LOS NIÑOS DE LA GUERRA

¿Qué recordarán los niños de la guerra? ¿De qué se acordarán? ¿Se acordarán cuando tenían que levantar el pie sobre la nieve para cruzar las vías destrozadas, agarrados a sus muñecos, agarrados a las manos de sus madres, siguiendo la ruta de las maletas, de los bultos, obedientes, determinados, porque así se lo ha dicho su madre a cada uno al salir, ”Tú sígueme, hijo mío, no te separes de mi abrigo, no te entretengas, anda deprisa, no te caigas, y si te caes me miras y te levantas, sigues, sigues siempre, ahora tu madre no te puede atender, vete siempre detrás de mi abrigo, luego comeremos, hoy vamos a dormir cuando lleguemos, pero no me preguntes, no me preguntes continuamente cuánto falta, yo sé cuánto falta, tu madre sabe cuánto falta, siempre te he dicho la verdad, falta muy poco, muy poco, pero hay que andar, hay que cruzar todo esto, y luego cruzaremos aquello, y luego aquel otro sitio un poco más lejos, ¿no ves a todos esos niños como tú que caminan deprisa, callados, obedientes?”.

No sé si los niños de la guerra se acordarán de todo esto. Los que son un poco más mayores y avanzan ahora sobre la nieve —-si alguno llega a ser pintor, dibujante o escritor—pintará, dibujará o concebirá un poema en que se vean las caras demudadas y los ojos llorosos bajo los gorros y las capuchas, pintará o dibujará las manos tendidas hacia el plato caliente, la extensión de las mantas en el suelo de los refugios, el resplandor y el trallazo de los bombardeos, el tronar oscuro de los aviones, pero otros, ahora más pequeños, sinplemente andan y andan tras el abrigo de su madre, llevan en la cara los besos pegados de su madre, achuchones continuos, porque en la paz y en la guerra los achuchones de las madres son constantes, las madres nunca los cuentan, nunca se ha sabido el número de besos que puede dar una madre, es número secreto, inclasificable, eterno. Desde que a una madre le colocan encima de su vientre, entre las sábanas, a su hijo recién nacido le llueven los achuchones y los besos, diluvio universal de besos que le acompañarán toda la vida.

Besos y lágrimas. Coraza de besos que llevan estos niños en las mejillas mientras cruzan la nieve detrás de los abrigos, procurando no caerse, seguir, seguir, seguir, llegar al refugio, al túnel, tumbarse, dormir.

No sé qué recordarán estos niños de la guerra.

Algún día alguno nos lo escribirá, nos lo dibujará, nos lo contará.

José Julio Perlado

(Imágenes— 1- Eugene Smith/ 2- André Fromont- 2010/ 3- Carter Bresson- 1945)