CIUDADES EN DESTRUCCIÓN

“ De las casas de las hileras de calles de alrededor — escribía el novelista alemán Hermann Kasack en 1947– sobresalían sólo las fachadas, de forma que mirando oblicuamente por las desnudas filas de ventanas, se podía ver la superficie del cielo. No hay vehículos en ningún lado, y los peatones vagan apáticamente por las calles de escombros como si no sintieran ya lo desolado del entorno. A otros se les podía ver en los edificios de viviendas derrumbadas, despojados de su finalidad, mientras buscaban restos de enseres sepultados, recogían allí un trocito de lata o de alambre entre los cascotes, reunían acá algunas astillas en las bolsas que llevaban al hombro y que parecían cajas de herborista.

Aquí se desplegaban chaquetas y pantalones, cinturones de hebilla plateada, corbatas y pañuelos de colores; allá se habían amontonado zapatos y botas de toda clase, que normalmente se encontraban en un estado francamente dudoso. En otros puestos colgaban de perchas trajes arrugados de diversos tamaños, chaquetas regionales y jubones aldeanos pasados de moda.” Todo este relato de desolación y de desorden lo comenta ampliamente el gran escritor alemán W.G. Sebald en su libro ”Campo Santo”. Han pasado más de setenta años y el espanto de una guerra se repite una vez más con todos sus momentos de desazón. ”La crueldad en la destrucción— decía Kasack en 1947– supera las fuerzas demoníacas. Despegaban mensajeros en bandada de la muerte para arrasar las naves y edificios de la gran ciudad, en proporciones mayores que en ninguna otra guerra asesina, con el éxito y la contundencia del Apocalipsis.”

Y en medio de esas ventanas destrozadas y de rostros que huyen, como hoy en Ucrania, el miedo, el miedo permanente. El miedo, según las reflexiones clásicas, es un sentimiento de impotencia, un verse amenazado por un mal inminente que es más poderoso que nosotros. El miedo se refiere a un mal futuro, al que no se puede resistir (aunque los ucranianos resistan bien), porque supera el poder del que teme. Y los remedios para el miedo son la esperanza, por la que nos dirigimos a los bienes futuros arduos pero posibles ; la audacia o valentía, que nos lleva a afrontar el peligro inminente; y todo aquello que aumente el poder del hombre, como por ejemplo, la experiencia, que hace al hombre más poderoso para obrar.

José Julio Perlado

(Imágenes—1- foto Roman Pilipey- EFE- Irpín- Ucrania/ 2- Ucrania— el país/ 3- ucrania- refugio/ 4- rtve. es)

SEPARACIÓN

“Desde el umbral un hombre está mirando.

No puede ya reconocer la casa.

Como una fuga fue aquella partida

y la devastación dejó sus huellas.

El caos señorea las estancias.

Las lágrimas le impiden darse cuenta

de la extensión de todo aquel desastre

y le aturde una súbita jaqueca.

Desde por la mañana, en los oídos

tiene un rumor. ¿Lo tiene, o bien lo sueña?

Y ¿por qué asalta sin cesar su mente

un recuerdo incansable de las olas?”

(…)

Boris Pasternak — “Separación”

(Imágenes— 1- Arkhangelelskoye/ 2 – Pasternak – getty images hutton archive)

KIEV, ARTE, LITERATURA Y DANZA

Tres momentos sobre Ucrania, tres momentos sobre Kiev:


Por suprematismo -explicaba Kasimir Malevich, nacido en Kiev en 1875–, entiendo la supremacía de la pura sensibilidad en el arte. Cuando en 1913, en mi tentativa desesperada de liberar al arte del peso inútil del objeto, buscaba refugio en la forma del cuadrado y exponía un cuadro que no representaba sino un cuadro negro sobre fondo blanco, la crítica se lamentó y con ella el público, diciendo: ” Todo cuanto amábamos se ha perdido: estamos en un desierto; ante nosotros se alza un cuadrado negro sobre fondo blanco”… El acenso a la cima del arte no figurativo es penoso y lleno de tormento… pero también satisfactorio. Las cosas habituales retroceden cada vez más; a cada paso que se da, los objetos se alejan hasta que, finalmente, el mundo de las nociones habituales, en el que sin embargo vivimos, se deshace completamente. Basta de imágenes de la realidad, basta de representaciones ideales: sólo el desierto. Pero este desierto está penetrado del espíritu de la sensibilidad inobjetiva que lo llena todo.”

