“Una persona es su cuerpo y su alma. El cuerpo es un compuesto de sustancia orgánica, algo material, dotado de cualidades sensibles: color, volumen; la forma exterior, en una palabra. Luego tenemos el alma. ¿Qué es el alma? —se preguntaba el artista español Enrique Segura al tratar del retrato en la pintura — Algo indefinible, inmaterial; pero tan evidente que es lo único. Porque la materia es común a todos, pero el alma, no, pues, ¿qué es, por el contrario, lo que nos distingue a unos de otros? Por tanto, la captación de ese fluido misterioso que irradia de los rostros y que es más que la simple ordenación de formas y rasgos; esa vibración arcana de la carne constituye el objeto esencial del retrato. Esta es la realidad psíquica que se esconde en la faz humana. Porque no es la forma peculiar de un rostro, la fisonomía, la que determina su personalidad, sino, lo contrario, la personalidad del sujeto determina la peculiaridad de su forma. Investigar esta personalidad, descubrirla, constituye el fin primordial del pintor de retratos. Todo lo demás — el parecido, la sensación de la vida, la gracia — se nos dará por añadidura.”
(Imágenes: 1-Amedeo Modigliani – 1907/ 2- Amedeo Modigliani – 1917)