«García Márquez se levanta a las 6 de la mañana y escribe hasta las 2 de la tarde. ¿Cuántas cuartillas? : una o dos. Las redacta, las elabora, las refina hasta hacerlas aparecer escritas en la prosa más natural del mundo cuando en realidad son el fruto de un minuciosísimo trabajo de ebanistería. Se asemejan a aquellos bargueños coloniales en donde cada pieza encuentra su lugar justo y el conjunto parece un solo cuerpo con dibujos en su parte exterior». Estas palabras del político y columnista colombiano Alfonso López Michelsen en 1992 reflejan, como tantos otros testimonios, las horas de quehacer del novelista y el esfuerzo constante en su trabajo.
Ahora que salen a la luz los manuscritos y documentos del autor de «Cien años de soledad» se mostrará, como ocurre en muchos otros autores, la feliz unión de la paciencia con la tenacidad. En el caso de García Márquez, detrás de la imaginación y de su comentado «realismo mágico», se descubre una enorme dosis de documentación que sustenta firmemente todo su edificio creativo. Muchos amigos y conocidos del escritor han dado fe de ello, y en el caso de López Michelsen sus aportaciones son muy valiosas. «Los diccionarios de la lengua son los libros favoritos del novelista –dice -. Lee y relee el significado de cada vocablo, sus sinónimos, sus contrarios y el régimen gramatical que regenta su uso. Un ejemplo extraordinario de esta labor benedictina – añade Michelsen – es la
descripción del entierro de Bolívar. Allí están descritos con su propio nombre los clavos del ataúd, las cintas que lo adornan, las piezas que lo integran (…) En más de una ocasión me correspondió colaborar con él en la búsqueda de los más nimios detalles de la vida del siglo XlX: reconstruir un menú en Cartagena, cerciorarnos de los vinos de Francia que se importaban entonces o de las partituras que se ejecutaban al son de los violines en los saraos del norte de Colombia. Recuerdo con especial afecto el haber recuperado el vocablo matalotaje, del más puro sabor castellanos, que se conservaba hasta hace pocos lustros en la provincia de Valledupar y Padilla, para significar el avío con que los estudiantes viajaban desde la Guajira y el actual Cesar, para embarcarse en el barco del Magdalena con destino a Bogotá«.
Todo un trabajo minucioso de documentación precisa al que muchos grandes escritores del mundo se han consagrado antes de dar alas a su invención.
(Imágenes.- 1.-manuscrito mecanografiado de Gabriel García Márquez. Harry Randon Center- elpais/ 2.- apuntes de García Márquez para la novela «El General en su laberinto»- Harry Randon Center- elpais / García Márquez)