VERANO 2019 (2) : RETIRO Y SOLEDAD

 

 

“Hemos de reservarnos una trastienda muy nuestra, libre — dice Montaigne —, en la que establezcamos  nuestra verdadera libertad y nuestro principal retiro y soledad.  En ella se ha de tener ordinaria charla con uno mismo y tan privada que ninguna relación o comunicación extraña halle en ella lugar; discurrir y reír allí como si se careciera de mujer, hijos y bienes, escolta y criados, para que cuando acaezca el momento de la pérdida, no sea nuevo para nosotros prescindir de todo ello. Tenemos un alma capaz de volverse sobre sí misma; puede hacerse compañía;  tiene con qué atacar y con qué defenderse, algo que recibir y algo que dar; no temamos languidecer en esa tediosa soledad.”

(Imagen – reaktorplayes)

RETRATAR EL ALMA

 

 

“Una persona es su cuerpo y su alma. El cuerpo es un compuesto de sustancia orgánica, algo material, dotado de cualidades sensibles: color, volumen; la forma exterior, en una palabra. Luego tenemos el alma. ¿Qué es el alma? —se preguntaba el artista español  Enrique Segura al tratar del retrato en la pintura — Algo indefinible, inmaterial; pero tan evidente que es lo único.  Porque la materia es común a todos, pero el alma, no, pues, ¿qué es, por el contrario, lo que nos distingue a unos de otros?  Por tanto, la captación de ese fluido misterioso que irradia de los rostros y que es más que la simple ordenación de formas y rasgos; esa vibración arcana de la carne constituye el objeto esencial del retrato. Esta es la realidad psíquica que se esconde en la faz humana. Porque no es la forma peculiar de un rostro, la fisonomía, la que determina su personalidad, sino, lo contrario, la personalidad del sujeto determina la peculiaridad de su forma. Investigar esta personalidad, descubrirla, constituye el fin primordial del pintor de retratos. Todo lo demás  — el parecido, la sensación de la vida, la gracia — se nos dará por añadidura.”

 

 

(Imágenes: 1-Amedeo Modigliani – 1907/ 2- Amedeo Modigliani – 1917)

RILKE Y TOLEDO

 

 

”Rilke se quedó mirando aquel Toledo bajo cielos plomizos, con luces violentas en los ángulos, con una honda y estrecha hoz del Tajo, con unos cerros agrios, un abrupto pedazo de tierra, la Huerta de Safon mirando hacia el Puente de Alcántara, los cerros de la Sisla y de la Degollada, el Castillo de San Servando y el Alcázar. El Greco había querido hacer un Toledo distinto y eso es lo que fascinaba a Rilke, la sinfonía del azul, del ocre y del gris. El poeta definía Toledo como una ciudad del cielo y de la tierra que estaba hecha  tanto para los ojos de los muertos como para los de los vivos y los ángeles.

Allí estaba él, mirando aquella tarde Toledo. Era un personaje no muy alto, de rostro alargado, con una frente atormentada y unos ojos azules de niño y de vidente a la vez, una nariz cuyas aletas se abrían con la respiración cada vez que leía un poema en voz alta y con una gran boca rodeada por un bigote rubio y caído, todo acompañado por una risa precipitada de niño.  Guardaba grandes ilusiones para su futuro: procuraría ponerse en estado de gracia para escribir aprovechando las condiciones exteriores e interiores más favorables, por ejemplo, la ausencia de preocupaciones materiales o la tranquilidad de un lugar estable, o también una alimentación sencilla, compuesta de legumbres y frutas, y buscando asimismo un sueño reparador, pero, sobre todo, la soledad.  Necesitaba la soledad para crear,  le era absolutamente imprescindible. Como  ocurre con frecuencia en la vida, algunas de esas cosas las conseguiría y otras no, pero siempre encontraría la soledad.”

