MI VIAJE A ANTIOQUÍA DE GALICIA

 

 

Salgo hoy temprano — Día del Libro—,  desde la  puerta de mi confinamiento y del brazo de Álvaro Cunqueiro porque nos vamos  hacia Antioquía de Galicia. “Antioquía de Galicia — me dice Cunqueiro en el portal —, ya sabe usted que está muy  cerca de aquí,  sólo hay que dar dos pasos con la imaginación y enseguida estamos, es una ciudad que vive bajo una laguna, por eso siempre tendremos que imagjnarla.  Todas estas ciudades misteriosas de los viajes antiguos —prosigue Cunqueiro —, parecen estar dormidas en el aire, colgadas de una luz dorada y sorprendida. Así estaría Antioquía en Galicia cuando lleguemos a ella , suspendida en el aire esmeraldino, casi una isla , con alegres caminos por la cintura de la colina, y se verían sus luces dos días antes de llegar a ella, y se oirían sus gallos y sus campanas.  Antioquía de Galicia — sigue hablándome  Cunqueiro en el portal — tendría entonces siete puertas, y una de ellas se llamaría de Santa María. Por el arco del Pan se llegaría  al mercado y por el arco del León a la plaza, que como el “campo” de Siena tendría forma de concha jacobea. Junto a la iglesia de la Anunciación habría un jardín para que las infantas jugaran con palomas mensajeras, y el palacio de los señores cónsules , que vestirían loba con piel de nutria y llevarían al cuello  cadenas  de oro, tendría una alta torre como una lanza, con largas ventanas encristaladas de colores y una campana de plata en el campanil. Por la rúa de las Rosas — sigue diciéndome Cunqueiro —  se llegaría a una plazoleta en la que habría una fuente y una parra, y una taberna que se llamaría “A la cabra de oro”, y en la rúa del Florín estarían los cambistas con sus gorros de Cahors, verdes con una cinta negra, y en la mano la balanza de plata, como una gran araña. Los extranjeros beberían en la taberna los vinos perfumados y contarían las historias de sus países y sus caminos, y siempre, que es de rigor en los viajes antiguos, estarían escuchando, como si les hablara desde un sueño, una hermosa mujer desconocida.

 

 

Y habría en Antioquia — sigue diciéndome Cunqueiro  en el portal—, cerca de la puerta de los Abedules y del estanque de la Garza, un estudio de flores latinas, vuelo de pájaros, geometría y flauta. Y habría también  una casa oculta tras un muro y un jardín , y en ella un gran pecado. Ese gran pecado que en las historias hace que una ciudad, de pronto, se vea cubierta por las aguas y muerta: sólo una campana canta y vive bajo la lenta y verde mano del agua. Estoy intentando oírla ahora, en la laguna, en la mañana fría. Estoy intentando ver, en la rosada neblina del alba, como en un espejo, el retrato de una ciudad, sumergida en el lago, junto al río del olvido: si en ella viven hombres sin memoria, será, en verdad, la más inquieta y desesperada ciudad del mundo; nada desasosiega como él no recordar. Si ahora tiemblan las aguas de la laguna, no será la brisa que levanta: será que estas dulces aguas olvidaron también. Olvidaron hasta la hermosa y dormida ciudad de Antioquía de Galicia.”

Y termina de hablar Álvaro Cunqueiro —y hoy, Día del Libro, me doy cuenta  de que no nos hemos movido del portal. Hemos viajado con la imaginación.  Sí, no nos hemos movido del portal.

 

 

(Imagénes – Zhao Ji/2-tórtolas/3- Sonja Braas)