LUGARES DE LA IMAGINACIÓN

 


“Comala” de Rulfo, “Macondo” de García Márquez, “Vetusta” de Clarín, “Orbajosa” de Galdós,”Marineda” de Pardo Bazán,  “Villabermeja” de Juan Valera, “Coteruco de la Rinconada” de Pereda, “Regalpetra” de Sciascia, “Yoknapatawpha” de Faulkner… La lista sería muy  extensa. Son los lugares de la imaginación, allí donde los escritores han levantado su territorio.


En el caso de Comala, Reina Roffé en su biografía del escritor mexicano  recuerda que la Comala imaginaria “  es ese lugar situado sobre las brasas del infierno. Es nombre derivado de “comal’, recipiente que se pone, precisamente, sobre el infiernillo  donde se calientan las tortillas. Es un lugar abandonado (alguna vez dijo  el escritor que era Tuxcacuesco) y allí Rulfo encontró  no sólo la clave de la novela sino la atmósfera. Dijo: “la gente se había ido. Pero a alguien se le ocurrió sembrar de casuarinas las calles del pueblo. Y a mí me tocó estar allí una noche, es un pueblo donde sopla mucho el viento, está al pie de la Sierra Madre. Y en las noches las casuarinas mugen, aúllan. Entonces comprendí yo esa soledad.”

 

(Imágenes- 1-Rulfo- revista de letras/2-foto Juan Rulfo/ 3-foto Juan Rulfo)

LO IMPORTANTE ES NO MORIR (2)

“Bueno – decía Saroyan —, un escritor debe decir lo poco que tenga que decir, por poco que sea. Tiene que decirlo y repetirlo, como han hecho todos los escritores, que han dicho lo poco o lo mucho que tuvieran que decir y luego lo han repetido una y otra vez. ¿Y qué han dicho? En realidad, nada, siempre lo mismo, cambiando el nombre del macho y cambiando el nombre de la hembra, pero cada uno de ellos igual a todos los de los otros libros, cada uno de ellos vivo en el tiempo.”
Hay libros que pueden quedar en la memoria especialmente por el título. “Lo importante es no morir”, la autobiografía de William Saroyan, parece que ahora permaneciera en nosotros precisamente por ese título, en el momento en que el escenario de la vida está ensombrecido de muertes y enfermedades. El arte de titular es bien difícil. García Márquez lo tenía : ‘Una mujer con importancia”, “Metafísica de la cocina”, “Fantasía de los osos rítmicos”, “ El asesino de los corazones solitarios”, “Las esposas felices se suicidan a las seis”, “Me alquilo para soñar’” , “ El amargo encanto de la máquina de escribir”, y un largo etcétera.
William Saroyan, nacido en 1908, armenio de California, narrador nato y optimista inveterado, se consideraba a sí mismo un ser maravilloso e insensato – como así lo constata el historiador Marc Saporta —, de forma que se puso a contar de la manera  más poética del mundo cuál era su concepción del universo y por qué el mundo era maravilloso por diferentes motivos. Algunos de sus títulos fueron “Mi nombre es Aram”, “El atrevido muchacho del trapecio”, “El asirio y otras historias” o “Amor, me descubro ante ti”. “ Yo he escrito — decía Saroyan— para cambiar el orden de las cosas. América es la nueva  forma del más viejo sueño de la humanidad” . Repetía : “Lo importante es no morir”.
Siempre creía que las cosas acabarían bien.
(Imågenes- 1-Constantin Korovin  /2- James Hilliard/ 3- Vassily  Kandinsky)

LECTURA RÁPIDA, LECTURA LENTA

 

 

“Los anuncios de los periódicos tientan a algunas personas a hacer toda clase de cursos de lectura rápida – recordaba Amos Oz -: por una módica suma, nos prometen que nos enseñarán a ahorrar un valioso tiempo, a leer cinco páginas por minuto, a recorrer la página en horizontal, a saltarnos los detalles y a llegar rápidamente a la última línea. Las sugerencias que he ofrecido en este volumen ( Oz se refería a su interesante libroLa historia comienza” ) , diez breves ojeadas a los contratos iniciales de diez novelas o relatos, pueden servir de introducción a un curso de lectura lenta: los placeres de la lectura, como otros goces, deben consumirse a pequeños sorbos.”

Uno de los escritores israelíes más universales como es Amos Oz publica estos días “Queridos fanáticos”, una obra en la que trata de “diagnosticar los orígenes del fanatismo y la agresividad” y vuelvo a tomar sus ensayos sobre literatura, ese  útil estudio de los principios narrativos en Gógol, Kafka, García Márquez, Chejov o Carver entre otros, en su análisis del amor por los detalles, y en la satisfacción que nos produce la lectura lenta.

 

 

’El juego de leer – dice Oz – exige al lector que tome parte activa, que aporte su propia experiencia vital y su propia inocencia, así como prudencia y astucia. Los contratos iniciales son unas veces como el juego del escondite y otras se parecen más a una partida de ajedrez. O de póquer. O a un crucigrama. O a una travesura. O a una invitación a entrar en un laberinto. O a una invitación a bailar. O a un galanteo de mentira que promete pero no entrega, o entrega lo que no debía, o entrega lo que no había prometido, o entrega sólo una promesa”.

Los contratos iniciales, es decir, los comienzos de muchos libros célebres o no, nos inducen siempre a una lectura gozosa y lenta.

 

 

(Imágenes -1- Oscar Bluhm -1892/ 2- Julia Margaret Cameron – 1867/ 3- George Clausen – 1909)

MONÓLOGO DE RULFO

 

 

«Usted se fija — decía Juan Rulfo – que los personajes de «Pedro Páramo» carecen de rostro y, en algunos casos, de sentimientos. Esto tiene una razón. Borges dice que cuanto más primitivo es un pueblo, menos siente el dolor y es menor su capacidad de experimentar sentimientos. Ahí se trata de un pueblo que siente, pero muy en rudimentario, porque sus sentimientos han sido materialmente engarruñados por el esfuerzo de sobrevivir. Sepa – seguía diciéndole Rulfo a Robert Saladrigas en 1971 («Voces del «boom»)  – que para el mexicano la vida y la muerte son símbolos y, muy al contrario de los norteamericanos, que sienten pavor hacia la muerte o tratan por todos los medios de ocultar su presencia, el pueblo mexicano no se siente traumatizado en absoluto por el misterio de su destino.

