CUADERNO DEL AGUA (3) : ESENCIAS

 


Lo mejor es el agua», ya  había dicho en el siglo V antes de Cristo el griego Píndaro en sus  «Olímpicas». «El agua es el conductor de la naturaleza», dice Leonardo en sus «Cuadernos de notas», «el agua asume todo olor, color y sabor, mientras que ella no tiene nada por sí misma», escribirá también. » El agua es la mirada de la tierra, su aparato de mirar el tiempo», dirá Claudel. «El agua es la imagen del tiempo – comentará el poeta y Premio Nobel ruso Josef Brosky – y dirá que «cada víspera de Año Nuevo hago lo posible por encontrarme con el agua, preferentemente el mar o el océano».  Destaca en Brodsky su poema «Un vaso con agua «( 1995). Y esos recipientes con agua nos llevarán a «El aguador de Sevilla», de Velázquez. » El agua vuelve al agua», escribe Saint Exupery en «Ciudadela». «Aguas parpadean tes, aguas horizontales», dice Valéry en sus «Fragmentos». «Luz líquida» llamará al agua Julio Verne en » Veinte mil leguas de viaje submarino». Lorca hablará de «agua loca», «agua clara», la definirá como «la que no tiene cauce», la que «embiste, mansa como un buey». Leonardo hablará del «agua rugosa o arrugada» , dibuja diluvios y pinta sus «Estudios de agua», (1510) que se encuentran en el castillo de Windsor. » agua es perlas fundidas», escribirá Zamrak, poeta de Mohammed V en 1390, como así lo cuenta el gran arabista Emilio García Gómez.  Y existe una «Alegoría del agua» escrita por Jerónimo Antonio de Ezquerra en 1700.

 

Acantilados y agua fueron pintados por Böcklin. » El agua es la maestra del lenguaje fluido, del lenguaje sin tropiezos, del lenguaje continuo», señala  D’Ors que ha hablado de «las risas del agua»,

Hay aguas livianas y medusas, dirá Gerardo Diego en su poema «Aguasmalas».
Del agua y lo onírico destaca sobre todo la noche de Durero, en junio de 1525, que sueña cómo unas grandes masas de agua caen poderosamente de los cielos e invaden todo el país. Durero pintó inmediatamente  ese sueño. Y  sobre las relaciones del agua y la memoria Sergio Bonini se pregunta : «¿Deberíamos especular sobre la razón por la que el agua puede recordar algo en ciertas ocasiones y olvidarlo en otras?», como recoge  Philip Ball en su «Biografía del agua». La curación por el agua en el cine aparecerá de algún modo en  «Nostalgia», la película del ruso Andrei Tarkovski.

 

(Imágenes—1-Kane Gledhill/ 2-Eduardo Gageiro – Lisboa/ 3-Kane Gledhill)

EL NO-VIAJE

 


Ahora que hay tantos impedimentos para viajar vienen a la mente los no -viajes, o dicho de otro modo los viajes singulares que han recorrido su especial mundo. Un libro titulado “El antiviaje” lo escribió la francesa Muriel Cerv, tal como lo cuenta Luis Pancorbo en su “ Mapamundi de lugares insólitos, míticos y verídicos”. Allí escribe la autora sobre su experiencia: “Me siento optimista como un buda, llena de esperanza en renacer en el corazón de una yema de loto en un estanque, o en un campo de patatas de Normandía, para convertirme en papilla mezclada con la saliva de la tierra, y explotar como una flor cada primavera, partícula soldada por la circulación de la vida que germina y se pudre sin fin.” Pancorbo recuerda también otro tipo de viajes  singulares o no-viajes, como el narrado por Xavier de Maistre en su “Viaje en torno de mi cuarto”, en 1825. Y ha habido viajes en torno al propio cerebro, como el realizado por el escritor húngaro Fridges Karinthy, quien en 1939 se puso a narrar lo que  se vive y se siente cuando a uno le operan de un tumor cerebral.”

 

Hay gentes que han viajado intensamente sin moverse de su sitio. Siempre desde  su Chiado de Lisboa, Pessoa confiesa: “He viajado. Creo inútil explicaros que no llevé ni meses ni días, ni otra cantidad cualquiera de cualquier tiempo viajando. Viajé en el tiempo, es cierto, pero no del lado de acá del tiempo, donde lo contamos por horas, días y meses; fue del otro lado del tiempo por donde yo viajé, donde el tiempo no se cuenta con una medida. Transcurre, pero sin que sea posible medirlo. Es como más rápido que el tiempo que hemos visto vivirnos.”