José Julio Perlado -( del libro “Relámpagos”) (texto inédito)

 

(Imágenes – 1- El Greco- Toledo/ 2-Rainer Maria Rilke)

ANIMALES E IMAGINACIÓN

 

 

Un libro póstumo de Ferlosio , “De algunos animales”,  nos  lleva hasta el universo de la fantasía, el dibujo y la narración en torno a animales reales o inexistentes, creados por la pluma o  por la prosa, animales extravagantes y a la vez atrayentes, temas y figuras abordadas por escritores de todos los tiempos. Michel Pastoureau en su volumen sobre los “Animales célebres” nos llevó  de la mano desde el Minotauro hasta la Loba Romana, desde el rinoceronte de Durero a los gatos de la calle Saint-Severin o al monstruo del lago Ness,  perfiles sorprendentes cabalgando entre  realidad y  ficción.

Alberto Manguel, en su “Guía de lugares imaginarios”,  resume un texto de 1654 sobre la República de los animales, y allí cuenta de qué modo esa República  está gobernada. La preside —dice— el fénix, y sus embajadores son los monos. Los tigres y los leones son soldados, los gansos y los perros centinelas, los loros, intérpretes, las cigüeñas, médicos, y el unicornio ( animal solitario, olvidado por Noé durante el Diluvio) es el toxicólogo jefe y se ocupa de hallar los antídotos de todos los venenos. Hay en esa República dos religiones principales: el culto al Sol, en el que creen casi todos los animales, y el de la Luna, una secta cada vez más importante, promovida por los elefantes. El viajero de visita en esta isla — que se encuentra en una vasta región que no figura en los mapas, poblada de especies muy diversas de animales y pájaros —,  podrá  admirar el palacio del ave fénix y asistir a los magníficos espectáculos que allí se ofrecen, como el “Desfile de los Colores” en el que participan todas las aves del Paraíso.

 


 

Muchos escritores han quedado fascinados por los animales  tanto comunes como extraños. Entre otros, el mexicano Juan José Arreola congregó en 1959, y en su “Bestiario”,  la figura del rinoceronte, la del bisonte, el avestruz, el búho, la boa, la hiena, el ajolote, él hipopótamo, los monos y el elefante, y hablaba del marfil del elefante, como de “ esa noble sustancia, dura y uniforme, que los paquidermos empujan secretamente con todo el peso de su cuerpo, como una material expresión de pensamiento. El marfil,  que sale de la cabeza y que desarrolla en el vacío dos curvas y despejadas estalactitas. En ellas, la paciente fantasía de los chinos ha labrado todos los sueños formales del elefante.”

 


 

(Imágenes- 1- elefante en Sri Lanka- foto manish swarup- the cristhian- sciencie monitor/ 2-  rinoceronte por Durero/ 3-midnightmartinis)

VIAJES POR EL MUNDO (23) : MACCHU – PICCHU

 

 

 

“Inmensas rocas, que con la luz de la mañana parecían talladas con figuras y colosales frisos, que hacían imaginar un misterioso simbolismo , se elevaban hasta el cielo de un azul profundo – cuenta el escultor español Victorio Macho en susMemorias”-. Allá arriba, a una altura de sensación vertiginosa para un europeo, aparecía escalonada la fantástica ciudad fundada por los incas. La peripecia de la ascensión por una carretera angosta y de curvas tan peligrosas que amenazaban desbarrancarnos, fue  impresionante, hasta que al fin llegamos al albergue de turistas situado en una amplia explanada y nos produjo agradable sorpresa encontrarnos en una habitación confortable con ancha ventana frente al grandioso anfiteatro de cumbres graníticas que parecían ascender como plegarias al cielo.