De Gógol, nacido en tierras de Ucrania, Nabokov dibuja este retrato: ”el largo pero bien cepillado cabello está partido en el lado izquierdo. El acicalado bigote corona los desagradables labios. La nariz es grande y puntiaguda , en armonía con los angulosos rasgos del rostro. Un sombreado oscuro que recuerda al que solía rodear los ojos de los románticos personajes de las viejas películas cinematográficas confiere a su mirada una expresión hundida y ligeramente ”obsesionada”

En su ”Vida de Nijinsky’’, nacido este gran bailarín en Kiev, Francoise Reiss recordó que ”poseía sus cualidades más sorprendentes por su técnica, por la elevación, por la interpretación, por su facilidad de expresión extraordinaria y por la potencia de su transfiguración escénica. Pero sobre todo por el resultado de su armonía personal y el conocimiento de su oficio, por su gracia y su poder de seducción.”

Tres momentos de Kiev, tres momentos de Ucrania en estos días de guerra.

José Julio Perlado

(Imágenes— 1- Malevich — deportistas -1931- museo estatal ruso- wikipedia/ 2- Gógol- wikipedia/ 3- Malevich – el afilador de cuchillos -1912- yale universty gallery -Wikipedia/ 4- Leon Bakst – Nijinsky ” La siesta de un fauno” – 1912- wikipedia)

LA “COMPRENSIÓN” DE PRIMO LEVI

 


“La necesidad del trabajo bien hecho — confesaba Primo Levi  —es tan fuerte, que empuja a la gente a cumplir su cometido incluso en situaciones de esclavitud. El albañil que me salvó la vida dándome de comer de tapadillo durante seis meses,—decía evocando Auschwitz —,  odiaba a los alemanes, su comida, su lengua, su guerra, pero cuando lo pusieron a levantar paredes, las levantó rectas y sólidas, no por pura obediencia, sino por dignidad profesional.

Sobre mi supervivencia tengo que decir que no hubo regla general, salvo el hecho de haber entrado en el campo en buen estado de salud y sabiendo alemán. Aparte de esto, mandaba la suerte. Vi cómo se salvaban listos y tontos, valientes y cobardes, prudentes y locos. En mi caso, la suerte desempeñó un papel fundamental al menos en dos ocasiones: haciéndome conocer al albañil italiano y permitiendo que cayera enfermo una vez, pero en el momento justo. El pensamiento y la observación fueron también factores de supervivencia para mí. Recuerdo haber vivido mi año de Auschwitz en una condición de plenitud vital. No sé si era por mis antecedentes profesionales, o por una capacidad de resistencia hasta entonces insospechada en mí, o por algún saludable instinto. Nunca dejé de tomar nota del mundo y de la gente que me rodeaba, hasta tal punto que todavía conservo una imagen increíblemente detallada de todo ello. Tenía un intenso deseo de comprender.  Estaba permanentemente poseído de una curiosidad que a algunos, luego, es verdad, no dejó de parecerles cínica: la curiosidad del naturalista que se ve de pronto transplantado a un entorno monstruoso, sí, pero nuevo, monstruosamente nuevo.

 


Viví mi vida en Auschwitz del modo más racional que pude, esforzándome en explicar a los demás, y explicarme a mí mismo, los acontecimientos en que me había visto envuelto, pero sin una definida intención literaria. Mi modelo era el “informe semanal” que generalmente se utiliza en las fábricas : tiene que ser preciso, conciso y estar escrito en un lenguaje que todos los miembros de la jerarquía industrial puedan entender. Y, desde luego, no debe ir escrito en jerga científica. Me he pasado casi treinta años trabajando en una fábrica, y debo reconocer que no hay incompatibilidad entre ser químico y ser escritor.; de hecho, hay una especie de mutuo refuerzo. Pero la vida en una fábrica, sobre todo cuando se es gerente, abarca otras muchas cuestiones, muy alejadas de la química: contratar y despedir obreros; pelearse con el jefe, los clientes, los proveedores; ocuparse de los accidentes; que lo llamen a uno por teléfono, incluso en plena noche, o en mitad de cualquier celebración; lidiar con la burocracia; y muchas otras tareas de esas que le destruyen a uno el alma. Todas estas ocupaciones , en conjunto, son brutalmente incompatibles con la práctica de la literatura, que requiere una cierta tranquilidad  de ánimo. De modo que para mí fue un inmenso alivio cuando alcancé  la edad de la jubilación y pude dejar el trabajo.’