Y si hay algún título de un libro que pueda ajustarse al momento que estamos pasando es el de “Viajar es muy difícil”,  de Nuria Amat, unas páginas deliciosas sobre viajeros y viajes en la fantasía y en la realidad.

 

 

 

(Imágenes—1- Fan Kuan – Museo nacional del palacio -Taipéi/2-Lee Lawson/ 3- Alberto Sughi-1992- artnet)

PERO HABRÁ POETAS SIEMPRE

 

 

“Pero habrá poetas siempre .—escribe Byron —Aunque la fama sea humo,

sus vapores son incienso para la mente de los hombres ,

y los sentimientos  inquietos que un día despertaron

la lírica en el mundo, buscarán lo de siempre.

Pues como acaban rompiendo las olas en la orilla.

Así hasta su linde extrema aportan las pasiones

vitalidad a la poesía, que sólo es pasión o, al menos,

siempre lo fue hasta reducirse a moda.”

(Imagen —Miguel Rita)

VIAJES POR EL MUNDO (26) : COLOR DE LISBOA

 

 

“Color. De Lisboa se puede decir que hasta los daltónicos discuten sobre su color —evoca Cardoso Pires en su “Diario de a bordo” —. Fíjese, lo que predomina es el ocre  advierte un byroniano que está de paso. El verde, el verde, contrapone alguien a continuación, con los ojos en el Terreiro do Paco:” hasta el caballo de Don José se va poniendo verde, comido por el mar”, decía Cecilia Meíreles. O el blanco, el blanco recuerda espumas del océano, cal de muros, Mediterráneo, “se siente una nostalgia blanca…”,  escribió Mary McCarthy en una “Carta de Portugal”, y Alain Tanner, cineasta civilizado, no se anduvo con rodeos y llamó a esto “Ciudad Blanca”.

 

 

Por esas y por otras razones es muy difícil para un pintor plasmar el color de nuestra ciudad. A veces aparece en las acuarelas de Bernardo Marques, sí, un poco: o en l a ingenua suavidad de Carlos Botelho. Está en aquel atardecer casi lúgubre del Largo de Camoes, de Abel Manta, en la Rua Augusta a Noite, de un modestísimo académico como José Contente, y, sin duda, en la descripción del Alto de Santa Catarina de Joao Abel. Podemos verla en azul en la versión de Vieira da Silva, como ya la habíamos visto en un célebre azulejo del siglo XVlll pero, en Vieira da Silva, Lisboa es un recuerdo que le quedó en el corazón porque, incluso en otros temas muy alejados de éste, muchos de sus discursos cromáticos son ecos de los azulejos lisboetas por su luz y su composición »


 

(Imágenes—1-Abel Manta- largo Camoes/ 2-Bernardo Marques -Lisboa- artnet/3- Rui Palha)

CIUDADES LITERARIAS : FAROLAS, SOMBRAS Y ADOQUINES

 

 

“Existen tres elementos sin los cuales resulta imposible pretender que una ciudad sea literaria. Las farolas, los adoquines y las sombras deben darse conjuntamente en este orden –  así lo cuenta Nuria Amat en su interesante libroViajar es muy difícil”- . Las sombras a las que me refiero – comenta – pueden ser de personas o bien de apariciones fantásticas (…) Según Bioy, el puente Alsina de la ciudad de Buenos Aires aparece, por su aspecto, el más insignificante de todos los puentes de la ciudad fantasma. La visita cotidiana que Borges y Bioy solían hacer a este puente lo transforma en maravilloso. Más conocido para el lector corriente deben de ser el barrio de Palermo, el cementerio de la Recoleta, el parque Lezama, la Boca, Adrogué, o aquella esquina de las calles Belgramo y Pichincha (…) Nunca estuve en la calle Maipú pero me basta con escribir ahora esta palabra para ver el mundo, la puerta, la escalera y el apartamento del número 994 donde vivía Borges.

 

 

A diferencia de las sombras, las farolas son unas cajas de vidrio dentro de las cuales se pone una luz (…)  El colmo de las farolas de las ciudades literarias es el Faro o Pharo de Alejandría, situado en la isla del mismo nombre que linda con el puerto de la ciudad. El fuego del Faro de Alejandría ilumina día y noche la Biblioteca. Da luz al conocimiento. Los primeros escritores de Occidente disponían entonces de este instrumento imprescindible para acompañar sus noches.