 

 

Las ruinas de la ciudadela incaica surgen como brotando de las mismas formas rocosas. Salieron de su entraña y están labradas en su propia materia granítica. Son su prolongación y expresión, de tal modo que parece que aquel lugar hubiera sido así desde el comienzo del mundo. Piedras y piedras  carcomidas por el abandono y por los siglos, impresionantes restos de templos y palacios, pórticos y ventanas de un estilo constructivo inconfundible, y que, sin embargo, tiene tan extraña semejanza de líneas y volúmenes con la arquitectura egipcia.

Al amanecer, fue surgiendo sobre la imponente crestería de cumbres y nevados la luz dorada de los destellos solares. De pronto apareció el prodigioso disco radiante, que todo lo iluminaba con luz cegadora, y entonces comprendí la adoración del indio por el astro del día, el ardiente fecundador de la madre tierra.”

 

 

(Imágenes-: -Macchu Picchu -BBC)

VERANO 2019 (1) : OLOR DE JAZMÍN

 

 

“¡ Qué tristeza de olor de jazmín ! El verano

torna a encender las calles y a oscurecer las casas,

y, en las noches, regueros infinitos de estrellas

tiemblan sobre los ojos cargados de nostalgia.

En los balcones, a las altas horas, hay

blancas mujeres mudas, que parecen fantasmas…

… El río manda, a veces, una cansada brisa,

el ocaso una música imposible y romántica…

La penumbra se llena de suspiros; el mundo

se viene, en un olvido lánguido, a flor de alma,

y se cogen libélulas con las manos caídas,

y, entre constelaciones, la alta luna se estanca…

¡Qué tristeza de olor de jazmín! Los pianos

están abiertos…, hay en todas partes miradas

ardientes…, por el fondo de cada sombra azul

se esfuma una visión apasionada y pálida…”

Juan Ramón Jiménez -“Olor de jazmín” – “Laberinto” (1910- 1911)

 

 

(Imágenes- 1- Richard Miller – 1910/ 2- Peter Ilsted)

LA MÚSICA Y ROBERT WALSER

 

 

“La música es para mí lo más dulce del mundo. Amo las notas hasta lo indecible.  Para oír una nota, soy capaz de saltar mil pasos.  A menudo, cuando recorro en verano las calles calurosas y resuena el piano en alguna casa desconocida, me detengo creyendo que debería morir en ese lugar —escribe Robert Walser en 1902 —. Me gustaría morir escuchando una pieza musical. Me lo imagino tan fácil, tan natural, y sin embargo es imposible, como es lógico. Las notas son puñaladas demasiado débiles. Las heridas de tales punzadas escuecen, claro, pero no destilan pus. Manan tristeza y dolor en lugar de sangre. Cuando las notas cesan, todo vuelve a serenarse en mi interior.  Entonces me pongo a hacer mis deberes escolares, a comer, a jugar, y lo olvido. El piano emite la nota más fascinante, aunque la toque una mano chapucera. Yo no escucho la ejecución, sino sólo las notas. Nunca podré convertirme en músico, porque nunca me hartaría de la dulzura y la embriaguez de la composición. Escuchar música es mucho más sagrado. La música siempre me entristece, al modo de una sonrisa triste —gratamente triste, me gustaría precisar —. No consigo encontrar alegre la música más divertida, y la más melancólica no me resulta demasiado triste y desconsoladora. Ante la música siempre me embarga una sola sensación: la de que me falta algo. Nunca llegaré a saber la razón de esa dulce tristeza, y nunca intentaré indagar en ella. No deseo saberlo. Yo no deseo saberlo todo (…)  La música me encuentra dondequiera que yo esté en ese momento preciso. Yo no la busco. Me dejo halagar por ella (…) Cuando no escucho música, me falta algo, pero cuando la escucho es cuando de verdad me falta algo. Esto es lo mejor que sé decir sobre la música.”

