Esta fotografía, que envió Pessoa en septiembre de 1929 a Ophelia Queiroz con la dedicatoria «Fernando Pessoa, «en flagrante delitro«- así lo cuenta Jacques Bonnet en «Bibliotecas llenas de fantasmas» (Anagrama) -, volvió a tejer unos lazos que llevaban rotos nueve años y que iban a ceder, esta vez definitivamente, seis meses más tarde. Al menos, en su forma material. Ophelia no se casó nunca». Pessoa aparece bebiendo un vaso de vino tinto en la vinatería de Abel Ferreira da Fonseca, con unos pequeños toneles de Clarete, Afabado, Moscatel o Ginja detrás. Ya anciana, Ophelia narraba la anécdota entera: «Un día mi sobrino Carlos Queiroz trajo a casa la famosa fotografía de Fernando bebiendo vino. Llevaba una dedicatoria: «Carlos, éste soy yo, en el bar de Abel, es decir cerca del Paraíso terrenal, por otra parte ya perdido, Fernando, 2/9/1929″. Me pareció muy curiosa, desde luego – decia Ophelia -y le dije a mi sobrino que la quería para mí. Carlos se lo dijo y poco después me envió la misma foto con esta dedicatoria: «Fernando Pessoa, en flagrante delito». Le escribí para darle las gracias y me contestó«.
Tenía Pessoa en esta imagen cuarenta y un años. Ophelia, contemplando esta fotografía, añadía: «Fernando no era el mismo. No sólo físicamente – había engordado mucho . sino también en su manera de ser. Siempre estaba nervioso, y vivía obsesionado por su obra. A menudo me decía que temía no ser capaz de hacerme feliz por la cantidad de tiempo que debía consagrar a esta obra«.
«El amor, cuando se manifiesta, – escribe Pessoa en torno a ese año de 1929-
no sabe manifestarse,
Sabe mirarla
pero no sabe hablarle.
Cuando se quiere decir lo que se siente
no se sabe qué decir.
Si se habla, parece que se miente,
si se calla, parece que se olvida...»
Viene todo esto a cuento al anunciarse que la biblioteca de Fernando Pessoa se ha digitalizado y es accesible de forma gratuita en la web. Su biblioteca llena de fantasmas atraviesa ahora todos los muros y entra en las pantallas de nuestras habitaciones. Se nos aparece Pessoa tal como se le apareció a Jacques Bonnet cuando compró por quinientos escudos en 1983 y en una librería de Coimbra el único ejemplar del libro de Maria José de Lancastre, «Fernando Pessoa, una fotobiografia«, coeditado en 1981 por la Imprenta Nacional-Casa da Moeda y el Centro de Estudos Pesoanos. Allí estaba esta fotografía. Podemos acercarnos hasta ese mostrador y oir cómo Pessoa nos recita:
«Ella hacía gestos inocentes,
se reía en el fondo de sus ojos.
Pero serpientes invisibles
la hacían pertenecer al mundo…
Sí, eso habría podido ser…»
Sin duda estaba pensando en Ophelia.
(Imágenes:-1.-Pessoa en el bar de Abel Pereira da Fonseca, 1929/ 2.-Pessoa por las calles de Lisboa)