 

 

Por lo que respecta a Tánger, cuando el que pasea por sus calles cree haber tropezado con un bulto móvil, se lleva la sorpresa de encontrarse con una  farola, y viceversa. Las farolas se confunden con las chilabas oscuras y blancas del hombre encapuchado. Pero las farolas tangerinas tienen fama de dar una luz muy escasa, al contrario de las petersburguesas. En San Petersburgo las farolas son exuberantes y están preparadas para engañar tanto a escritores adultos, como a adolescentes aprendices del estilo literario.

 

 

Si las farolas constituyen la parte blanca de la noche de los escritores, los adoquines conforman la parte negra. El suelo adoquinado de las calles concede al escritor, o a su sombra, particularidades interesantes. Gracias a ese variado crucigrama del suelo que cada paseante literato pisa una y otra vez se consigue por fin una mejor o peor literatura. Depende del adoquinado. James Joyce, por ejemplo, las noches en que no estaba ebrio, salía a caminar por las calles de la ciudad vieja de Trieste en busca de sus mejores frases. Se sabe por testimonios dignos de crédito que Joyce repetía una frase previamente concebida a la espera de que sus pasos la perfeccionaran o bien la condujeran al siguiente párrafo. Por su parte Pessoa bajaba en Lisboa por la rua dos Douradores hasta el café Brasileira, en el Chiado. Pessoa vivía prácticamente en este barrio donde las calles se distinguían por sus adoquines bicolores, ajedrezados y minúsculos, muy semejantes a mosaicos bizantinos”.

 


 

(Imágenes- 1-Brassai/ 2- André Kertész/3-San Petersburgo- 1869- Wikipedia/ 4-calle Mayor- Madrid- 1954/ 5-Niels Fisher)

PAISAJES DE PESSOA

 

 

”Disfruté anticipadamente el placer de ir, una hora para allá, una hora para acá, viendo los aspectos siempre diferentes del gran río y de su desembocadura atlántica – escribe Pessoa con motivo de un viaje a Cascaes -. En verdad, al ir, me perdí en meditaciones abstractas, viendo sin ver los paisajes acuáticos que me alegraba ir a ver, y al volver me he perdido en la fijación de estas sensaciones. No sería capaz de describir el más pequeño pormenor del viaje, el más pequeño trecho de lo visible”.

 

 

Ahora que el museo Reina Sofía en Madrid consagra a Pessoa y su mundo una nueva exposición, vuelve uno a sus paisajes interiores y exteriores, tan bien estudiados por Ángel Crespo. “Las sombras rotas de los follajes, el canto trémulo de las aves, los brazos extendidos de los ríos, estremeciendo al sol su lucir fresco, los verdores, las amapolas, y la simplicidad de las sensaciones –  al sentir esto, siento nostalgia/ de ello/, como si al sentirlo no lo sintiese”. Lisboa, en otro fragmento, le hace pensar y decir : “Los pormenores de la calle sin animación por la que muchos andan se me destacan con un alejamiento mental: los cajones apiñados en el carro, los sacos a la puerta del almacén del otro, y, en el escaparate distante de la tienda de ultramarinos de la esquina, el vislumbre de las botellas de ese vino de Oporto que sueño que nadie puede comprar. Se me aísla el espíritu de la mitad de la materia. Investigo con la imaginación. La gente que pasa por la calle es siempre la misma que ha pasado hace poco, es siempre el aspecto fluctuante de alguien, manchas de movimiento, voces de incertidumbre, cosas que pasan y no llegan a suceder.”

 

 

“ Pero hay días en que éste es el paisaje que me pertenece, y en el que entro como un figurante en una tragedia cómica. Estos días estoy equivocado, pero, por lo menos en cierto modo, soy más felíz. Si me distraigo, me creo que tengo realmente casa, lar, a donde volver. Si me olvido, soy normal, reservado para otro fin, cepillo otro traje y me leo un periódico entero.

Pero la ilusión no dura mucho, tanto porque no dura como porque se hace de noche. Y el color de las flores, la sombra de los árboles, la alienación de paseos y arriates, todo se esfuma y se encoge. Por cima del error de que yo sea un hombre de repente , como si la luz del día  fuese un telón de teatro que se escondiese para mí, el gran escenario de las estrellas. Y entonces olvido con los ojos el patio de butacas amorfo y espero a los primeros actores con un sobresalto de niño en el circo.”