 

 

(Imágenes -1-Xavier Bueno- 1942/ 2-Edgar Degas)

EN LOS MÁRGENES

 

 

“En los márgenes de los libros yo he escrito mucho durante años. Quizá treinta, cuarenta años. Sigo haciéndolo. Ha cambiado mi letra pero no mi curiosidad. Cuando abro de nuevo el “Rilke” de Angelloz , por ejemplo,  leo mi letra en los márgenes y me lleva a mañanas solitarias — las seis, las siete de la mañana, antes de irme a la Universidad —en donde Rilke me hablaba y me habla, hablaba también Rodin con sus consejos: trabajo y paciencia. La paciencia me ha acompañado a esas horas, me ha acompañado siempre, hemos ido la paciencia y yo buscando un banco ante el mar, en el campo, la paciencia se ha sentado conmigo y me ha abierto la página del trabajo, el dedo de la paciencia me ha  ido indicando la cita de Rodin, la de Rilke la de Proust, la de Tolstoi, la de Woolf, me ha ido indicando qué debía anotar,  corregir, analizar, cómo no tenía que  correr,  cuánto había que esperar, apuntar  las sorpresas, dejar testimonio manual de  aquello que me estaba formando, el libro de los márgenes, el libro de mi letra personal, subrayados, flechas, pensamientos,  regalos asombrosos de autores, ocupaciones,  ideas, obsesiones, inquietudes.

Uno  quizá debía  de publicar los márgenes de lo que escribió en su día durante años mientras iba leyendo. Es un río de pensamientos. Viene la paciencia y el trabajo a lo largo del río y me entrega años de lectura y de  silencio.

José Julio Perlado

(Imagen- Diario de Katerine Mansfield – 6 septiembre 1911)

LA OBRA DE LOS DEDOS

 

 

“Al igual que la lectura — dice Giovanni Pozzi al elogiar el silencio —, la escritura es un proceso silencioso, pero animado por un movimiento inverso: la lectura extrae de los caracteres alfabéticos un significado y lo deposita en el espíritu; la escritura, en cambio, lo busca en el mismo espíritu y lo despliega en la página trazando un camino silencioso. La tinta corre sin gemir, y la pluma discurre por la superficie uniforme de la hoja sin raspar. Una vez completada la página, las curvas y astas de los caracteres dibujan sobre el blanco de la hoja contornos armónicos parecidos a los que forman el conjunto solitario de las flores de su parterre. El significado emana de ellos como el perfume emana de las flores. Este encantamiento no pertenece al mundo de las máquinas de escribir con sus repiqueteos oscilantes. Obra de dedos movidos por manos inertes y fijas, en lugar de por el movimiento de la mano entera que avanza al ritmo de la palabra, el texto escrito a máquina llega al mundo por cesárea y no por parto natural; máxime en el nuevo tipo de soporte electrónico, que rompe el tradicional vínculo entre la escritura y su soporte, inseparables hasta ahora. Los dedos no median, sino que dominan, y los caracteres ya no representan el silencio elocuente del texto impreso en la página en blanco, sino la locuacidad muda de la multitud metropolitana. Cruzarse sin saludarse, apiñarse sin tocarse, observarse fugazmente, encontrarse sin conocerse en la soledad de la masa inquieta.”

 

 

(Imágenes – 1- Henry Moore- 1979/ Janine Antoni – 2004- artnet)

MUDANZA

 

 

“En donde confluyen los interiores

de sus primeros años

pasaron compañías de mudanzas

con sus camiones de atrezo

y se llevaron los objetos del pasado

—camas, alfombras, lámparas, gente,

documentos, cómodas —

dejando atrás un monumento tangible

de su vida y de cómo la vivió:

Un árbol verde sopla fuera

internándose en la habitación

por la ventana doble, formando rectángulos

de color crema

sobre la pared con la ventana y la pared

con el nicho y sobre

el suelo de madera desnudo, el sol matutino

habita el vacío

con luz americana.”