 

 

(Imágenes—1- Cartier Bresson —1945- all art/2- foto Wiener- biblioteca/  3- Dan Mumford)

GUERRA Y LITERATURA

 

ciudades.-5hy.-guerra.-Richard Petersen.-Dresde,--.ataque aérero del 14 de febrero de 1945

 

Releyendo el libro de William L Shirer «Auge y caída del lll Reich», se da uno cuenta de la importancia literaria que tuvo la Segunda Guerra Mundial, como por otra parte la tendrían – y la seguirán teniendo – todas las guerras. El día 1 de septiembre de 1939 penetraban las tropas alemanas por las fronteras de Polonia: «Por la mañana, a la hora del desayuno, – escribe Jünger ese día en su «Diario de guerra y de ocupación» – , el camarero me preguntó, con un gesto significativo, si había oído las noticias del día. Decían que habíamos entrado en Polonia. Durante el día, mientras atendía mis ocupaciones, fui enterándome de las otras nuevas que confirmaban que había estallado la guerra, también con Francia e Inglaterra. Por la noche, breves comunicados, disposiciones, oscurecimiento de la ciudad».

 

guerra-brrg-Werner Bischof- Alemania- mil novecientos cuarenta y cinco

 

Dos días después, el 3 de septiembre, Saint-Exupery era movilizado en Francia. Cuando su avión sobrevuele Arras, ocupada por los alemanes, escribirá en «Piloto de guerra»: «A pesar de los setecientos metros, esperaba. A pesar de los parques de tanques, a pesar del fuego de Arras, esperaba. Esperaba desesperadamente. Retrocedí en mi memoria hasta la infancia, para tener de nuevo el sentimiento de una protección soberana. No hay protección para los hombres. Cuando has llegado a hombre, te dejan ir…»

 

guerra-uuuu-Dessau- mil novecientos cuarenta y cinco- Cartier Bresson

 

«Entre nosotros dos – le escribe a su vez Joseph Roth a su amigo Stefan Zweig en 1934 – se abrirá un abismo mientras usted no haya roto » interiormente» con Alemania. Preferiría que usted combatiera contra ella con todo el peso de su nombre».  Cartas y Diarios se cruzan con ametralladoras y bombas. No solo la literatura dejará testimonio de las guerras sino también las manchas de la pintura, los trazos de Picasso, las extremidades a veces retorcidas de la escultura, los réquiem musicales. Las guerras serán observadas y sufridas por los artistas, los ojos vacíos de los cadáveres quedarán reemplazados por los ojos precisos de

 

guerra-vvffy-Dessau- mil novecientos cuarenta y nueve- Henri Cartier Bresson

 

quienes dan testimonio en cuadernos y en lienzos. Cada uno en su sitio, todos de algún modo darán testimonio, Heinrich Mann y Thomas Mann, Camus,Vercors…; Hemingway vería la liberación de París, otros se embozarían en la ResistenciaHitler no podía imaginar que sus actos de agresión políticos y militares dejarían un rastro literario tan abundante.  Toda guerra los deja. Se abren las cartas, se hojean los Diarios, se sumerge uno en las novelas y allí están la paz y la guerra ensambladas – todas las paces y las guerras, con sus escaramuzas, traiciones y heroísmos dejando la marca literaria en el fluir de la Historia.

 

guerra- vvrty- Dmitry Beliakov

 

(Imágenes.- 1.-Richard Petersen- 1945/ 2.-Werner Bischof- 1945/ 3.-Cartier Bresson- 1949/ 4.- Dmitry Beliakof)

EL SEÑOR SUGIMOTO

guerra-4ffvb-Mircea Suciu

«Fumiyo,

El 6 de agosto, debía de ser cerca del mediodía cuando llegué a lo alto del monte Hijiyama. Me había dado tanta prisa desde que salí de casa de Aiko que casi no había reparado en el estado de la gente con la que me cruzaba ni en el de las calles por las que pasaba. Bordeé la Escuela Femenina de Comercio y subí corriendo aquella colina relativamente elevada en la que había una glorieta. Pensé que ese era el lugar más cercano a la casa de Aiko desde donde se dominaba una vista panorámica. Lo primero que hice fue mirar a la ciudad de Hiroshima. La conmoción fue tan fuerte que no la puedo expresar con palabras. Me quedé literalmente paralizado de miedo. Fumiyo, creo que la imagen que vi en ese momento se me quedará grabada en la memoria para toda la vida.