(…) Cuando está uno al frente de una familia que come todos los días y los hijos estudian carreras complicadísimas, que cuestan montones de pesos, es dificilísimo dedicarse con la tranquilidad necesaria a una obra de creación. Yo sé que mis obras se reeditan año tras año, y que las últimas ediciones son de cincuenta mil ejemplares, ¡ qué barbaridad!, pero  ¿quiere que le diga lo que de verdad pienso? Yo no sé quién lee los libros, mis obras. ¿La juventud? ¡Pse! No lo acabo de ver. Mire, en México vivimos tiempos de enorme confusión literaria. Desde que nos alcanzó la moda del «nouveau roman», los jóvenes creyeron que lo único válido era escribir sobre los objetos de una plaza, el hueco de una ventana, lo que había al otro lado del dintel de esa ventana, en la habitación, sobre una mesa, en la pared, y así, cosas por el estilo. Llegaron a decir que la novela que no fuese urbana y el empleo de la imaginación eran sinónimos del folklore. Habría que indagar qué entienden por folklore. No se daban cuenta de que la novela -del – objeto era un círculo vicioso que comenzaba y acababa en sí misma, sin posibilidad alguna de transcender. Pues bueno, el sarampión no se ha extinguido aún y encima no creo que lea  más del quince por ciento de la poblaciòn. ¿Para quién escribe uno? Yo no lo sé, nunca he logrado averiguarlo. El que las ediciones de mis libros se agoten una y otra vez es algo que no consigo explicarme (…) Es posible, sí, que acabe «La cordillera». Pero no sé cómo, ni cuándo. Algún día será. Le pasaré el aviso. Cuando sea y me sienta tranquilo y con ganas de crear la obra que uno, que es lector insaciable, a veces siente deseos de leer porque busca que sea nueva y le diga lo que nunca le han dicho, entonces no queda más alternativa que escribírsela uno mismo».

 

 

Esa «obra que le diga lo que nunca le han dicho» la recibió y leyó García Márquez, tal como lo cuenta Alvaro Mutis: » Me  hice amigo de Rulfo – dice -, un hombre inteligentísimo y con ninguna de las debilidades de los intelectuales famosos, de una gracia enorme. Cuando llegó Gabo a México, le llevé un ejemplar de «Pedro Páramo» y le dije: «Lea esto». Lo leyó  esa noche, lo acabó en un día y estaba asombrado: » Esto es una maravilla». Le di el otro tomo entonces, «El llano en llamas«, busqué a Juan y los conecté. Me decía Juan: «¿Para qué trajiste a este amigo que te quiere mucho a este país tan complicado?».

 

 

(Imágenes -1-Rulfo- Chicago Tiempo Libre/2-Rulfo-proyecto Aula/ 3.-Rulfo- nuovi orizzonti latini)

EL HOMBRE QUE SE PERDIÓ EN LOS SUEÑOS

sueños.-rggyu.-José de Ribera.-1639

 

«El hombre soñaba que estaba durmiendo en un cuarto igual a aquel en que dormía en la realidad, y también en ese segundo sueño soñaba que estaba durmiendo, y soñando el mismo sueño en un tercer cuarto igual a los dos anteriores. En aquel instante sonaba el despertador en la mesa de noche de la realidad, y el dormido empezaba a despertar. Para lograrlo, por supuesto, tenía que despertar del tercer sueño al segundo, pero lo hizo con tanta cautela, que cuando despertó en el cuarto de la realidad había dejado de sonar el despertador. Entonces, despierto por completo, tuvo el instante de duda de su perdición: el cuarto era tan parecido a los otros de los sueños superpuestos, que no pudo encontrar ningún motivo para no poner en duda que también aquél era un sueño soñado. Para su gran infortunio,

 

 

cometió por eso el error de dormirse otra vez, ansioso de explorar el cuarto del segundo sueño para ver si allí encontraba un indicio más cierto de la realidad, y como no lo encontró, se durmió a su vez dentro del sueño segundo para buscar la realidad en el tercero, y luego en el cuarto y en el quinto. De allí – ya con los primeros latidos de terror – empezó a despertar de nuevo hacia atrás, del quinto sueño al cuarto, y del cuarto al tercero, y del tercero al segundo, y en un impulso desatinado perdió la cuenta de los sueños interpuestos y pasó de largo por la

 

 

realidad. De modo que siguió despertando hacia atrás, en los sueños de otros cuartos que ya no estaban delante, sino detrás de la realidad. Perdido en la galería sin término de cuartos iguales, se quedó dormido para siempre, paseándose de un extremo a otro de los sueños incontables sin encontrar la puerta de salida de la vida real, y la muerte fue su alivio en un cuarto de número inconcebible que jamás se pudo establecer a ciencia cierta.»

 

(Según Francisco Rico en su  «Breve biblioteca de autores españoles» (Seix Barral)  García Márquez nunca se decidió a escribir ese cuento «porque – confiesa – su parentesco es evidente.» Tan evidente – dice Rico – que Borges lo había hilvanado más de una vez. Francisco Rico lo sitúa «en el limbo de los cuentos no escritos» por el colombiano)

 

 

(Imágenes:- 1.- José de Ribera.– 1639.- wikipedia/ 2.-Eva Rubinstein/ 3-Masha Kurbatova/ 4.-Aat Veldohen)

TRABAJOS DE GARCÍA MÁRQUEZ

García Márquez- nnun--original manuscrito t mecanografiado de la novela- Harry Ransom Center- el pais

 

«García Márquez se levanta a las 6 de la mañana y escribe hasta las 2 de la tarde. ¿Cuántas cuartillas? : una o dos. Las redacta, las elabora, las refina hasta hacerlas aparecer escritas en la prosa más natural del mundo cuando en realidad son el fruto de un minuciosísimo trabajo de ebanistería. Se asemejan a aquellos bargueños coloniales en donde cada pieza encuentra su lugar justo y el conjunto parece un solo cuerpo con dibujos en su parte exterior». Estas palabras del político y columnista colombiano Alfonso López Michelsen en 1992 reflejan, como tantos otros testimonios, las horas de quehacer del novelista y el esfuerzo constante en su trabajo.

