LA RESURRECCIÓN DE LA MADRE

 

 

“Ponte el abrigo. Y la bufanda.

Cogerás frío. Cierra el armario.

¿Cuándo vuelves? ¿Cuándo vuelves?

Seguro que llueve. Llueve.

Al volver compra pan.  Pan.

Arriba, ya son menos cinco.

He traído una cosita rica.

Llegamos hasta el día dos.

Hoy no es festivo. ¿Para qué lo abres?

Dios mío, ¡otro disparate!

Fuera de aquí. Fuera de aquí.

Tu padre y yo no hemos podido dormir.

 

 

Cómo corren los días. Días.

He dicho hasta el botón de arriba.

Con éstos, por el mal camino.

Hay que cortar ese pelo. El pecho

desabrochado. Me volveré loca.

¿Te crees que esto es una despensa?

Sé una persona.

Ponte derecho.

Hay que hacer un recado.

Cuélgalo de la percha.

Esta tos no me gusta.

A la cama. A la cama.

No hables en su presencia.

Ya son menos cinco. Arriba. Arriba.

Tenía que comprar un piano. Piano.

Fortalécete, como el acero.

Me llevará a la tumba. Tumba.

Deja que te toque la frente. Frente.

No fumes. No te arruines

los pulmones. No seas impertinente.

No cojas frío. Esta noche ha nevado.

Está claro, tú has bebido.

Está claro, tú has bebido. Confiésalo.

Te quedas solo. Riega las plantas.”

Vladimir Gandelsman – ‘La resurrección de la madre” – (traducción  de Elionor Gustín Masot )

 

 

(Imágenes-1-August Sander -allt -art- or/2- Judy Drew/ 3-Nnmandi Okonkwo)

UN PALCO EN LA ÓPERA

 

 

Oliver Sacks cuenta en su “Musicofilia”  que él conoció  a un tal Martin que se sabía más de dos mil óperas, así como “El Mesías”, el “Oratorio de Navidad” y todas las cantatas de Bach. “Llevé partituras de algunas de estas obras – dice -, y le puse a prueba lo mejor que pude; no le encontré ningún fallo. Y no eran sólo las melodías lo que recordaba. De tanto escuchar las interpretaciones había aprendido lo que tocaba cada instrumento, lo que cantaba cada voz.”  Pienso que era como permanecer continuamente sentado en un palco, asistiendo incansable al desfile de casi todas las óperas del mundo.

 

 

A finales de la década de 1830, – como evoca Tim Blanning enEl triunfo de la música” -, la condesa de Blessington describió de modo preciso el palco real del San Carlo : “ El palco real  – contó– se encuentra en el centro del teatro y constituye un objeto sumamente sorprendente y decorativo. Sobresale considerablemente, apoyado sobre palmeras doradas y rematado por una gran corona, de la que descienden a los lados unas sólidas colgaduras, aparentemente de metal pintado y dorado, imitando un paño de oro, sostenidas por figuras de la Fama. El interior está revestido de paneles de espejos y forrado con terciopelo carmesí adornado con flecos dorados.”

Y ahora, como si estuviéramos ante un palco histórico casi encima  del tiempo, una exposición en Madrid, en Caixa Forum, nos acerca a las intimidades de la ópera y  sus teatros.  Esos teatros de la ópera a veces han realizado en algunas ciudades viajes insólitos. En la capital de Francia, por ejemplo, – si seguimos los pasos de Eric Hazan en “L’ invention de París” -,  nos encontraremos  con la calle donde está la iglesia de Notre- Dame- des- Victoires, y esa calle conoció tres óperas. Más tarde la ópera emigró hacia 1780  a otro sitio cercano al bulevar de los Italianos y en 1821  la Ópera se alejó algunos metros más, atravesando ese bulevar y fijándose al fin en la gran Ópera del siglo XlX, la mítica sala de Rossini, Donizetti, Berlioz, y en otro sentido, de Balzac y de Manet, para, tiempo después, establecerse en la que hoy conocemos y admiramos. Viajes de  óperas, voces y músicas  y viajes de tantos escenarios.

 

 

(Imágenes- 1- Mary Cassatt- 1878 – Museo de Bellas Artes de Boston/ 2- foto David Leventi – Ópera de Estocolmo / 3- Ópera de París- wikipedia)

LOS TRABAJOS DE LA MANO

 

 

“Empiezo a darme cuenta: la mano

que escribe los versos

ha envejecido. Ha dejado de amar la arena

de las dunas, las tardes de lluvia

menuda, el rocío matinal

de los cardos. Prefiere ahora las sílabas

de su aflicción.

Siempre ha trabajado más que su hermana,

un poco mimada, un poco

perezosa, más bonita.

Le ha tocado siempre

la tarea más dura: sembrar, coger,

coser, fregar. Pero también

acariciar, es cierto. La exigencia,

el rigor, acabaron fatigándola.

El final no puede tardar: ojalá

tenga en cuenta su nobleza.”

Eugenio de Andrade– “Los trabajos de la mano” -“Oficio de paciencia” (1994)

 

 

 

(Imágenes- 1-Paul Caponigo- 1965/ 2-Man Ray -1937)