Hiroshima se había desfigurado por completo en un instante, o más bien en poco

 

guerra.-8jj.-foto Vladimir Lebedev.-melisaki

 

tiempo, porque en realidad ya habían pasado algo más de tres horas desde la ráfaga de luz. El caso es que Hiroshima había dejado de existir en tan solo tres horas. La sexta ciudad más grande de Japón, con una población de cuatrocientos mil habitantes y conocida como «la ciudad del agua» por estar situada sobre los deltas de siete ríos, había desaparecido.

(…)

La casa de los Sugimoto estaba en el barrio situado en la falda oeste del monte Hijiyama. Después del desayuno la señora Sugimoto había salido al huerto de atrás, pero volvió un momento a la cocina a recoger algo. Su marido estaba vestido para salir en breve y, en vez de subir a su despacho, se había quedado leyendo en la mesa baja del salón con tatami. Entonces fue cuando brilló esa especie de relámpago y se oyó como un enorme trueno.

Lo primero que pensó el señor Sugimoto es que habían atacado su casa directamente. Durante unos instantes no pudo ver nada, pero seguía consciente. Podía mover los brazos, pero notaba que algo le oprimía el cuerpo. Al recuperar la

 

guerra-vvyu-Christopher RW Nevinson- Ypres tras el primer bomardeo- mil novecientos diecisesis- The Bridgeman Art Library

 

visión se encontró tendido sobre la mesa en el mismo lugar de la sala, atrapado entre vigas, tablones de madera y pedazos de pared. Se dio cuenta de que lo que le había cegado era el polvo que se había levantado (…) Logró escabullirse retorciendo brazos y piernas, se puso en pie y miró a su alrededor(…) Se dio cuenta de que se había salvado porque estaba en el pequeño espacio que quedaba protegido por la mesa. Consciente ahora del peligro, llamó a su mujer. Estaba sana y salva en la cocina, entre paredes y vigas derrumbadas.

(…) Una vez fuera de la casa, vio que el segundo piso estaba retorcido y hundido hacia el primero, con lo que parecía que toda la casa se hubiera derrumbado(…) La calle por la que pasan los tranvías estaba llena de gente que huía. Algunos corrían de norte a sur y otros en la dirección contraria. A ambos lados de la calle las casas se habían venido abajo sin excepción, y de algunas montañas de escombros se levantaban llamas y humo.

(…) El señor Sugimoto me explicaba su historia con todo detalle, en su peculiar tono tranquilo de conferenciante, como si se tratara de un asunto ajeno y sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor.»

(Carta de Toyofumi Ogura a su esposa Fumiyo.- Hiroshima 25 de noviembre de 1945)
dolor-dcf-llanto- Niccolò dell Arca.- Santuario di Santa Maria della Vita di Bologna

 

(Imágenes.- 1.-Mircea Suciu/ 2.-Vladimir Lebedev/ 3.-Christophe RW Nevinson/ 4.-Niccolò dell Arca-santuario de Santa María della Vita de Bologna)

 

TREN RÁPIDO

trenes.-47gtt.-Paulo Nozolino

«¡Lo fugaz que permanece en las ventanillas!

Caen de mis hombros como hojas los campos,

los  cobertizos y los pueblos entre la maleza;

madres desaparecidas; el país entero,

una tumba repleta de padres; ahora los hijos han crecido

y alardean de la frente roja de los dioses,

desnudos y ebrios de sangre desatada.

trenes.-667nn.-Franco Donaggio

Supura y envía voces mórbidas a la superficie:

¿Dónde lindamos con la dicha? Nosotros, bosquecito,

¡sin águilas, sin venados! Un miserable

florecer que se tiñe apagado en nuestros campos.

trenes.-96hhm.-Rail Magic.-1949.-René Groebli

Grita el corazón: ¡Oh, cabello! ¡Tú, rubio-mujer!

¡Tú, nido! ¡Tú, mano que florecida consuelas!

¡Los anchos campos del abandono!

El rojo del serbal ya tiene sangre.

¡Oh, asísteme! Tanto tanto silencio en los jardines…

trenes-guuui- Saúl Leiter- mil novecientos cuarenta y ocho

Pero lo fugaz que permanece en la ventanilla:

caen de mis hombros como hojas los campos,

padres, y pesares de las colinas y dichas de las colinas:

los hijos crecieron. Los hijos van

desnudos y bajo la aflicción de la sangre desatada:

la frente aurorea a lo lejos una dicha de abismo.»