L. E. Sissman  – “Hello, darkness” (1978)

 

 

(Imágenes -:  1.-Hopper – Sol en una habitación vacía -1963- colección privada/ 2- Hopper- cielo rojizo)

LA VOZ DE ORTEGA

 

 

“Ortegaescribe Pla con sus grandes dotes de observador – es de estatura pequeña, pero grueso y metido en carnes, y viste una excelente americana cruzada de color gris claro, sobre la cual destaca un cuello planchado, reluciente, y una corbata azul, a lunares blancos. Un hombre bajito, vigoroso, uno de esos hombres que parece que tienen que llevar unos tacones una pizca más altos que los corrientes. Pero todo eso es secundario en esta figura, porque lo que fascina inmediatamente de este hombre son las líneas del rostro y el relieve de la cabeza, que eliminan del campo visual todo lo demás.

El contorno de la cabeza, invadida por una acentuada calvicie, es voluminoso. En ella destacan unas facciones a medio dibujar, de cierta rudeza, de acentuada volumetría, que a veces parecen modeladas en barro de una manera  tosca, que no ha logrado alcanzar la suavidad y la finura, pero que impresionan, por su masculinidad y la fuerza del relieve. La frente es amplia y vasta, prominente, y, debajo de las cejas, los ojos palpitan de vida: unos ojos matizados, de una movilidad sorprendente, que siguen las incidencias de la vida mental del profesor —en este momento su discurso — con una fidelidad absoluta, como siguen sus gestos, sus censuras o sus preferencias.

 


 

La voz de Ortega es prodigiosa. Es una voz llena, de barítono granado, de una admirable precisión  de matices, de una vocalización perfecta, llevada hasta las últimas exigencias vocales.  Por eso es una voz que parece sólida y al mismo tiempo es suave, afrutada, delicada, de superficies que incitan al tacto. Es como un mueble viejo, de buena madera, sólidamente construido y llevado, por medio de un trabajo persistente y misterioso, a presentar unas superficies bruñidas, de brillos fascinadores, de reflejos soñados. Esa doble serie de condiciones — esta voz sólida y fluida a la vez, estructurada y líquida — hace que se os aparezca como una cosa perfecta, acabada (…) En la oratoria de Ortega, el constructor del idioma y el artista del idioma son inseparables. (…)  Los oradores castellanos ( en general) tienden al solo de clarinete . El instrumento de Ortega es el violonchelo, un violonchelo de buena madera, muy bien ajustado, explícitamente bien tocado.”

 


 

(Imágenes-1- Ortega por Zuloaga/ 2-Nasa/ 3- Max Ernst- 1964- Galería lufof)

LAS CUATRO DE LA MADRUGADA

 

 

“Cada día, excepto si llueve a cántaros, o si se levanta mucho polvo, como hoy, que no se puede respirar — le decía Amos Oz a Shira Hadad en una de sus conversaciones — hago mis paseos matutinos. Eso me ayuda a ver las cosas en su justa medida: ¿qué es más importante?, ¿qué no lo es?, ¿qué se habrá olvidado en unos días?, ¿qué no será olvidado? Paseo incluso antes de tomarme un café. Me levanto, me ducho, me afeito y salgo. A las cuatro y cuarto, ya estoy en la calle; a las cinco menos cuarto estoy de vuelta; un poco antes de las cinco —fuera es aún noche cerrada —, ya estoy con el café en la mesa. Esas son mis horas. Ese es todo el ritual.

 

 

Yo no sufro, no me cuesta levantarme a las cuatro. Me despierto sin despertador. Incluso los sábados, incluso los días de fiesta. Esas son  las horas en las que nadie me necesita. En Arad salía a caminar por el desierto antes del amanecer, porque el desierto comenzaba a cinco minutos de mi casa.  Aquí, a veces camino por el pequeño parque, o simplemente por las calles, porque me resulta interesante. Las ventanas están oscuras, salvo en el baño donde dejan la  luz del baño encendida. Hay mucha gente que deja la luz del baño encendida por la noche. Tal vez piensan que eso asustará a los ladrones, o quizá lo hacen por si el niño se despierta durante la noche. Tal vez piensan que la muerte no vendrá si hay luz en el baño.