 

 

(Imágenes -1- Pessoa por las calles/ 2, 3 y 4 – Rui Palha)

EL HOMBRE SIN TIEMPO

 

 

“Mirad las personas que corren afanosas por las calles – recordaba Ionesco en una conferencia -. No miran ni a derecha ni a izquierda, con gesto preocupado, los ojos fijos en el suelo como los perros. Se lanzan hacia adelante, sin mirar ante sí, pues recorren maquinalmente el trayecto, conocido de antemano. En todas las grandes ciudades del mundo es lo mismo. El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende     que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante. Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio.”

Se comprende que este texto fascine a Nuccio Ordine en su manifiesto de “La utilidad de lo inútil.

(Imagen- Rui Palha – fineart)

CAFÉS DE PROVINCIAS

 

 

«Vuelvo a pensar en el café Do Encoberto y en los escritores locales, «muito de preto vestidos», que toman café y emborronan cuartillas, por las tardes, solitarios en sus mesas, una por poeta, como es lógico. Probablemente son todos ellos malos escritores, o todo lo más mediocres. Despreciados probablemente desde Lisboa, desde Coimbra, desde Oporto, como los de aquí se desprecian desde Madrid o Barcelona. Yo, sin embargo, siento hacia ellos una enorme ternura. Quedarse en eso ha estado en la suerte de cualquiera. Es cosa de fortuna, buena o mala. También entre los que han saltado a la Prensa de gran difusión, entre los que tienen un nombre e incluso un público, los hay malos y mediocres. Pero si conmueven es de otra manera y por otras razones. Estos de los cafés de provincias, anticuados casi todos, embebidos en un esfuerzo sin porvenir, engañados acerca de sí mismos, de lo que piensan y de lo que escriben, son, sin embargo, los verdaderos escritores puros, sin gloria, sin ganancias, sin lectores. Incluso sin esperanzas ya. A veces, pocas veces, resulta que alguno de ellos era un genio ( lo cual sigue sin explicar nada), y menos veces aún alguien encuentra sus papeles, descubre que son valiosos, los publica y la gente se pregunta: «Pero ¿es posible que Fulano…?». Sí, Fulano, que se murió de asco, tenía talento. Los que escribían en el mismo café que él, en la mesa de enfrente, y lo tomaban, como él, con un poquito de leche, también se asombran. Porque los escritores malos de provincias, como los buenos de las capitales, son ciegos para los demás. Es cosa del gremio».

Gonzalo Torrente Ballester – «Cuadernos de la Romana» -1974

 

 

(Imágenes- 1- forocoches com/ 2-café A Brasileira)

VIAJES POR EL MUNDO (4) : LISBOA

mar.-55ffy.-ríos.-ciudades.-Lisboa.-Eduardo Gageiro.-Lisboa

 

«Apenas amanece, te me apareces posada sobre el Tajo como una ciudad que navega. Es natural: cada vez que me encuentro en alturas desde las que creo abarcar el mundo, en la cima de un mirador o sentado en una nube, te veo ciudad- nave, barca con calles y jardines por dentro, y hasta la brisa que corre me sabe a sal. Hay olas de mar abierto dibujadas en tus calzadas; hay anclas, hay sirenas. El combés, en ancha plaza con una rosa de los vientos bordada en el pavimento, está gobernado por dos columnas surgidas

 

ciudades.-r5bbn.-Lisboa.- 1956 -música.-Eduardo Gageiro

 

de las aguas, que montan guardia de honor a la partida hacia los océanos. Parecen flanquear la proa o ésa es la impresión que dan; detrás, a pocos pasos, un rey-niño sobre un caballo verde está mirando a través de ellas hacia el otro lado de la Tierra y a sus pies se ven nombres de navegantes y fechas de descubrimientos inscritos en basalto sobre la plaza batida por el sol. Enfrente corre el río hacia los meridianos del paraíso. Es el Tajo al que cronistas alucinados pueblan de tritones que cabalgan sobre delfines.