Gottfried Benn.«Tren rápido» (traducción de Arturo Parada)

guerra.- 433dd.- tren.- Gerd Baatz.- Berlin 1944-1945

(Imágenes.- 1.-Paulo Nozolino/ 2.-Franco Donaggio/ 3.-René Groebli- 1949/ 4.-Saul Leiter– 1948/ 5.- Gerd Baatz. 1944.-pinterest.com)

EL QUE DEBE ( O NO DEBE ) MORIR

Esta imagen de Eddie Adams siempre me ha impresionado. Data del 1 de febrero de 1968 y fue merecedora del Premio Pulitzer en 1969. El hombre que tiene la pistola en la mano es el general Nguyen Ngoc Loan, de la policía survietnamita, y a quien apunta es a un prisionero del Vietcong, segundos antes de ser ejecutado.

Dieciseis años después (cambiando ligeramente la forma de esta imagen pero en absoluto su esencia) escribí en mi novela – «Contramuerte» ( Ediciones B, 1984) -, el diálogo que uno de mis personajes, el profesor Bruno Vial, mantenía  con el protagonista del libro, que así lo relataba:

«No sé en dónde, en alguna parte del cuarto, en sus rodillas, en las mías, o tal vez en la mesa camilla, permanecía abierto el periódico de la mañana con la imagen a que he aludido – y que ahora tengo ante mí -: aquel sombrío fusilamiento en Saigón.

Bruno Vial, cambiando de improviso de tema, como arrebatado de repente por aquella fotografía, la acercó hasta sus lentes de miope tal y como solía hacer, es decir, casi rozando con las gafas el papel y recorriendo con enorme atención la epidermis de todo cuanto veía o leia. Pasó inesperadamente la página hacia atrás. Era el retrato del mismo hombre pero aún sin ejecutar. Sus rasgos descompuestos en primer plano parecían preguntar sin pronunciar palabra, interrogaciòn cubierta por una venda negra cubriéndole los ojos, otra tira de tela estrecha apretándole la boca con tal fuerza que se incrustaba en ella, haciéndole mascar obligatoriamente con los dientes aquella mordaza. Vial daba la impresión de haberse desentendido de mí y sus gruesos cristales se concentraban en aquella imagen como si la palparan con la frialdad del vidrio, pero también la fueran quemando y absorbiendo con el calor de las pupilas al otro lado de los lentes.

– ¿Ha visto? ¿Ha visto usted esto?.- pronunció absorto, sin levantar su cabeza hundida.

No quise pronunciar palabra alguna por no delatarme. Y miré, me acerqué más a Vial, y miré aquella fotografía.

– Este hombre al que se le acaba de decir que va a morir en los próximos minutos – murmuró el profesor como si hablara consigo mismo -, no ha muerto nunca. No sabe qué es morir. (…) Pienso que si antes hubiera muerto este hombre alguna vez – dijo de pronto Vial -, igual que muchas veces ha tenido que sufrir, amar y fracasar, como ha tenido oportunidad de llorar y de reir y de realizar todos los actos de la vida, este rostro que casi no puede verse, tendría ahora una expresión distinta, impensable para mí – prosiguió el profesor lentamente -; para mí -repitió -, para él y para el resto.

Sus gafas le seguían rozando para  observarlo bien.

– Pero este hombre – dijo Vial sin dejar de mirarlo -, como todos los seres, va a morir – esperó – ¿lo ve?, va a morir por primera y última vez – ahora hablaba muy lentamente – No conoce su muerte. Ni siquiera conoce la muerte, sino por cuantas muertes (no suyas), ha llegado él a ser testigo.

Al borde de la página, en otra ilustraciòn, aparecia semiborroso el mismo patio y el condenado, al fondo, sujeto ya, apuntándole.

– Y este grupo de hombres – prosiguió el profesor igual que si palpara los escondrijos de aquella fotografías -, todos los hombres del mundo menos él, aquellos que le van a ejecutar, y quien dará la orden – hizo una pausa -, así como los millares de millones de ojos que estamos observándole a través de la prensa – no levantó la cabeza -: es decir, todos los que no somos él y le contemplamos -gafas y periódico eran casi una misma cosa -, nada sabemos tampoco del morir – guardó silencio -. Es esta «una muerte más» -hablaba con enorme lentitud -, estampido, fogonazo, caída: inmovivildad perpetua – aguardó -, pero no es la esencia de la muerte.

Por primera vez el profesor irguió un poco sus lentes y, dejando el periódico abierto entre los dos pero sin atenderme, miró ( o yo creí que miraba) hacia un punto indefinido de la habitación: como continuando el soliloquio.

– ¿Quién puede comprender tal esencia?

Era como si se interrogara a sí mismo y hablara en un aula extraña, que respetase su pregunta y su indagación.

