
“Me propuse a mí misma — confesaba la directora de cine Agnés Varda — que era un buen ejemplo de la creatividad de las mujeres, siempre un poco atrapadas y axfisiadas por culpa de la casa y la maternidad, rodar mi siguiente película, en 1975, sin salir de casa. Me pregunté qué podría hacer si me impusiera esas restricciones. ¿Sería capaz de encontrar mi creatividad con todas esas limitaciones…? Así que tomé esa idea como punto de partida. Y me volqué por completo en ella. Imaginé que estaba atada a un nuevo cordón umbilical. Tenía un cable eléctrico especial de ocho metros conectado a la caja eléctrica de mi casa, y decidí que como máximo podría utilizar esa distancia para rodar mi próxima película. Sólo podía alejarme de mi casa la longitud del cable. Tendría que encontrar todo lo que necesitaba dentro de esa distancia y no aventurarme nunca a ir más allá”.