Ahora que salen a la luz los manuscritos y documentos del autor de «Cien años de soledad» se mostrará, como ocurre en muchos otros autores, la feliz unión de la paciencia con la tenacidad. En el caso de García Márquez, detrás de la imaginación y de su comentado «realismo mágico», se descubre una enorme dosis de documentación que sustenta firmemente todo su edificio creativo. Muchos amigos y conocidos del escritor han dado fe de ello, y en el caso de López Michelsen sus aportaciones son muy valiosas. «Los diccionarios de la lengua son los libros favoritos del novelistadice -.  Lee y relee el significado de cada vocablo, sus sinónimos, sus contrarios y el régimen gramatical que regenta su uso. Un ejemplo extraordinario de esta labor benedictina – añade Michelsen – es la

 

García Márquez-unn- apuntes que tomó el escritor para El general en su laberino- Harry Ransom Center- el pais

 

descripción del entierro de Bolívar. Allí  están descritos con su propio nombre los clavos del ataúd, las cintas que lo adornan, las piezas que lo integran (…) En más de una ocasión me correspondió colaborar con él en la búsqueda de los más nimios detalles de la vida del siglo XlX: reconstruir un menú en Cartagena, cerciorarnos de los vinos de Francia que se importaban entonces o de las partituras que se ejecutaban al son de los violines en los saraos del norte de Colombia. Recuerdo con especial afecto el haber recuperado el vocablo matalotaje, del más puro sabor castellanos, que se conservaba hasta hace pocos lustros en la provincia de Valledupar y Padilla, para significar el avío con que los estudiantes viajaban desde la Guajira y el actual Cesar, para embarcarse en el barco del Magdalena con destino a Bogotá«.

Todo un trabajo minucioso de documentación precisa al que muchos grandes escritores del mundo se han consagrado antes de dar alas a su invención.

 

escritores.-cfrm- García Márquez - copia (30036577)

 

(Imágenes.- 1.-manuscrito mecanografiado de Gabriel García Márquez. Harry Randon Center- elpais/ 2.- apuntes de García Márquez para la novela «El General en su laberinto»- Harry Randon Center- elpais / García Márquez)

CARMEN BALCELLS

Balcells-nnmu-elpais- foto Joan Sanchez

 

«Yo estaba sola – recordaba Carmen Balcells sus últimas horas del 20 de octubre de 1982 -, sepultada por cientos de papeles, en esta misma oficina, aquí en la Diagonal. Ya había oscurecido. Tenía la costumbre de, cuando todos los empleados se iban, seguir trabajando hasta muy tarde, poniendo orden, preparando contratos, redactando cartas y organizando el trabajo del día siguiente. Sin embargo, aquella noche fue diferente a todas. Recibí una llamada telefónica muy importante y, al colgar el aparato, me quedé paralizada en mi butaca, con los ojos clavados en un retrato precioso de Rafael Alberti que tenía colgado en la pared. Entonces vi desfilar por mi cabeza los momentos más importantes de mi vida; imágenes de mi pueblo natal, Santa Fe; los duros inicios en esta agencia; el nacimiento de mi hijo; las batallas con algunos editores… Permanecí varias horas así, ensimismada. Fue un intenso placer…

 

(La llamada había sido de Gabriel García Márquez, diciéndole:

Carmen, he recibido una llamada de un miembro de la Academia Sueca. Mañana me van a dar el Premio Nobel de Literatura)

Aquella noticia desencadenó en mí un sentimiento completamente nuevo. Era una sensación totalmente física, como si algo muy fuerte estuviera intentando salir de mi pecho, algo inefable que, si tuviera que resumir en palabras, sería: «¡Hemos triunfado! Eso es, una sensación absoluta de triunfo».

Estos recuerdos, recogidos por Xavi Ayén en «Aquellos años del boom», se unen ahora, ante el fallecimiento de Carmen Balcells , a tantos otros numerosísimos que condensan una tarea y una vida. Donoso, entre otras muchas evocaciones, quiso dejar también su testimonio en  su «Historia personal del «boom». En la nochevieja de 1970, y en una fiesta en casa de Luis Goytisolo, en Barcelona, cuenta Donoso cómo bailaron Cortázar y el matrimonio Vargas Llosa, estos últimos un valsecito peruano, y luego, a la misma rueda que los premió con aplausos, entraron los García Márquez para bailar un merengue tropical. «Mientras tanto – dice el novelista chileno -, nuestro agente literario, Carmen Balcells, reclinada sobre los pulposos cojines de un diván, se relamía revolviendo los ingredientes de este sabroso guiso literario, con la ayuda de Fernando Tola, Jorge Herralde y Sergio Pitol, alimentando a los hambrientos peces fantásticos que en sus peceras iluminadas decoraban los muros de la habitación: Carmen Balcells parecía tener en sus manos las cuerdas que nos hacían bailar a todos como a marionetas y nos contemplaba, quizá con admiración, quizá con hambre, quizá con una mezcla de ambas cosas, mientras contemplaba a los peces danzando en sus peceras».

Carmen Balcells, descanse en paz.

 

Donoso-unn- emol com

 

(Imágenes.- Carmen Balcells en su estudio-foto Joan Sánchez- elpais/ 2 – José Donoso.-emol. com)

PONIATOWSKA Y GARCÍA MÁRQUEZ

garcía márquez- vnnd- cien años de soledad-orestes castro garcía- artelista com

«Me preguntaron si quería dar una conferencia  – le confesaba García Márquez a Elena Poniatowska en 1973 – y yo les dije que no, que una conferencia no, pero que sí quería hacer una lectura de capítulos de una novela en preparación. Para ello, hice una cosa muy curiosa: una lista de gente nada similar: obreros y linotipistas de un taller de imprenta en el cual trabajé, secretarias, estudiantes y toda la gente que había conocido en alguna parte, en el cine, en la publicidad, además de mis amigos los intelectuales, personas de todos los niveles culturales y sociales. No llevé un solo  capítulo de Cien años de soledad, sino que seleccioné párrafos de distintos capítulos porque tenía un gran interés de saber si

garcía márquez- vffu- academiacile wordpresera buena idea y no algo que Álvaro Mutis me había metido en la cabeza (…) Me senté a leer en el escenario iluminado; la platea con «mi» público seleccionado, completamente a oscuras. Empecé a leer, no recuerdo bien qué capítulo, pero yo leía y leía y a partir de un momento se produjo un tal silencio en la sala y era tal la tensión que yo sentía, que me aterroricé. Interrumpí la lectura y traté de mirar algo en la oscuridad y después de unos segundos percibí los rostros de los que estaban en primera fila y al contrario, vi que tenían los ojos así, muy grandes, y entonces seguí  mi lectura muy tranquilo.

