PRINCIPIOS DE PROUST

 

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Ahora que se publica en español «Marcel antes de Proust» (ediciones Godot) uno se vuelve a los textos que marcaron su camino de escritor: «los placeres y los días», «Jean Santeuil», las crónicas, los prefacios a Ruskin, los «pastiches», la crítica literaria y «Contra Saint-Beuve» que van acercando poco a poco la prosa y los matices de «En busca del tiempo perdido».

Las crónicas, por ejemplo, unen la literatura y la música bajo apariencias mundanas, como «un domingo en el Conservatorio«(1895), o «una fiesta literaria en Versalles (1894), igualmente con el teatro en «la silueta de un artista» (1897) o la pintura, «una tribuna francesa en el Louvre» (1920). Los mismos salones parisinos, como ha señalado el mayor especialista en Proust, Jean-Ives Tadié, son la ocasión de sacar a escena la literatura y las artes, presentar las modas y precisar la situación de cada uno. Es el ojo de Proust que observa la entrada en el concierto de «la bella reina, la condesa Greffulhe, espléndida y sonriente. Del brazo del príncipe alerta y cortés, atraviesa el escenario entre el encanto que su aparición despierta y, en cuanto la música comienza, ella escucha muy atenta, con aire imperioso y dócil, sus bellos ojos fijos en la melodía que se inicia».

 

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En «Sésamo y lirios» (1906)»‘ Proust se adentrará, como tantas otras veces, en la lectura. La lectura, dirá, puede ayudar a descender sobre nosotros mismos y tratará ya ese misterio del tiempo que más adelante será central en su obra. «La potencia  de nuestra sensibilidad y de nuestra inteligencia – escribirá – no podemos mas que desarrollarla en nosotros mismos, en las profundidades de nuestra vida espiritual (…) , nos acercaremos al lenguaje de los viejos libros en los que el Pasado surge en medio del presente».

Hace ahora exactamente un siglo – a principios de 1917 -, Proust se presenta ante Lucien Daudet como «un extraño personaje de Wells» pues él – dice – no se ha acostado desde hace cincuenta horas». Está dedicado a comprobar «ciertos documentos de bibliografía militar» para incluirlos en «El Tiempo recobrado». Y en ese año – como revelará Celeste Albaret, la mujer que le atendió mucho tiempo – Proust quiso hacer la experiencia de permanecer durante dos días como un muerto, sin llamar a nadie, sin avisar, sin dar ningún signo de vida. «Creo – confesaba Celeste en sus «Memorias«- que él ha querido pasar por la experiencia de la muerte, experimentar la mayor pérdida de conciencia».

 

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(Imágenes.- 1.- Proust- Emile Blanche/ 2.-París- exposición universal 1889/ 3- París – 19oo)