«La hora era temprana; la mañana tibia, apacible y hermosa. Por los ventanales abiertos que dan al sur contemplé distraido el agradable contraste que ofrecían las sombras de mi jardín con el brillo del follaje, tocado por el sol desde un cielo sin nubes.
Yo estaba en paños menores, tendido cuan largo era en el piso de la sala, exhausto después de pasar la noche en vela en el hospital, cumpliendo mis funciones de guardian antiaéreo.
De pronto un resplandor intenso me volvió a la realidad. Las sombras del jardín se desvanecieron. A través de los remolinos de polvo pude apenas distinguir el pilar de madera que sostenía una esquina de mi casa: se estaba inclinando y el techo oscilaba peligrosamente.
Me miré. Tenía todo el lado derecho del cuerpo cubierto de cortes pequeños y lastimaduras, de los que manaba sangre en abundancia. En el cuello se me había incrustado un trozo grande de vidrio que retiré y con la indiferencia de quien sigue bajo los efectos de una impresión desusadamente fuerte concentré toda mi atención en esa herida y en mi mano ensangrentada.
¿Dónde estaría mi mujer?
(…)
Nada quedaba en la ciudad, excepto un puñado de edificios de hormigón armado. En una extensión de muchas hectáreas la ciudad muy bien habría pasado por desierto de no ser por los montones dispersos de ladrillos y tejas..»
Doctor Michihiko Hachiya: «Diario de Hiroshima» (Emecé editores)
(Evocación desde otro 6 de agosto de aquella barbarie)
(Imagen: Nuri Iyem.-Lebriz.com.-Estambul.-artnet)
Dónde estaría mi mujer. Lleno de heridas, en su cuerpo y en lo que puede ver y sentir: una ciudad destruída. Esos momentos terribles en los que uno no puede si no acordarse, un recuerdo terrible, de los seres queridos. Cumplo años en el aniversario de la matanza de Tiannamen. Ese hombre anónimo, parado enfrente del tanque, frenando su avance… esa imagen no me abandonará jamás. Aniversarios vergonzantes y dolorosos. Menos mal los escritores…que nos ayudan a lamer mejor las heridas. Gracias por el post y un gran abrazo, señor Perlado.