Realmente la gente estaba como suspendida; no volaba una mosca. Cuando terminé y bajé del escenario, la primera persona que me abrazó fue mi mujer,

garcía márquez- bfw-Amaranta Uusula- micheline LoMercedes, con una cara – yo tengo la impresión desde que me casé que ese es el único día que me di cuenta que Mercedes me quería – porque me miró ¡con una cara!… Ella tenía por lo menos un año de estar llevando los recursos a casa para poder vivir y que yo pudiera escribir, y el día de la lectura la expresión en su rostro me dio la gran seguridad de que el libro iba por donde tenía que ir.»

garcía márquez-nnhu-micheline-lo-beAsí se lo iba contando García Márquez a Elena Poniatowska y así lo cuenta ella en «Todo México» (Diana) en una larga conversación con el escritor.

(En el día en que a Elena Poniatowska le entregan el Premio Cervantes)

(Imágenes.-1.-Orestes Castro García- artelista. com/ 2.-academiacile.wordpress/ 3 y 4.-Micheline Lo)

GARCÍA MÁRQUEZ Y EL ARTE DE CONTAR

escritores-nnggy-Gabriel García Márquez- por Antoniatiuh Bracho

«Es duro y macizo, pero ágil, con un impresionante mostachón, una nariz de coliflor y los dientes emplomados. Luce una vistosa camisa de sport abierta, pantalones estrechos y un saco oscuro echado sobre los hombros» – así lo retrataba Luis Harss en su gran libro de entrevistas titulado «Los nuestros«. «Escribo un libro que ya no sé cuál es; lo que da valor literario es el misterio, lo que vibra es esa magia que hay en los actos cotidianos«, decía García Márquez en 1966. En noviembre de 1965 le escribe a Luis Harss: «Estoy loco de felicidad. Después de cinco años de esterilidad absoluta, «Cien años de soledad» está saliendo como un chorro, sin problemas de palabras. Será como la base del 

escritores.-4ftyu.-Gabriel García Márquez.-Eva Rubinstein.-1981rompecabezas cuyas piezas he venido dando en los libros precedentes. Aquí están dadas todas las claves. Se conoce el origen y el fin de los personajes, y la historia completa, sin vacíos, de Macondo. Aunque en esta novela las alfombras vuelan, los muertos resucitan y hay lluvias de flores, es tal vez el menos misterioso de todos mis libros, porque el autor trata de llevar al lector de la mano para que no se pierda en ningún momento ni quede ningún punto oscuro. Con éste, termino el ciclo de Macondo, y cambio por completo de tema en el futuro.»

García Márquez- portalvallenato.net

Pero si el tema cambió en su novelística, muy costoso fue en cambio para García Márquez cambiar el «tono», encontrar una nueva «voz».

El novelista colombiano declaraba que “una de las cosas más difíciles de hacer es escribir el primer párrafo. He pasado muchos meses trabajando en un primer párrafo, pero una vez que lo tengo, el resto sale con facilidad. En el primer párrafo se resuelven la mayor parte de los problemas del libro. Se define el tema, el estilo, el tono. En mi caso, al menos, el primer párrafo es un tipo de muestra de lo que va a ser el resto del libro. Por eso escribir un libro de relatos cortos es mucho más difícil que escribir una novela. Cada vez que se escribe un  relato breve, hay que empezar otra vez desde el principio”.

escritores- García Márquex- portalvallenato.netComo he señalado hace poco en «El proceso creador» al hablar de la diferencia en los «tonos», «desde esta frase primera de “Cien años de soledad” :“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” – a la frase primera de “El otoño del patriarca”, han pasado varios años y sobre todo mucha concentrada disciplina, muchos tanteos en el escritor colombiano hasta encontrar el nuevo “tono” de su libro y separarse así del primero que le hiciera tan famoso. En las distintas entrevistas que García Márquez concedió en Barcelona mientras estaba escribiendo “El otoño del patriarca” confesaba que le era “necesario buscar otro lenguaje, desembarazándome deCien años de soledad.

escritores.-cfrm- García Márquez

“En mi caso – decía el Premio Nobel -, el ser escritor es un mérito descomunal, porque soy muy bruto para escribir. He tenido que someterme a una disciplina atroz para terminar media página en ocho horas de trabajo, pero soy muy testarudo y he logrado publicar cuatro libros en veinte años”. Pero la primera frase para muchos escritores es esencial, “la primera frase puede ser el laboratorio para establecer nuevos elementos del estilo, de la estructura y hasta de la longitud del libro”.

escritores.-8bbb.-García Márquez

El escritor colombiano contó cuándo decidió narrar de un modo determinado «El otoño del patriarca«: » Durante muchos años – confesó– tuve problemas de estructura. Una noche en La Habana, mientras juzgaban a Sosa Blanco, me pareció que la estructura útil era el largo monólogo del viejo dictador sentenciado a muerte. Pero no, en primer lugar era anti histórico: los dictadores aquellos o se morían de viejos o los mataban o se fugaban. Pero no los juzgaban. En segundo término, el monólogo me hubiera restringido al único punto de vista del dictador y a su propio lenguaje». Cuando García Márquez llevaba escritas trescientas páginas, suspendió la narración » porque no sabía aun cómo era y por consiguiente no conseguía meterme a fondo». Seis años después reanudó la novela. » Trabajé durante seis meses y la volví a suspender porque no estaban muy claros algunos aspectos morales del protagonista. Como dos años después, compré un libro sobre cacerías en África, porque me interesaba el prólogo escrito por Hemingway. El prólogo no valía nada, pero seguí leyendo el capítulo sobre los elefantes, y allí estaba la solución de mi novela. La moral de mi dictador se explicaba muy bien por ciertas costumbres de los elefantes».