A veces tengo la oportunidad de darle los buenos días al repartidor de periódico. Hace unos días vi en un jardín a un joven con un perro a las cuatro de la madrugada. No estaba paseando, solo jugaba con el perro en el césped a las cuatro de la madrugada. Le arrojaba un palo y el perro se lo devolvía.  Y yo, mientras camino a esas horas, pienso en lo que me aguarda sobre  la mesa. Porque casi siempre estoy en medio de algo. Así que pienso dónde estaba ayer, dónde lo dejé, adónde quiero llevarlo. No siempre ocurre lo que pienso, pero pienso, sí, y de algún modo también conduzco a las personas, conduzco a los personajes.”

 


 

(Imágenes -1-André Wythe/ 2-Theodore Major/ 3- Lesser Ury- 1920)

SALIR DEL NOCTURAMA

 

”Esta mañana en mi cuarto de trabajo, en casa, me han rodeado como siempre que escribo murciélagos y jerbos de Egipto, erizos, búhos y lechuzas nativos, zarigüeyas australianas, martas, lirones y lémures que saltaban de rama en rama, corrían velozmente de un lado para otro entre mi cuaderno y mis libros, y también por el suelo de arena amarillo grisáceo o desaparecían de pronto en el bambú. Me había sentado un rato con Sebald para leer juntos “Austerlitz” y la verdad que de toda la mañana solo persiste en mi recuerdo el mapache, al que observé largo rato mientras  él estaba con rostro serio caminando junto a mi ordenador, lavando una y otra vez el mismo trozo de manzana, como si confiase en poder escapar mediante esos lavados, que iban mucho más allá de toda meticulosidad razonable, aquel mundo falso al que, en cierto modo sin comerlo ni beberlo, había ido a parar.

Por lo demás, de los animales que albergaba el Nocturama de Amberes en donde yo estaba escribiendo, sólo recuerdo que varios de ellos tenían unos ojos sorprendentemente grandes y esa mirada fijamente penetrante que se encuentra en algunos pintores y filósofos que, por medio de la contemplación o del pensamiento puros, tratan de penetrar la oscuridad que nos rodea. Además, creo que me rondaba también por la cabeza la pregunta de si, al caer la verdadera noche, cuando el zoo se cerraba al público, encendían para los habitantes del Nocturama la luz eléctrica, a fin  de que, al hacerse de día sobre su universo en miniatura invertido, pudieran dormir con cierta tranquilidad…

Por entonces – era el fin de la mañana – me llamaron a comer. Tardé mucho en poder salir del Nocturama. Me rodeaban todos los animales puesto que cuando uno escribe arrastra durante mucho tiempo lo vivido. Por eso, ya en el comedor y ante mi plato, sin  duda provocado por la visita al zoo con mi lectura y con mi pluma, seguí viendo las jaulas para leones y leopardos empotrados en los nichos de mármol y acuarios para tiburones, pulpos y cocodrilos. Estuve largo tiempo esperando a que se fueran del comedor pero no se fueron. Es la pasión por la escritura.”

José Julio Perlado

 

 

(Imagénes- 1-Stanley Spencer/ 2- tapiz de mitad del siglo XlX)

¿ LA ALHAMBRA?

 

 

“Hay un copioso estanque que semeja

al mar de Salomón,

pero que no descansa sobre toros;

tal es el ademán de los leones,

que están sobre el brocal, cual si estuvieran

rugiendo los cachorros por la presa;

y como manantiales derraman sus entrañas

vertiendo por sus bocas caudales como ríos.

Y junto a los canales, hincadas, corzas huecas

para que el agua sea trasvasada

y rociar con ella los parterres

las plantas y asperjar  los juncos de aguas puras

y el huerto de los mirtos con ellos abrevarlo;

y siendo como nubes, salpican un ramaje

fragante, con aromas de esencias, cual si fuera

de mirras incensado”.

