“Juan Ramón se queda absolutamente solo cuando muere Zenobia – evoca Ricardo Gullón en 1981 – Hay que pensar que Zenobia no era sólo su mujer -si además era su amante o su novia, no lo sé -. Era una mujer única, que le servía como secretaria. que era sus manos para todo lo práctico, “su peluquero”, su chófer…” (Ahora que aparece “Vida. “Días de mi vida” (“Pre-textos”), estos tiempos solitarios del poeta cobran aún más vigencia) “Juan Ramón– prosigue Gullón – se queda como un inválido; ha dependido cuarenta años de ella.
Cuando lo llevan a su casa, ahí sí le da un verdadero acceso de locura. Según referencias de la sirvienta, todo el trabajo de Zenobia, de años y años, de ordenación de su obra, lo tiró, lo revolvió y lo pisoteó. Muerta ella ya no le interesaba su obra ni nada. Juan Ramón se abandona, no quiere comer, ni lavarse, ni cortarse el pelo, no quiere vivir. Hay que ayudarle a salir de esa situación. Con la secretaria del doctor Benítez aparece otro ser providencial, pero
no consigue nada porque es demasiado débil. Se lo llevan a Vallamón; doña M.E. Guzmán, enfermera enérgica, lo baña, le corta el pelo, lo cambia, hace que se discipline, y mejora notablemente. Sigue viviendo en el hospital. Tiene de secretaria a Raquel Sarraga, la cual le incita a que escriba; le saca papeles… Juan Ramón sólo quiere ver cosas de Zenobia, no piensa más que en ella. Intenta escribir pero no puede…”
Veinticinco años antes, Gullón, que conoció muy bien a la mujer del poeta, la recordaba: “Zenobia era una observadora objetiva y fiel de su marido, de sí misma y de los demás; tenía singular arte para los retratos rápidos y las descripciones expresivas; para recoger con sobria precisión el contorno de de seres y sucesos (…) Pocas páginas habrá tan patéticas como las dedicadas a narrar lo ocurrido en el sanatorio de Boston, el día en que, verano de 1956, el médico que la asistía la hizo saber con claridad que le quedaba poco tiempo de vida. Zenobia
hace constar cuánto agradece al médico su honradez y el que no le ocultara la gravedad de la situación, pues gracias a eso podrá ajustar “su horario” a las necesidades de Juan Ramón. Y nada da mejor idea del temple de aquella singular mujer que comprobar, por las anotaciones subsiguientes, cómo aquel mismo día, tras recibir la tremenda noticia, escribió no menos de ocho cartas, todas probablemente hablando y ocupándose de Juan Ramón“. (En los días últimos de Zenobia– añade también Gullón en 1981 – ya se sabe que el Premio Nobel va a ser para el poeta, y el corresponsal de un periódico sueco en Nueva York pide a la Academia sueca que adelante la concesión del Premio dos días, para dárselo a conocer a Zenobia antes de morir. Cuando se entera, ya no puede hablar; susurra una canción de cuna, y, al día siguiente, muere)
(Imágenes-1.-Zenobia Camprubí- letraslibres.com/ 2.-Juan Ramón y Zenobia- finanzas. com/ 3.-Zenobia y Juan Ramón.- elpais.com/4.-efe.com/ 5.-Juan Ramón- ritmosxxi com/ Zenobia por Joaquín Sorolla- Wikipedia)
No recuerdo quien dijo que detrás de un gran hombre suele haber una gran mujer, y este caso es palmario. No es de extrañar el derrumbe del poeta andaluz después de la muerte de su compañera de tantos años. Y que sean otras mujeres las que lo levanten de nuevo muestra a las claras cuanto dependemos de ellas.
Saludos,
JdG
Javier,
Completamente de acuerdo de cuanto dices de la mujer. En el caso de Juan Ramón, Zenobia trabajó, gestionó, hizo mil cosas por el poeta. Sin ella Juan Ramón quizá habría sido una persona distinta, agobiado por tantas cosas de la vida real que no abarcaba. Una gran mujer Zenobia, la que él tuvo siempre al lado.
Muy agradecido a tus palabras.