García Márquez-mundolatino.org

Ricardo Gullónen su excelente estudio «García Márquez o el arte de contar» (Taurus) destaca cómo la naturalidad narrativa es más notoria cuando lo que se cuenta oscila entre lo imposible y lo cotidiano, y memorables e insustituibles son también los análisis de Vargas Llosa en «García Márquez :historia de un deicidio» (Barral Editores) cuando desmenuza la gran novela. El escritor colombiano que acaba de morir repartió muchas de sus opiniones en numerosas entrevistas «porque -decía-  yo he ejercido el periodismo durante muchos años y siento una enorme gratitud por el oficio.» Fue su oficio, entre muchas otras cosas en «El Espectador«, donde sus comentarios en «Día a día» le sirvieron para trabajar incansablemente su estilo. En esas notas anónimas – se ha dicho – García Márquez es más estilista que nunca. Como en los títulos de sus artículos en «El Universal» de Cartagena que brillaron sorprendentes, y así quise aludir a ellos en Mi Siglo.

escritores-García Márquez- elmundo.es

Descanse en paz.

(Imágenes.-1-Antoniatuch Bracho/2.-Eva Rubinstein/ 3 y 4 -portalvallenato/ 6.-mundo latino/7.-  mundo latino/8- el mundo)

LECCIONES DE ZADIE SMITH

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«¿Qué clase de novela estoy escribiendo? – se pregunta la novelista inglesa Zadie Smith en un ensayo sobre el oficio de escribir -. En un día, las primeras veinte páginas pueden pasar del presente en primera persona al pretérito en tercera persona, al presente en tercera persona, al pretérito en primera persona, y así sucesivamente. Lo cambio varias veces al día (…) En el caso de «Sobre la belleza», me pasé casi dos años reescribiendo las primeras veinte páginas. (…) Cuando finalmente me decidí por un tono, el resto del libro se escribió en cinco meses.» (Todo este tema del «tono» o de la «voz» es esencial para encontrar el secreto de un libro. García Márquez ha confesado que para desembarazarse de la «voz» de «Cien años de soledad» y encontrar la «voz» para «El otoño del

libros.- 466hh.- lectura.-Nueva Yorj.-  Mstislav Dobuzhinsky.- tejados de Nueva York.- 1943.- Ashmolean Museum de la Universidad de Oxford, Reino Unido

patriarca» tardó largo tiempo. Cuando llevaba escritas trescientas páginas suspendió la narración y seis años después reanudó la novela. Trabajó durante seis meses y la volvió a suspender, encontrando sólo el «tono» cuando leyó un libro sobre cacerías de elefantes en África. Y Marguerite Yourcenar cuenta que encontrar el «tono» o la «voz» para las «Memorias de Adriano» le costó años. Una vez hallado – dice- «trabajé en el libro entre Nueva York y Chicago, encerrada en mi camarote. Después, durante todo el día siguiente, continué en el retaurante de una estación de Chicago, donde tuve que esperar a un tren detenido por una tormenta de nieve».) Y si continuamos con Zadie Smith en su

Victor SchragerRananculus, 1999[120199-9]

libro «Cambiar de idea» (Salamandra) nos encontraremos con otra opinión de la novelista inglesa: «Algunos escritores no leen ni una sola palabra de ninguna novela mientras escriben la suya (…) Yo en cambio tengo el escritorio lleno de novelas abiertas. Leo frases para nadar en cierta sensibilidad, para tocar una nota concreta, para fomentar el rigor cuando me pongo demasiado sentimental (…) Pienso en la lectura como en una dieta equilibrada; si las frases resultan demasiado barrocas, excesivas, comed menos de Foster Wallace, tan rico en grasas, por ejemplo, y más de Kafka, tan rico en fibra. Si vuestra estética se ha vuelto tan refinada que no os deja poner una sola mancha negra en el papel blanco, no os preocupéis tanto por lo que diría Nabokov; coged a Dostoievski, santo patrón de la sustancia por encima del estilo.»

Opiniones muy diversas, muy encontradas. Pero lecciones siempre que pueden ayudar.

libros.- 4rt7,. caja de libro.- Lombardía 1465.- The Morgan Library Museum

(Imágenes:- 1.- Zadie Smith.- foto Dominique Nabokov.-thermopus.net/2.-Mstislav Dobuzhinsky– tejados de Nueva York-1943- museo de la Universidad de Oxford.-Reino Unido/3.-Victor Schrager– 1999-cortesía de Edwynn Houk Gallery/4.-caja de libros- Lombardía 1465- The Morgan Library Museum)

EL ARTE DE TITULAR

«Las esposas felices se suicidan a las seis», tituló García Márquez un artículo en febrero de 1982. Dos años antes, el 30 de diciembre de 1980, había encabezado sus líneas: «Cuento de horror para la Nochevieja». Hacía pocas semanas que había escrito: «El cuento de los generales que se creyeron su propio cuento» y entre 1980 y 1984 los títulos luminosos se sucedieron: «Remedios para volar», «La conduerma de las palabras», «La desgracia de ser escritor joven», «El campo, ese horrible lugar donde los pollos se pasean crudos», «Un payaso pintado detrás de una puerta», «El amargo encanto de la máquina de escribir», «Los pobres traductores buenos»,»El avión de la bella durmiente», «La penumbra del escritor de cine», «La literatura sin dolor», «Memorias de un fumador retirado», «Estos ascensores de miércoles», «No se preocupe: tenga miedo», «Me alquilo para soñar», «Un tratado para tratarnos mal»,»Náufragos del espacio», «La historia vista de espaldas»…