Selomo Ibn Gabirol ( poeta judío del siglo Xl) ( traducción de Elena  Romero)

 

 

(Imágenes- 1- turismo de Granada/ 2- Sorolla – la Alhambra- 1917 – Museo Sorolla)

 

ÁRBOL

 

“Tres cosas era este árbol en su forma. Estaba allí, en el centro. ¿Estará todavía?  ¿Seguirá estando? Eso es lo que yo me pregunto desde hace días con una angustia inexplicable, si es que la angustia puede tener alguna vez explicación.

La primavera lo dejaba tan intacto como el invierno, porque la nieve no se posaba en sus ramas, ni grandes ni pequeñas, donde tampoco había cobijo para los insectos. No lo vi brotar en tantas y tantas primaveras como pasé por allí sin dejar de mirarle y darle la vuelta. Cada día, ni un capullo ni un brote.

 

 

El árbol era viejo y no lo era; había alcanzado la edad de ser, la edad del ser. No era, pues, ni viejo ni joven; había traspasado ya el límite de la generación. Si era viejo lo era según ese criterio de la generación, porque ya no brotaba.

Y crecían hasta que ya se quedaban allí y ya no salían porque se habían muerto o, más que muerto, extinguido o, mejor dicho, metamorfoseado. ¡Qué aventura íntima de la savia y de las raíces intactas y gloriosas, casi a flor de piel, de aquel árbol que había crecido de esa manera, abriéndose y cerrándose!

 

 

Pero abriéndose en forma que se dibujaba en el aire, que no era un lugar de tránsito ni un lugar de metamorfosis, porque ya no podía cambiar, sino un lugar, una criatura que simplemente era aquel árbol.

¿De qué reino? Algún botánico lo habrá estudiado, pero mi ignorancia no lo sabe. No lo sé más que porque lo he visto, porque lo he amado, y ahora porque lo sueño. Y, si lo sueño tanto, ¿no será que ya no existe, que se ha convertido en sueño mío este ser?

No, nadie se podía acercar a aquel árbol a causa de la respiración que de él emanaba. ¿De dónde? ¿De sus ramas? ¿De su corazón encendido todavía? No sabría decirlo. Pero aliento aquel árbol, Señor, sí lo tenia.”

María Zambrano – “Árbol” (1985) – “Algunos lugares de la pintura”

 

(Imágenes- 1-Pier Mondrian -1910/ – 2-Alicia Rothman/ 3- Andrés Wyeth- 1959/ 4-Paul Signac 1893)

FLORES

 

 

“Cuando hay flores en una habitación – escribe  Siri Hustvedt– mi mirada se fija en ellas. Siento su presencia como no me sucede con las sillas, los sofás, las mesitas de café o las cortinas. Creo que  la  fascinación que ejercen sobre mí se debe al hecho de que están vivas y no muertas. La atracción es prerreflexiva (crece en mi cuerpo antes de que pueda articular un pensamiento).  Antes de nombrar la flor (si es que puedo), antes de que me diga a mí misma que me atraen sus capullos, la sensación placentera ya me ha envuelto. El color rojo es particularmente excitante.  Es difícil dar la espalda a unas flores rojas; dejar de mirar una amarilis en todo su esplendor, con sus gruesos tallos verdes erguidos o combándose ligeramente contra las paredes del florero de cristal que los contiene. Cuando cae la nieve mi felicidad se acrecienta: el rojo sobre el blanco visto a través de una ventana. Y en verano no puedo resistirme a observar durante dos, tres o cuatro minutos las peonias que se han abierto en un grueso cuajo de pétalos, con sus estambres de color amarillo ocre.”

 

 

(Imágenes-1 – Georgia O ‘ Keeffe- 1927/ 2- Georgia O ‘ Keeffe 1927)