 

ciudades.-reebb.-Lisboa.-calles.-Gérard Castello-Lopes.-1957

 

(…) Pero  esto no es sólo luz y río, como bien sabes. No es sólo geografía, revelaciones o memorias, ni el vacuo palabrerío de los manuales y de los oradores fracasados. Hay voces y olores reconocibles – olores, claro que sí: el del pescado en sal y  barrica de las tiendas de la Rua do Arsenal, sin ir más lejos; el del mar, a ciertas horas, en los muelles del Tajo; el de las noches de verano en los jardines de A Lapa; el de los almacenes de aparejos marineros entre Santos y el Cais do Sodré; el del pescado asado a la parrilla a la puerta de las tascas en rincón o travesía, desde el Bairro Alto a Carnide; y, en el invierno, por las calles, el olor humeante de las castañas asándose en los hornillos de los vendedores ambulantes».

José Cardoso Pires – «Lisboa – Diario de a bordo»

 

ciudades.-tyuu.-lluvia.-Lisboa 1956.-foto António Sena da Silva

 

(Imágenes -1-Lisboa- Eduardo Gageiro/ 2.-Lisboa- Eduardo Gageiro- 1956/ 3.-Lisboa-Gerard Castello Lopes -1957/ 6.- Lisboa-António Sena da Silva- 1956)

CASAS ABANDONADAS

casas.-rfthy.-Arünas Baltènas.-Vilnius

«Las ideas en literatura a veces duermen durante años. Juan Rulfo declaraba que su novela «Pedro Páramo» surgió del recuerdo de una muchachita que conoció cuando él contaba trece años. Hay ideas que nos persiguen, están rodeadas por otras; y sin embargo la idea válida emerge al fin. En torno a ese desfile o “persecución” de las ideas en muy diversos sentidos el norteamericano Erskine Caldwell hablaba así: “Veo en la calle un autobús escolar y te preguntas adónde irá. Después te imaginas una escuela y una maestra. Bien, ¿y quién es esta maestra? ¿ Qué aspecto tiene? (…) Entonces te acuerdas de algunas de las maestras que tuviste cuando eras pequeño. Y así todo el rato.” Es algo muy parecido a la “visión” que tuvo Pessoa en un tranvía de Lisboa: imaginar, dejar que la imaginación se expanda, extenderse en horizontes inacabables.

Personalmente, estas “visiones” siempre me han atraído, entre muchos otros lugares, hacia casas deshabitadas. Cuando paso ante esos jardines desolados, algunos al lado del mar, otros en las laderas de un monte o en un extremo de la ciudad, cuando me detengo ante esos portalones ya enmohecidos por el tiempo y vislumbro a  través de viejos ventanales habitaciones solitarias y vacías, se me aparecen todas las generaciones que allí vivieron, con sus voces, sus vestidos, sus pasiones y sus hábitos,  hay gentes que pueblan de repente esos espacios y desde la construcción de las escenas concretas (inventadas) me remonto hacia las grandes preguntas. ¿Cómo fueron, felices o desdichados? ¿Qué dejaron en sus vidas? A veces, en las clases de escritura, he repartido entre los alumnos grandes fotografías  de esas casas abandonadas y olvidadas para que las recreen con historias. En general lo han  hecho muy bien. Según los colores desvaídos y los restos de decoración que aún asomaban, según las puertas y ventanas, la altura de los techos, la disposición de los cuartos, la imaginación del escritor recrea hombres, mujeres y niños, coloca muebles, entabla diálogos. No se trata de escribir cosas generales ni reflexiones, sino de inventar, levantar – como si fuera un teatro – unos escenarios reales y humanos cargados de detalles, porque son los detalles los que siempre dan cuerpo a las historias.»

José Julio Perlado.«El proceso creador» (libro de próxima aparición)

casas.- 4rty.- Arunas Baltenas

(Imágenes:- 1 y 2.- .- Arunas Balténas)

LISBOA, PESSOA, CARDOSO, PALHA

«El aire es de un amarillo oculto – escribía Pessoa -, como un amarillo pálido visto a través de un blanco sucio. Apenas hay amarillo en el aire ceniciento. La palidez de lo ceniciento, sin embargo, tiene algo de amarillo en su tristeza».

«En esta tarde en que escribo, la lluvia ha cesado por completo. La alegría del aire se siente demasiado fresca contra la piel. El día va consumiéndose no en ceniciento, sino en azul pálido. Un azul vago se refleja, incluso, en las piedras de las calles. Duele vivir, pero de lejos. Sentir no importa. Va iluminándose algún que otro escaparate. En otra ventana alta hay gente que da por acabado su trabajo. El mendigo que pasa junto a mí quedaría pasmado si me conociera».