Ahora que aparece un nuevo libro sobre el García Márquez periodista su arte de titular resplandece e igualmente sus precisos textos emotivos, como el que el escritor colombiano dedica en febrero de 1981 a María Moliner. «Su hijo Pedro me ha contado cómo trabajaba – descubre García Márquez en «La mujer que escribió un diccionario» -. Dice que un día se levantó a las cinco de la mañana, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y se puso a escribir fichas de palabras sin más preparativos. Sus únicas herramientas de trabajo eran dos atriles y una máquina de escribir portátil, que sobrevivió a la escritura del diccionario. Primero 

trabajó en la mesita de centro de la sala. Después, cuando se sintió naufragar entre libros y notas, se sirvió de un tablero apoyado sobre el respaldar de dos sillas. Su marido fingía una impavidez de sabio, pero a veces medía a escondidas las gavillas de fichas con una cinta métrica, y les mandaba noticia a sus hijos. En una ocasión les contó que el diccionario iba ya por la última letra, pero tres meses después les contó, con las ilusiones perdidas, que había vuelto a la primera. Era natural, porque María Moliner tenía un método infinito: pretendía agarrar al vuelo todas las palabras de la vida. «Sobre todo las que encuentro en los periódicos«, dijo en una entrevista. «Porque allí viene el idioma vivo, el que se está usando, las palabras que tienen que inventarse al momento por necesidad». Sólo hizo una excepción: las mal llamadas malas palabras, que son muchas y tal vez las más usadas en la España de todos los tiempos. Es el defecto mayor de su diccionario, y Maria Moliner vivió bastante para comprenderlo, pero no lo suficiente para corregirlo.

(…) En 1972 fue la primera mujer cuya candidatura se presentó en la Academia de la Lengua, pero los muy señores académicos no se atrevieron a romper su venerable tradición machista. Sólo se atrevieron hace dos años, y aceptaron entonces la primera mujer, pero no fue María Moliner. Ella se alegró cuando lo supo, porque le aterrorizaba la idea de pronunciar el discurso de admisión. «¿Qué podía decir yo«, dijo entonces, «si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines? «.

Enamorado de las palabras, García Márquez se enamora a su vez de otra fiel enamorada de las palabras, empleando siempre su anzuelo del arte de titular.

(Imágenes.-1.- García Márquez/2.-Vivian Maier.-Chicago.-1950/3.-Louis Stettner.-Penn Station.-1958.- Museum of American Art.-Nueva York)

LAS VOCES DE LAS MADRES

«Las voces de las madres siempre han tenido influencia en los escritores y sobre los hijos en general. Las voces de las madres y de los padres, incluso las voces de las abuelas han influido. Tranquilina Iguarán Cotes, la abuela materna de García Márquez, dejaba oír su voz ‑recordará el escritor‑ y “me contaba las cosas más atroces sin conmoverse, como si fuera una cosa que acabara de ver. Descubrí que esa manera imperturbable y esa riqueza de imágenes era lo que más contribuía a la verosimilitud de sus historias”.

La voz de la madre narrará los cuentos, la voz de la madre subirá escaleras arriba hasta la cama de los hijos pequeños y adolescentes, las manos de esa madre abrirán un libro y acompañarán con ademanes la historia, los ojos de las madres leerán las palabras y la voz se afinará o se hará redonda en los diálogos, se hará puntiaguda o se hará grávida. Los ojos, las manos, las voces. También los padres dejarán su herencia en la lectura y en el narrar de las historias. El Premio Nobel de 2001, el novelista de nacionalidad británica, V.S. Naipaul, de origen hindú y nieto e hijo de emigrantes, aún mantendrá muchos años después la figura de su padre unida a la lectura en voz alta:

     Mi padre era autodidacto, y se hizo periodista por sus propios medios. Leía a su manera. Por entonces tenía treinta y pocos años, y aún estaba aprendiendo. Leía muchos libros a la vez, sin terminar ninguno, y no le interesaban ni el relato ni la trama, sino las cualidades especiales o el carácter del escritor. Eso era lo que le gustaba, y sólo disfrutaba de los escritores en pequeños arranques. A veces me llamaba para que le oyera leer tres o cuatro páginas, raramente más, de un escritor que le agradaba especialmente. Leía y explicaba con ardor, y no me costaba trabajo que me gustara lo que le gustaba a él. De esta forma tan curiosa ‑teniendo en cuenta las circunstancias: la mezcla de razas en el colegio de una colonia, la introversión asiática en casa‑ empecé a construir mi propia antología de la literatura inglesa.

Como un sorbo de cerveza o como el paladeo de un dulce, así leía el estilo o el empuje de las prosas el padre de V.S. Naipaul ‑disfrutando de los escritores en pequeños arranques, interesándose sólo “por las cualidades especiales del escritor”, añadiendo a todo eso una cosa singular: “a veces me llamaba para que le oyera leer”‑. Nos encontramos aquí con un determinado tono. El agua límpida de la prosa pasa por la garganta y la modulación de este autodidacta de treinta y pocos años y, atravesando el puente de su voz, deja al otro lado, en el oído de su hijo, un movimiento de palabras musical y transparente. El novelista angloindio fijará aquella escena infantil con esta frase: “me resultaba fácil que me gustara lo que le gustaba a él”.

Un triunfo de la educación de la lectura sin apenas proponérselo el padre. Seepersad Naipaul no le cuenta al hijo de once años el principio y el fin de una historia, ni tampoco su recorrido narrativo ‑ahora diríamos “de qué va una historia”‑ sino que le lee pequeños aciertos estilísticos, brotes, espumas de belleza, logros de precisión: es decir, aquello que subyace en el mar de la lengua y de la creación literaria, el fondo del océano y a la vez el oleaje de la prosa, en resumen, aquello a lo que se suele volver solamente en las relecturas, cuando ya se conoce qué cuentan las historias y uno quiere repasar cómo han sido contadas. El padre, pues, disfrutando con los hallazgos, los transmite a su hijo haciéndole partícipe de la belleza. Sin querer o queriendo está formando un futuro lector y, a la vez ‑sin duda sin querer‑ está sembrando la semilla del futuro escritor.

