«Es duro y macizo, pero ágil, con un impresionante mostachón, una nariz de coliflor y los dientes emplomados. Luce una vistosa camisa de sport abierta, pantalones estrechos y un saco oscuro echado sobre los hombros» – así lo retrataba Luis Harss en su gran libro de entrevistas titulado «Los nuestros«. «Escribo un libro que ya no sé cuál es; lo que da valor literario es el misterio, lo que vibra es esa magia que hay en los actos cotidianos«, decía García Márquez en 1966. En noviembre de 1965 le escribe a Luis Harss: «Estoy loco de felicidad. Después de cinco años de esterilidad absoluta, «Cien años de soledad» está saliendo como un chorro, sin problemas de palabras. Será como la base del
rompecabezas cuyas piezas he venido dando en los libros precedentes. Aquí están dadas todas las claves. Se conoce el origen y el fin de los personajes, y la historia completa, sin vacíos, de Macondo. Aunque en esta novela las alfombras vuelan, los muertos resucitan y hay lluvias de flores, es tal vez el menos misterioso de todos mis libros, porque el autor trata de llevar al lector de la mano para que no se pierda en ningún momento ni quede ningún punto oscuro. Con éste, termino el ciclo de Macondo, y cambio por completo de tema en el futuro.»
Pero si el tema cambió en su novelística, muy costoso fue en cambio para García Márquez cambiar el «tono», encontrar una nueva «voz».
El novelista colombiano declaraba que “una de las cosas más difíciles de hacer es escribir el primer párrafo. He pasado muchos meses trabajando en un primer párrafo, pero una vez que lo tengo, el resto sale con facilidad. En el primer párrafo se resuelven la mayor parte de los problemas del libro. Se define el tema, el estilo, el tono. En mi caso, al menos, el primer párrafo es un tipo de muestra de lo que va a ser el resto del libro. Por eso escribir un libro de relatos cortos es mucho más difícil que escribir una novela. Cada vez que se escribe un relato breve, hay que empezar otra vez desde el principio”.
Como he señalado hace poco en «El proceso creador» al hablar de la diferencia en los «tonos», «desde esta frase primera de “Cien años de soledad” :“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” – a la frase primera de “El otoño del patriarca”, han pasado varios años y sobre todo mucha concentrada disciplina, muchos tanteos en el escritor colombiano hasta encontrar el nuevo “tono” de su libro y separarse así del primero que le hiciera tan famoso. En las distintas entrevistas que García Márquez concedió en Barcelona mientras estaba escribiendo “El otoño del patriarca” confesaba que le era “necesario buscar otro lenguaje, desembarazándome de “Cien años de soledad”.
“En mi caso – decía el Premio Nobel -, el ser escritor es un mérito descomunal, porque soy muy bruto para escribir. He tenido que someterme a una disciplina atroz para terminar media página en ocho horas de trabajo, pero soy muy testarudo y he logrado publicar cuatro libros en veinte años”. Pero la primera frase para muchos escritores es esencial, “la primera frase puede ser el laboratorio para establecer nuevos elementos del estilo, de la estructura y hasta de la longitud del libro”.
El escritor colombiano contó cuándo decidió narrar de un modo determinado «El otoño del patriarca«: » Durante muchos años – confesó– tuve problemas de estructura. Una noche en La Habana, mientras juzgaban a Sosa Blanco, me pareció que la estructura útil era el largo monólogo del viejo dictador sentenciado a muerte. Pero no, en primer lugar era anti histórico: los dictadores aquellos o se morían de viejos o los mataban o se fugaban. Pero no los juzgaban. En segundo término, el monólogo me hubiera restringido al único punto de vista del dictador y a su propio lenguaje». Cuando García Márquez llevaba escritas trescientas páginas, suspendió la narración » porque no sabía aun cómo era y por consiguiente no conseguía meterme a fondo». Seis años después reanudó la novela. » Trabajé durante seis meses y la volví a suspender porque no estaban muy claros algunos aspectos morales del protagonista. Como dos años después, compré un libro sobre cacerías en África, porque me interesaba el prólogo escrito por Hemingway. El prólogo no valía nada, pero seguí leyendo el capítulo sobre los elefantes, y allí estaba la solución de mi novela. La moral de mi dictador se explicaba muy bien por ciertas costumbres de los elefantes».
Ricardo Gullón, en su excelente estudio «García Márquez o el arte de contar» (Taurus) destaca cómo la naturalidad narrativa es más notoria cuando lo que se cuenta oscila entre lo imposible y lo cotidiano, y memorables e insustituibles son también los análisis de Vargas Llosa en «García Márquez :historia de un deicidio» (Barral Editores) cuando desmenuza la gran novela. El escritor colombiano que acaba de morir repartió muchas de sus opiniones en numerosas entrevistas «porque -decía- yo he ejercido el periodismo durante muchos años y siento una enorme gratitud por el oficio.» Fue su oficio, entre muchas otras cosas en «El Espectador«, donde sus comentarios en «Día a día» le sirvieron para trabajar incansablemente su estilo. En esas notas anónimas – se ha dicho – García Márquez es más estilista que nunca. Como en los títulos de sus artículos en «El Universal» de Cartagena que brillaron sorprendentes, y así quise aludir a ellos en Mi Siglo.
Descanse en paz.
(Imágenes.-1-Antoniatuch Bracho/2.-Eva Rubinstein/ 3 y 4 -portalvallenato/ 6.-mundo latino/7.- mundo latino/8- el mundo)
Gracias de nuevo, por proporcionarnos lecturas tan interesantes, en especial cuando tratan sobre un escritor de esta magnitud. Su pérdida nos deja a todos un poco huérfanos.
Avelina,
Garcia Márquez es un gran escritor,un gran contador de historias.
Como siempre, muchas gracias por tu comentario de una lectora tan constante.
Saludos cordiales