«Fernando Pessoaescribía Cardoso Pires – está sentado bajo la lluvia en la terraza de A Brasileira. Dentro del café, está Almada. O estuvo. Durante mucho tiempo me acostumbré a verlo en la pared, en autorretrato de los años veinte, acompañado de dos señoras sofisticadas que parecían esperar cualquier cosa que pudiese llegar. ¿Cualquier cosa, o algo determinado? ¿El segundo futurismo? ¿El próximo tren de París? Hasta hoy, silencio absoluto. En A Brasileira, Almada ha dejado de ser visto con ellas y, con lo que cae fuera, no es normal que vuelva pronto».

«La calle se arrugó de luz intensa y pálida – escribía Pessoa -, y la negrura deslucida tembló, de este a oeste del mundo, con un estruendo de descoyuntamientos retumbantes… La tristeza dura de la torpe lluvia empeoró el aire negro con una desagradable intensidad. Frío, tibio, caliente – todo al mismo tiempo -, el aire estaba fuera de lugar en todas partes. Y de inmediato, por la amplia sala, una cuña de luz metálica abrió brecha en los descansos de los cuerpos humanos, y, con el sobresalto helado, un pedrusco ruidoso golpeó por todas partes, despedazándose con silencio duro. El ruido de la lluvia disminuye como una voz apagada. El ruido de las calles disminuye angustiosamente. Nueva luz, de un amarillo rápido, cubre la negrura sorda, pero hubo ahora un momento de respiración posible antes de que el puño del ruido tembloroso sonara como un eco repentino desde otro punto; como una despedida molesta, la tormenta empezaba a no estar aquí ya».

«Chuvas corridas, tristezas crescidas e venha aguardente para lavar as feridas, dicen los lisboetas de taberna – escribía Cardoso Pires -. Mientras, Pessoa, que sabe eso de memoria porque «decilitró» por barras de media Lisboa, sigue en la terraza bajo la lluvia y, encima, sin vaso».

Y fuera, en las calles, Rui Palha, continuaba haciendo fotografías.

(Imágenes.-Rui Palha)

«HE BAJADO, COGIÉNDOTE DEL BRAZO»

«He bajado, cogiéndote del brazo, al menos un millón de escaleras

y, ahora que no estás, el vacío se abre en cada escalón.

Aun así, fue breve nuestro largo viaje.

El mío sigue aún, pero ya no necesito

las correspondencias, las reservas,

las trampas y las vergüenzas de quien cree

que la realidad es la que se ve.

He bajado millones de escaleras, cogiéndote del brazo,

no ya porque con cuatro ojos tal vez se vea más.

Contigo las he bajado, porque sabía que de nosotros dos

las única pupilas verdaderas, aunque empañadas, eran las tuyas».

Eugenio Montale.

(Imagen:- Lisboa.-Rui Palha)

PESSOA, EN FLAGRANTE DELITO

Esta fotografía, que envió Pessoa en septiembre de 1929 a Ophelia Queiroz con la dedicatoria «Fernando Pessoa, «en flagrante delitro«- así lo cuenta Jacques Bonnet en «Bibliotecas llenas de fantasmas» (Anagrama) -, volvió a tejer unos lazos que llevaban rotos nueve años y que iban a ceder, esta vez definitivamente, seis meses más tarde. Al menos, en su forma material. Ophelia no se casó nunca». Pessoa aparece bebiendo un vaso de vino tinto en la vinatería de Abel Ferreira da Fonseca, con unos pequeños toneles de Clarete, Afabado, Moscatel o Ginja detrás. Ya anciana, Ophelia narraba la anécdota entera: «Un día mi sobrino Carlos Queiroz trajo a casa la famosa fotografía de Fernando bebiendo vino. Llevaba una dedicatoria: «Carlos, éste soy yo, en el bar de Abel, es decir cerca del Paraíso terrenal, por otra parte ya perdido, Fernando, 2/9/1929″. Me pareció muy curiosa, desde luego – decia Ophelia -y le dije a mi sobrino que la quería para mí. Carlos se lo dijo y poco después me envió la misma foto con esta dedicatoria: «Fernando Pessoa, en flagrante delito». Le escribí para darle las gracias y me contestó«.

