LISBOA, PESSOA, CARDOSO, PALHA

«El aire es de un amarillo oculto – escribía Pessoa -, como un amarillo pálido visto a través de un blanco sucio. Apenas hay amarillo en el aire ceniciento. La palidez de lo ceniciento, sin embargo, tiene algo de amarillo en su tristeza».

«En esta tarde en que escribo, la lluvia ha cesado por completo. La alegría del aire se siente demasiado fresca contra la piel. El día va consumiéndose no en ceniciento, sino en azul pálido. Un azul vago se refleja, incluso, en las piedras de las calles. Duele vivir, pero de lejos. Sentir no importa. Va iluminándose algún que otro escaparate. En otra ventana alta hay gente que da por acabado su trabajo. El mendigo que pasa junto a mí quedaría pasmado si me conociera».

«Fernando Pessoaescribía Cardoso Pires – está sentado bajo la lluvia en la terraza de A Brasileira. Dentro del café, está Almada. O estuvo. Durante mucho tiempo me acostumbré a verlo en la pared, en autorretrato de los años veinte, acompañado de dos señoras sofisticadas que parecían esperar cualquier cosa que pudiese llegar. ¿Cualquier cosa, o algo determinado? ¿El segundo futurismo? ¿El próximo tren de París? Hasta hoy, silencio absoluto. En A Brasileira, Almada ha dejado de ser visto con ellas y, con lo que cae fuera, no es normal que vuelva pronto».

«La calle se arrugó de luz intensa y pálida – escribía Pessoa -, y la negrura deslucida tembló, de este a oeste del mundo, con un estruendo de descoyuntamientos retumbantes… La tristeza dura de la torpe lluvia empeoró el aire negro con una desagradable intensidad. Frío, tibio, caliente – todo al mismo tiempo -, el aire estaba fuera de lugar en todas partes. Y de inmediato, por la amplia sala, una cuña de luz metálica abrió brecha en los descansos de los cuerpos humanos, y, con el sobresalto helado, un pedrusco ruidoso golpeó por todas partes, despedazándose con silencio duro. El ruido de la lluvia disminuye como una voz apagada. El ruido de las calles disminuye angustiosamente. Nueva luz, de un amarillo rápido, cubre la negrura sorda, pero hubo ahora un momento de respiración posible antes de que el puño del ruido tembloroso sonara como un eco repentino desde otro punto; como una despedida molesta, la tormenta empezaba a no estar aquí ya».

«Chuvas corridas, tristezas crescidas e venha aguardente para lavar as feridas, dicen los lisboetas de taberna – escribía Cardoso Pires -. Mientras, Pessoa, que sabe eso de memoria porque «decilitró» por barras de media Lisboa, sigue en la terraza bajo la lluvia y, encima, sin vaso».

Y fuera, en las calles, Rui Palha, continuaba haciendo fotografías.

(Imágenes.-Rui Palha)

2 comentarios en “LISBOA, PESSOA, CARDOSO, PALHA

  1. ¡Sin palabras! no cabe más belleza en fotografía, ni mejor pluma en los extractos, ¡gracias como siempre Profesor, por regalarnos casi a diario, joyas como ésta.
    Avelina

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