VIEJO MADRID (95) : LA CAVA BAJA

 

“La Cava Baja — así lo evocaba  Arturo Barea— es como una calle del siglo XVll que se hubiera quedado enquistada en la ciudad. Comienza en la plaza de Puerta Cerrada, donde como único recuerdo de los tiempos viejos queda una cruz de piedra monumental cuyo origen se ignora, pero que la tradición afirma se levantó en memoria de los miles que allí fueron ahorcados, en uno de aquellos patíbulos de la Edad Media. Y termina en la Plaza de la Morería, entre varias cárceles del Santo Oficio y el antiguo patíbulo de la Plaza de la Cebada, donde quemaron a millares de herejes y ahorcaron a hombres célebres en la historia, como Riego. Sin embargo, la calle es alegre y encierra dentro de sí un mundo.

 

 

Se multiplican en ella las posadas centenarias con sus portalones grandes de vigas de madera, sus patios enormes para los carros y sus techados para las mulas, llenos de estiércol, de tiestos de flores y de gallinas desvergonzadas con sus escalerillas de madera, pulidas por el pasar de las manos de diez generaciones, con sus tabernitas al lado del portal, donde se beben los vinos directamente de los pellejos tripudos, tumbados en un tablero y atadas sus bocas con una lía de esparto, cuyo otro extremo se sujeta a una escarpia de la pared, para que la boca del pellejo quede siempre alta y no rezume el vino. Son parroquianos, carreteros y campesinos, saben desbocar los pellejos y beber  a chorro  en ellos los vinos broncos de 15 y 18 grados, que dejan la garganta seca de tanino y los labios morados de color.  Son sus clientes  pueblerinos, mujeres de sayas incontables  y pomposas, muchachas quemadas del sol de las eras, con sus trajes de fiesta en sedas de colores rabiosos y hombres cachazudos, con pantalón de pana que cruje al andar y zamarra de paño gordo con vueltas de piel de oveja; sobre la camisa deslumbrante de blanca, la faja negra, bolsillo que guarda un pañuelo verde, grande como vela de barco, una navaja ancha y corva como cuerno de toro, un pedernal, un eslabón y un cordel gordo de yesca, que con la petaca mugrienta y el librillo de papel de fumar como un breviario, constituyen los utensilios de fumar. (…)

De la calle salían los coches a los pueblos limítrofes de Madrid, mediada la tarde, para terminar su viaje en el último pueblo del trayecto, a la luz de la luna.”

 

 

(Imágenes—1–plaza de San Miguel — dibujante Francisco Padilla Ortiz- la Ilustración Española y Americana- 1881- saber es/ 2–la calle de la caza—Dibujante Francisco Padilla Ortiz- Ilustración Española y Americana-1882- saber es/ 3- el Rastro —dibujante Domingo Muñoz-la Ilustración Española y Americana- 1898- saber es)

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