Tenía Pessoa en esta imagen cuarenta y un años. Ophelia, contemplando esta fotografía, añadía: «Fernando no era el mismo. No sólo físicamente – había engordado mucho . sino también en su manera de ser. Siempre estaba nervioso, y vivía obsesionado por su obra. A menudo me decía que temía no ser capaz de hacerme feliz por la cantidad de tiempo que debía consagrar a esta obra«.

«El amor, cuando se manifiesta, – escribe Pessoa en torno a ese año de 1929-

no sabe manifestarse,

Sabe mirarla

pero no sabe hablarle.

Cuando se quiere decir lo que se siente

no se sabe qué decir.

Si se habla, parece que se miente,

si se calla, parece que se olvida...»

Viene todo esto a cuento al anunciarse que la biblioteca de Fernando Pessoa se ha digitalizado y es accesible de forma gratuita en la web. Su biblioteca llena de fantasmas atraviesa ahora todos los muros y entra en las pantallas de nuestras habitaciones. Se nos aparece Pessoa tal como se le apareció a Jacques Bonnet cuando compró por quinientos escudos en 1983 y en una librería de Coimbra el único ejemplar del libro de Maria José de Lancastre, «Fernando Pessoa, una fotobiografia«, coeditado en 1981 por la Imprenta Nacional-Casa da Moeda y el Centro de Estudos Pesoanos. Allí estaba esta fotografía. Podemos acercarnos hasta ese mostrador y oir cómo Pessoa nos recita:

«Ella hacía gestos inocentes,

se reía en el fondo de sus ojos.

Pero serpientes invisibles

la hacían pertenecer al mundo…

Sí, eso habría podido ser…»

Sin duda estaba pensando en Ophelia.

(Imágenes:-1.-Pessoa en el bar de Abel Pereira da Fonseca, 1929/ 2.-Pessoa por las calles de Lisboa)

EN TORNO AL OÍDO

sonido.-AA- por Janet Cardiff y Georges Bures Miller-1995.-artnet

«Donde quiera que estemos, lo que oímos es fundamentalmente ruido. Cuando lo ignoramos, nos perturba. Cuando lo escuchamos, nos resulta fascinante«, dice John Cage en su libro «Silencio» y ello lo recoge Calvo Serraller al comentar el volumen de Alex Ross titulado «El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música» (Seix Barral). Pienso en el ruido de las grandes ciudades y en cómo se perseguían y grababan aquellos ruidos precisos de Lisboa en la película de Wim Wenders de la que ya hablé en Mi Siglo. Pienso en los extraños ruidos interiores que acosaban al oído de  Jonathan Swift, atormentado por el síndrome de Menière,  provocándole sordera y terribles  mareos y perdiendo su capacidad para oir. Pienso en la retirada poco a poco hacia el silencio del gran compositor checo Bedrich Smetana, cada vez más sordo, obligado a dejar el Teatro Nacional para encerrrarse en Jabkonia, en un mundo de sueños. Pienso en célebres oídos enfermos: en el de Beethoven, en el de Goya, en el de Gabriel Fauré, y también en ese ruido de las urbes que provoca tantas incomodidades, tanta irritación a las gentes. Pienso igualmente en el silencio amarillo de los desiertos, en la soledad de arena que llega  hasta las noches del oído y también en ese mutismo de los pasillos, lengua callada bajo las capuchas, en  la Cartuja de la Grande Chartreuse, en los Alpes franceses,  donde la película de 164 minutos, «El gran silencio«, nos impone el mutismo total, el oído intentando escuchar de qué nos habla lo interior, cuál es el lenguaje del alma.

Gran silencio.-convicciontv.cl

(Imágenes:-1.-Janet Cardiff y George Bures Miles.-1995.- Gallery Barbara Weiss -artnet/ 2.-imagen de la película «El gran silencio«.-convicciontv.cl)

EN EL CENTRO DE LISBOA

«Vengo de tierras de Beja.

Voy al centro de Lisboa.

No traigo nada  y no encontraré nada.

Traigo el cansancio anticipado de lo que no encontraré,

y la saudade que siento no está  ni en el pasado ni en el futuro.

Dejo escrita en este libro la imagen de mi designio muerto:

Fui como hierbas, y no me arrancaron»

 

así escribe Fernando Pessoa, y yo escucho mientras tanto la melodía que entona Teresa Salgueiro, de  Madredeus, en el centro de la película «Lisbon Story» de Wim Wenders, en el centro, en el corazón de la ciudad.

(Video: escenas de la película «Lisbon Story», escrita y dirigida por Wim Wenders)