Varios parlamentos de Julio César; páginas sueltas de los primeros capítulos de Oliver Twist y David Copperfield; unas cuantas páginas de El molino junto al Floss; algo de los Cuentos de Shakespeare, de Lamb; relatos de O. Henry y Maupassant, y unas cuantas páginas de Somerset Maugham” : éste es el resultado de la lectura en voz alta del padre de Naipaul. Esta es parte de la antología personal que el hijo se construye antes de cumplir los doce años. Puede verse que son retazos, piezas incompletas, piezas valiosas, pero únicamente piezas, brotes, espuma: lo que permanece siempre sobre la calidad de la literatura».

J.J. Perlado.-«El ojo y la palabra«- págs 20-22

(Imágenes.-1.-James Jebusa Shannon.-1895.-anillustratorinspitation/ 2. George Bernard O`Neill.-1876.-Royal Academy.-bonhams com-3,.George Dunlop Leslie.-1879.-guardian.co.uk)/ 4.- George Sheridan Knowles.-Rhes Galeries. es/5.--Peter Vilhelm Ilsted -.reprodat/ 6.-Rick Beerhorst.-studio Beerhorst)

¿EL FIN DE LA CALIGRAFÍA?

«Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida – confesaba Paul Auster hace pocos años -: encerrado en una habitación con  la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe...» De los cuadernos de los escritores como auténticas casas literarias he hablado varias veces en Mi Siglo. Quizá me he referido menos al movimiento de la mano, al vaivén de los dedos, a los roces de la piel de la palma deslizándose sobre la rugosidad o la tersura del papel mientras las articulaciones se comprimen o danzan. Ahora, el popular tabloide alemán « Bild»  eleva la alarma sobre el fin de la caligrafía: la escritura manual, es decir, el conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona – dice – se extingue.

La mano ha ido modificando cada vez más sus posiciones, las yemas de los dedos han dominado al fin sobre la mano entera y el cerebro deja manar su fluido precipitado hasta la misma punta de los dedos: en las yemas se condensa todo el pensamiento y el sentimiento del autor, y por tanto una vez más cerebro y mano se hermanan aunque ahora de manera distinta, unión que tantas veces ha tenido lugar en el curso de la Historia: no hay más que recordar el excelente ensayo de Benjamín Farrington, «Mano y cerebro en la Grecia antigua» (Ayuso) dedicado al arte de curar, a la evolución de la medicina griega. 

Pero el arte de curar las palabras es otra cosa. Los autores han cuidado y curado las palabras durante siglos sobre el papel, más tarde sobre la máquina de escribir, hoy ante el ordenador. Descubrir el proceso de creación se ha complicado más. Hay autores que no han querido dejar rastro de tal proceso. Así García Márquez, célebre por destruir los borradores de sus manuscritos, y al que, como recuerda Gerald Martin en su biografía, el ordenador no sólo ha cambiado por completo el proceso de su creación literaria, sino que además ha hecho más difícil seguir las fases de su desarrollo.

Cuando Martin evoca el fin de» El amor en los tiempos del cólera» agrega que «a García Márquez no sólo le embargaba el entusiasmo de haber terminado la novela, que inauguraba para él una nueva etapa, sino que también atravesaba por la euforia y la angustia de los usuarios del ordenador de aquellos primeros tiempos. ¿Contaba con una copia de seguridad, serían los disquetes de confianza, dónde podía guardarlos sin miedo a que sufrieran daños o se los robaran? Era muy consciente de ser uno de los primeros escritores célebres – tal vez el más famoso del mundo – en escribir una obra importante con ordenador. Acompañado de Mercedes y Gonzalo, además de su sobrina Alexandra Barcha, voló a Nueva York con los disquetes de la novela atados al cuello».

(Imágenes:- 1.-página del «Diario» de Katherine Mansfield del 6 de septiembre de 1911/ 2.-anotaciones de David Foster Wallace a una obra de Don DeLillo.-foto Harr Ransom Center/ 3.- primera pagina del cuaderno de «Watt», de Samuel Beckett/ 4.-manuscrito de 1984, de George Orwell)

EL DETALLE EN EL PERIODISMO

«Cuando Gabriel García Márquez sale de de su casa de Bogotá, se desplaza en un Lancia Thema Turbo de 1992, un sedán personalizado, de tamaño medio, de color gris metalizado, con ventanillas a prueba de balas y chasis a prueba de bombas -contaba Jon Lee Anderson en The New Yorker en 1999 -. Lo conduce Don Chepe, un  fornido ex guerrillero que trabaja para García Márquez desde hace más de veinte años. Tras ellos, en otro vehículo, van algunos agentes del servicio secreto, a veces hasta seis. Un sedán de aspecto normal, a prueba de bombas y con un motor potente es un  coche seguro en un país en que todos los meses se secuestra a casi doscientas personas y se mata a más de dos mil». Esto que cuenta Anderson es el «toque humano» en el periodismo, la precisión en el dibujo de los detalles, aquello que el periodista confirma al comentar cómo va componiendo sus reportajes y perfiles: «Si algo se vuelve cotidiano, nos olvidamos de los detalles – dice -; mis anotaciones de los primeros días son las mejores; mi ojo es subjetivo; sin escenas no hay artículo; las escenas iluminan la pieza; si logras encontrar algo de humor para incluir en el perfil, eleva la pieza…».

Gracias a hacerse muy subjetivo el ojo del periodista y a observar siempre con gran atención, Anderson nos continúa relatando cómo en todas las casas donde García Márquez ha pasado largas temporadasCiudad de México, Cuernavaca, Barcelona, París, La Habana, Cartagena de Indias o Barranquilla -, el novelista colombiano posee el mismo modelo de ordenador Macintosh, que le permite trabajar donde quiera que esté: «por lo general – añade Anderson – se despierta a las cinco de la madrugada, lee un libro hasta las siete, se viste, lee la prensa, responde al correo electrónico y a eso de las diez, «pase lo que pase», está sentado a la mesa, escribiendo, donde permanece hasta las dos y media».

Narra todo ello Jon Lee Anderson en «El dictador, los demonios y otras crónicas» (Anagrama) y a través de ese libro  también conocemos – con motivo de la visita del periodista a la residencia del Rey de España en Madrid – que un poco más abajo del edificio, «discretamente empotrado en un monte de poca altura, hay un anexo para el personal, unido al Palacio por un  pasillo subterráneo, bordeado de vitrinas en las que se exponen maquetas de barcos, exquisitamente construidas, de la colección privada del rey». Como igualmente Anderson da noticia de que en el cesped de ese Palacio, delante de una de las salas de protocolo, hay una escultura en piedra marrón del artista Eduardo Chillida que parece un trono.

