envuelve los secretos de la máquina, ya que sobre máquinas siempre viajamos aunque a ellas las adornen, mejoren y asombren con su belleza. El gran historiador francés Jacques Barzun dedicó varias aportaciones suyas al

efecto de las máquinas sobre el espíritu, señalando que ”la máquina nos hace sus sirvientes cautivos, ya sea por su ritmo, por la comodidad que proporciona, por el coste de detenerla o por las desventajas de no usarla. Al ser sus cautivos — añadía —, llegamos a parecernos a ella en nuestra cadencia, rigidez y en la uniformidad de nuestras expectativas. Pero además, el mecanicismo ejerce una influencia más sutil. La máquina es un agente de la abstracción. En sí misma es una abstracción porque realiza una tarea concreta y porque genera productos idénticos.

No hay margen para el capricho, la feliz equivocación o la súbita innovación que se manifiesta en la labor del trabajador manual. Esta es la razón por la que los productos de fábrica no suelen atraer nuestra mirada más que en esas contadas ocasiones en las que nos parecen nuevos y prácticos. No suscitan ensueños posteriores, ni especulaciones, ni tampoco amor.” Encima de esa máquina giran y viajan las ruedas. Recorren velozmente el camino de los

espacios y devoran velocidades de progreso. ¿Pero es siempre así? El filósofo y periodista checo- brasileño Vilém Flusser comparaba el progreso con el automóvil indicando que ” en los últimos tiempos se ha hecho evidente que los rozamientos que obstaculizan la rueda del progreso pueden ser, de hecho, superados, y que el progreso está empezando, de hecho, a rodar automáticamente. Que se está convirtiendo en un automóvil. Entonces, cualquier giro del volante por parte de la humanidad, se convertirá en innecesario. El progreso empieza a derrapar, igual que ocurre con los coches cuando ruedan sobre una placa de hielo. Y existe el peligro de que, en medio de un progreso que rueda ya sin rozamiento, la humanidad sea atropellada justamente en el momento en que intenta pisar el freno.”

(Imágenes— 1- Guggenheim/ 2 3, 4 y 5 – motorpasion