– Únicamente aquellos que ya han muerto, suponiendo que la conserven consigo tal y como en vida se guardan esencias y vivencias.

Estaba absolutamente concentrado.

– Ninguno de los que han muerto, ha revelado sin embargo esa esencia al resto.- Una pausa – ¿La conservan? -nueva pausa – ¿Guardan los muertos esa lección única de su propio morir? – movió ligeramente la cabeza: yo estaba seguro de que él se sentía solo en la habitación -. Nada se sabe – dijo con tremenda lentitud -. Nada se comunica a los hombres con vida.

Yo creí que iba a proseguir, pero de improviso volvió a la imagen del periódico.

– Por ello, estas miradas y sentimientos, las reacciones escondidas que contemplamos, esa «muerte del otro» – se quedó clavado ante la fotografía del condenado oriental – ¿qué aportan en el fondo de sí y definitivamente?  – ya su mente parecía disparar desencadenadamente las preguntas, igual que si ametrallase a aquel hombre -. ¿Cómo definir certeramente lo que sentimos en la hondura, si este morir al que asistimos es «uno más», y nunca es el «nuestro»?».

Contramuerte«, págs 42-44)

Sí, siempre me ha impresionado esta fotografía.

El que debe ( o no debe ) morir.

Y por supuesto, nunca morir así.

(Imagen:- foto: Eddie Adams.-1 de febrero 1968.- Premio Pulitzer 1969)

DIARIOS DE GUERRA


«Esta noche he soñado que pasaban escuadrillas de aviones sobre la casa – escribe Ernst Jünger el 10 de mayo de 1940 -. Por la mañana, en el campo de tiro me enteré de que realmente había habido mucho movimiento en el aire. Se trataba de transportes de tropas con destino a Holanda y Bégica. Con esto la guerra entrará sin duda en una fase crítica, sin que, por otra parte, pueda calcularse todavía cuánto va a durar«.

Es un viernes ese día de mayo. El día anterior Hitler había autorizado la eutanasia con efectos retroactivos a septiembre de 1939, y ese mismo día 10 tiene lugar una ofensiva general de los ejércitos alemanes que ocupan los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo.

Ese viernes redacta su Diario el gran escritor alemán Jünger y ese viernes también toma notas en su Diario el gran escritor francés Julien Gracq del que más de una vez he hablado en Mi Siglo. Los dos avanzan en sus «Diarios de guerra«. Las bombas y los faros nocturnos abriendo abanicos en busca de aviones no impiden esa letra minuciosa en cuadernos- testigo, un silencio de plumas rasgadas bajo la barbarie.

Ahora se publican en Francia, en Editions Corti, los «Manuscritos de guerra» de Gracq, y la escritura de este lugarteniente francés de treinta años desconoce naturalmente que hay otro escritor alemán de cuarenta y cinco años que ese día, quizás a la misma hora, anota los desastres de la guerra. Gracq irá contando el camino zigzagueante de los soldados borrachos, hambrientos y embrutecidos, puesto que la intendencia no consigue seguir las maniobras incoherentes de un comandante desfallecido, y Jünger, por su parte, trazará en su Diario el arco de las batallas y de las resistencias, las confidencias de un espíritu que va guiando a su pluma. «Este «Diario«-dirá el 18 de noviembre de 1941 – se refiere siempre únicamente a una capa determinada de acontecimientos que tienen lugar en las esferas espiritual y física. Lo que nos preocupa en lo más hondo de nuestro ser se escapa a la comunicación y hasta a la propia percepción» («Diario de guerra y de ocupación«) (Plaza-Janés)

La guerra- igual que la enfermedad o la soledad – busca su refugio como tema inmediato entre las páginas de muchos Diarios. Como analiza de modo excelente Michèle Leleu en su estudio sobre los Diarios íntimos, las confesiones volcadas en estos cuadernos de guerra ponen todo su esfuerzo en intentar evadirse de una situación extrema y a la vez procuran defender el recinto de una intimidad. Todo cuanto atenta desde el exterior a la libertad del pensamiento es protegido con palabras y frases de sincera escritura. Ana Frank, Hans Carossa, Theodor Haecker, Jünger, ahora Gracq y tantos otros bajan al sótano de las confesiones personales y allí, bajo el estruendo de las bombas y estremecidos por el paso rítmico de los invasores, procuran buscar su yo tantas veces perdido y al conquistarlo de nuevo encontrar en un cuaderno muchas veces una denuncia, otras un desahogo y en ocasiones la paz.

