EL COLOR DE LA FANTASÍA

“… Ahora la lluvia se convirtió en aguanieve, caían cristales del cielo sobre las losas, cada cristal iba envuelto en un papel de nieve, el papel se deshacía en los charcos y un sabor dulzón a fresas, limón y mandarina lo fueron sorbiendo los insectos, y las hormigas se lo pasaron las unas a las otras bajo aquel aguacero, jamás he visto nada igual, que lluevan tantos sabores del cielo, no es lógico que caigan caramelos del cielo, pero a la vez, yo, como director de cine que soy, me acuerdo de que Vittorio de Sica hizo volar en ”Milagro en Milán” a los personajes, ¿y por qué no voy yo a hacer lo mismo?, el cielo es mío, sí señor, porque para eso hay plásticos en Cinecittá, y si no se inventan, los americanos nunca tendrán la fantasía de los europeos, es una fantasía distinta, los americanos emplean los caramelos para endulzar el final de sus películas, ni un sabor amargo, no se atreven, creen que el beso final es el que llena las salas de satisfacción mientras se pone la gente los abrigos, y la vida no es eso, la vida es beso, monotonía, superación, pero la vida también es lágrima, lucha, brevedad y olvido, por ello quiero buscar la fantasía, filmar la fantasía, el color de la fantasía, por ejemplo en el Trastévere, imaginemos el Trastévere tapado con sábanas, las sábanas son reales, habrá que comprar kilómetros de sábanas, y, por ejemplo, poner a costureras y cortadoras en sillas muy rústicas, de esas que hay en Sicilia, en el campo, y en cambio las costureras tirando del hilo siempre al mismo compás y con diademas refulgentes en los moños, como peinetas españolas. Estamos tapando el Trastévere dirán, y esa secuencia de mi película es brevísima, porque con dos manos recogen en dobleces las sábanas y van tapando balcones, uno, dos, tres balcones, pero una de las sábanas se levanta, todo el Trastévere está tapado, y ahí se me ve a mi filmando,

Al público le encanta siempre la fantasía y el color, y hay un color dentro de la fantasía que no ha visto nadie, ni siquiera yo lo he visto, un día me subí a una de las colinas de Roma, estaba la loba amamantando a sus cachorros, me agaché debajo de su vientre, había un gran portón verdoso y detrás la hilera de un jardín, ni siquiera por el ojo de aquella cerradura logré ver el color de la fantasía, sí, podía servirme aquello para una secuencia, era la finca Rúspoli y por el ojo de aquella cerradura que pestañeaba constantemente se veía el gran palacio, y detrás el Foro, y detrás el Vaticano, y detrás el cielo. Pero, ¿y el color de la fantasía?, me pregunté, ¿dónde está? La cerradura me guiñaba un ojo como diciéndome: aquí no la vas a encontrar. El color de la fantasía no aparecía por parte alguna, sí, existía el coqueteo de la cerradura, era una cerradura antigua pero con cirugía estética. “Te dejo ver”, me decía el ojo de la cerradura entre sus pestañas, “ mira Roma entera, mira Italia entera, ¿pero a qué aspiras?, ¿ no querrás ver el color que tiene la fantasía?, no, eso que tú buscas, aquí no lo encontrarás.”

José Julio Perlado

(Imágenes- 1- Trastévere- adiobe stok / 2 y 3- Roma)

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