Es siempre el detalle, la observación del ojo subjetivo que todo periodista debe tener en el centro de su atención para intentar luego ser lo más objetivo posible en el conjunto. Siempre es el detalle el que capta el interés del lector. Sobre el detalle y su importancia he hablado alguna vez en Mi Siglo. En el campo de la literatura aparece también el detalle en el singular ejemplo de Marcel Schwob con sus «Vidas imaginarias» (Barral) en las que – como recuerda Borges al prologarlas «(Biblioteca personal«) (Alianza)  -«los protagonistas son reales; los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos. El sabor peculiar de este volumen está en ese vaivén», comenta BorgesY aSchwob, en esas «Vidas imaginarias» nos dice que «el día de Waterloo Napoleón estaba enfermo (…), que Alejandro andaba ebrio cuando mató a Klitos, que la fístula de Luis XlV pudo influir en alguna de sus decisiones (…), que Diógenes Laercio nos enseña que Aristóteles llevaba sobre el estómago un odre de aceite caliente (…), que Aubrey, en las «Vidas de las personas eminentes«, nos confiesa que Milton «pronunciaba la r muy dura», que a Erasmo «no le gustaba el pescado, aunque había nacido en una ciudad de pescadores», y que en cuanto a Bacon, «ninguno de sus servidores habría osado presentarse ante él con botas que no fueran de cuero de España, pues sentía al instante el olor del cuero de becerro y le resultaba muy desagradable».

El detalle. Siempre la atención al detalle en la fabulación o en la realidad. El detalle nos revela la atmósfera o nos retrata al individuo.

 Hoy.  O – como en el caso de Schwob – hace más de un siglo.

(Imágenes:- 1. Kikmet Karabulut.-Lebriz.com.-Estambul.- Turquía.-artnet/ 2.-Othman Moussa.- 2008.-Ayyman Gallery.-Damasco.-Dubai.-United Arab Emirates.-Beirut.-artnet)

¿ QUIÉN ES MAIGRET ?

¿Quién ha podido contar mejor cómo es Maigret  sino su creador? En 1953 Simenon redactó una descripción del inspector y se la entregó a un productor cinematográfico. En síntesis, decía así:

«Maigret tiene entre 45 y 5o años. Nació en un  castillo, en el centro de Francia, en el que su padre ocupaba el cargo de administrador. Es, pues, de origen campesino, robusto y fornido, pero posee cierta educación (…). Su vida privada es muy tranquila. Tiene una esposa dulce, rolliza, tierna y sencilla, que lo llama respetuosamente Maigret ( de tal manera que todo el mundo terminó por olvidar su ridículo nombre, Jules). Ella mantiene su hogar minuciosamente limpio, le prepara suculentos guisos, le cuida las heridas, jamás se impacienta cuando él permanece muchos días fuera de casa, soporta con indulgencia sus altibajos. Le horrorizan los cambios y vive desde hace veinte años en el mismo piso, en un barrio ni rico ni pobre, de modestos trabajadores.

Maigret es bastante grueso, plácido, fuma en pipa con cortas y golosas bocanadas, le gusta comer bien, y también beber: a veces cerveza, a veces tragos cortos de buenos aguardientes. Le gusta deambular por las calles y sentarse en la terraza de algún café.

Un caso criminal nunca es para él un caso más o menos científico, un problema abstracto. Es tan sólo un caso humano. Le gusta husmear el rastro dejado por un hombre como un perro de caza olfatea una pista. Quiere comprender. Se mete en la piel de sus personajes, de quienes, poco antes de verlos por primera vez, lo desconoce todo, y cuando hay un crimen, necesita averiguar hasta los más pequeños detalles. Otorga mucha importancia al ambiente en el que viven. Cree firmemente que determinado gesto no habría sido el mismo en un ambiente distinto, que un carácter evolucionaría de otra manera en cualquier otro barrio.

Es lento, pesado, paciente. Espera el déclic. El déclic, al que se refieren con afectuosa y respetuosa ironía sus colegas, es el momento en que Maigret, empapado de un ambiente y de los personajes a los que acaba de seguir paso a paso durante horas, días y semanas, consigue por fin pensar y sentir como ellos. (…)

Se sirve de los inspectores de su brigada, pero siempre prefiere acudir él, en persona, al lugar indicado, seguir él mismo los rastros, hacer vigilancias y diligencias que muchos considerarían incompatibles con su cargo. Quiere husmear a las personas y los lugares por sí mismo, hurgar por todas partes; aunque en ocasiones se siente descorazonado, nunca pierde la paciencia, y muchas veces se le podría creer borracho o dormido precisamente en el momento en que está más despierto.

Odia la maldad deliberada, odia a los hombres que impregnan el mal de sangre fría, y se muestra feroz con la hipocresía. Por el contrario, es indulgente para con las faltas que son fruto de las debilidades de la naturaleza humana. Un joven o una joven que van por mal camino le inspiran no sólo piedad, sino irritación contra su suerte o contra la organización social que está en el origen de esa mala orientación.

A veces incluso olvida que es un instrumento de la ley y ayuda a determinados culpables a escapar a un castigo que considera exagerado. Cuando puede, intenta, como en sus sueños juveniles, remendar los destinos. Lo cual le crea frecuentemente conflictos con sus superiores y sobre todo con los magistrados, que juzgan a los hombres tan sólo a la luz de los textos de las leyes (…)».

Así describió Simenon a Maigret y así queda recogido en el apéndice del volumen conjunto  «El mismo cuento distinto» y «El hombre de la calle» (Gabriel García Márquez y Georges Simenon) (Tusquets).

Un perfil singular que todo lo resume.

(Imágenes: Flickr/ Cartel de la película de Jean Delanoy, 1959, «Maigret et l´affaire Saint-Fiacre».-hem.passagen.se/calv/gabin/ Sello recordando un film de Gabin interpretando a Maigret.-hem. passagen.se/calv/gabin)