(Imágenes:-1- Jonathan Wolstenholme.- thomerama/ 2.-estudio de manos.-1506 –Alberto  Durero)

LAS GUERRAS

Las guerras han marcado las fotografías,

las guerras han cambiado el rostro de los niños,las guerras han dado otro semblante a las ciudades,

las guerras han teñido las pinturas,

las guerras han adiestrado a tiradores,

Las guerras han excavado catacumbas,

las guerras han devastado habitaciones,

las guerras han agudizado el hambre,

las guerras han entrado en los museos,

las guerras han violentado los cuerpos, Las guerras, siempre, siempre las guerras.

(Imágenes:-1- Cartier Bresson.-1945.-all-art-org/2-foto André Fromont.-2010/3- vista aérea de Edinmburgo.-1920.- Alfred G. Buckham.-cortesía de Richard y John Buckhan.-National Gallery/4.- Norman Basil Town.-1915.1987.-Peter Nahum.-Leicestergalleries-Online Galleries/5.-Norman Basil Town.-refugio en Inglaterra.-1944-Leicestergalleries-Online Galleries/.-6.- David Douglas Duncan.-all-art.org/7.- foto Rando Mizra.- Galería Sfeir- Beirut.-artnet/8-Giulio Di Sturco.- cortesía de Sony World Photography/ 9.- Brittan Miller.-noche de destrozos.- Alemania 1946.- Museo de la Guerra de Canadá/ 10-Luiz Vasconcelos.-Brasil.-Jornal A Critica Zuma Press.-World Press Photo 2008/ 11.- foto David Guttenfelder.-The New York Times)

TODOS ERAN MIS HIJOS

«¿Qué habrías hecho  – le preguntó Josh Greenfeld para The New York Times Magazine en 1972 a Arthur Millersi «Todos eran mis hijos» no hubiera tenido éxito?»- Y el dramaturgo contestó: » No tengo ni idea. Probablemente. habría seguido adelante a pesar de todo. También puede que no lo hubiera hecho, porque soy capaz de hacer un montón de cosas. Por ejemplo, habría trabajado de carpintero. Un buen carpintero gana hoy en día más que el noventa y cinco por ciento de los miembros del gremio de autores«. Pero no era la carpintería tradicional sino la carpintería de sus obras la que más llamaba la atención a Miller: estudiar la técnica del teatro, profundizar en las actitudes sociales, en los procesos de solidaridad y de culpabilidad humanas, en los conflictos polarizados en catarsis. «Me encanta – confesaba– alterar la estructura dramática y darla forma de nuevo. Y me gusta actuar mientras escribo. Quiero decir que yo soy todo el elenco, interpreto todos los papeles. (…)  Me gusta sentarme allí, cambiar una línea y ver cómo se produce una explosión que no habría existido si esa línea no se hubiera cambiado».  En «Todos eran mis hijos» – ahora celebrada una vez más en los escenarios de Madrid – se presenta el caso de un fabricante responsable de la pérdida de una serie de aviones y de vidas por haberles suministrado material defectuoso: el microcosmos de una familia que se enriqueció con la guerra  despreciando las vidas humanas. Como se ha recordado en la Historia del Teatro esta obra, galardonada por el Círculo de Críticos de Nueva York,  muestra cómo los valores están falseados y adulterados, la regla no es amar al prójimo sino despojarle y en el centro de esa situación la idea de que nadie puede hacer personalmente responsable de un delito al protagonista porque este delito ha adquirido ya carta de naturaleza entre la gente civilizada.

Elia Kazan dirigió esta pieza teatral en 1947 y Miller en su autobiografía «Vueltas al tiempo» (Tusquets) cuenta que aquel hombre bajo y macizo dejaba que los actores fuesen ellos mismos durante la representación y recurría más a las insinuaciones que a las órdenes, se retiraba con cada actor respetándole mucho, dejando que se entusiasmara con sus propios descubrimienntos, sonriendo casi siempre y diciéndole lo menos posible. El idilio al sol en la pequeña ciudad que aquí aparece se nubla pronto con las entrelazadas tensiones y es su esencia trágica la que perdura. Cuando treinta años después, en 1977, Arthur Miller fue a Jerusalén y vio allí una representación de su obra tenía a su derecha al presidente de Israel, Ephraim Katzir, y a su izquierda al primer ministro, Yitzhak Rabin. Cuenta Miller que» los aplausos al final de la representación no parecieron disipar la cualidad casi religiosa de la atención dispensada por el público y pregunté a Rabin a qué pensaba que se debía aquello. «A un problema que sufrimos en Israel: los jóvenes están en el frente, mueren en el aire y en tierra, mientras que los que se quedan amasan grandes fortunas».

Hay un teatro que atraviesa siempre las épocas. Conmueve en 1947, conmueve en 1977 y conmueve en 2010, más de sesenta años después. Es el teatro que tantas veces pone en pie a la vida.

(Imágenes:- 1.-Arthur Miller.-amer-lit-puritain- texbook wikispace/2.-Elia Kazan.-elpais.com/ 3.-Tenesse Williams, Elia Kazan y Arthur Miller.-elmundo.es)



ÁRBOL DE ANA FRANK

«El día de Pentecostés, cuando hacía tanto calor, me esforcé en permanecer despierta hasta las once y media, para contemplar a solas, por una vez, la luna, a través de la ventana abierta…Por primera vez desde hacía un año, frente a frente con la noche, estaba bajo el imperio de su encanto. Después de esto, mi deseo de  volver a vivir un momento semejante podía más que el miedo a los ladrones, a las ratas y a la oscuridad… A muchos les parece hermosa la naturaleza, muchos pasan a veces la noche al raso; los que están en las cárceles y en los hospitales aguardan el día en que podrán volver a gozar del aire libre; pero hay pocos que estén, como nosotros, recluidos y aislados, con su nostalgia, de lo que es accesible a los pobres igual que a los ricos.

Contemplar el cielo, las nubes, la luna y las estrellas me tranquiliza y me devuelve la esperanza, y esto no es, ciertamente,  imaginación. Es un remedio mucho mejor que la valeriana y el bromuro. La naturaleza me hace humilde y me prepara a soportar con valor todos los golpes.

(…)

Mientras la humanidad, sin excepción, no haya experimentado una gran metamorfosis, la guerra seguirá haciendo estragos; las reconstrucciones, las tierras cultivadas, serán destruidas de nuevo, y a la humanidad no le quedará más remedio que volver a comenzar».

Ana Frank: «Diario»

(pequeña evocación el día en que se ha derrumbado el árbol que ella veía desde su escondite. «No hacer ruido: es la consigna» – escribió en su «Diario» -: prohibido toser, prohibido moverse. Sentada durante horas permanecía envuelta en una manta para no ser descubierta.

Hoy es el ruido el que ha acompañado al temporal en Ámsterdan)

(Imagen: elpais)

6 DE AGOSTO DE 1945 (2)

«Entonces cortó el cielo un resplandor tremendo. El señor Tanimoto recuerda con precisión que viajaba de este a oeste, de la ciudad a las colinas. Parecía una lámina de sol. Tanto él como el señor Matsuo reaccionaron con terror, y ambos tuvieron tiempo de reaccionar (pues estaban a 3.200 metros del centro de la explosión). El señor Matsuo subió corriendo las escaleras, entró en su casa y se lanzó de cabeza entre los bultos de sábanas. El señor Tanimoto dio cuatro o cinco pasos y se arrojó entre dos rocas grandes del jardín. Se dio un fuerte golpe en el estómago con una de ellas. Como tenía la cara contra la piedra, no vio lo que sucedió después. Sintió una presión repentina, y entonces le cayeron encima astillas y trozos de tablas y fragmentos de teja. No escuchó rugido alguno. (Casi nadie en Hiroshima recuerda haber oído nada cuando cayó la bomba. Pero un pescador que estaba en su sampán, muy cerca de Tsuzu en el mar Interior, el hombre con quien vivían la suegra y la cuñada del señor Tanimoto, vio el resplandor y oyó una explosión tremenda. Estaba a treinta y dos kilómetros de Hiroshima, pero el estruendo fue mayor que cuando los B-29 atacaron Iwakuni, a no más de ocho kilómetros de allí.)

(…)

Lo primero que vio en la calle el señor Tanimoto fue un escuadrón de soldados que habían estado escarbando en la ladera opuesta, haciendo uno de los mil refugios en los cuales los japoneses se proponían resistir la invasión, colina a colina, vida a vida, los soldados salían del hoyo, y la sangre brotaba de sus cabezas, de sus pechos, de sus espaldas. Estaban callados y aturdidos.

Bajo lo que parecía ser una nube de polvo del lugar, el día se hizo más y más oscuro.

(…)

La señora  Nakamura estaba de pie, mirando a su vecino, cuando todo brilló con el blanco más blanco que jamás hubiera visto. No se dio cuenta de lo ocurrido a su vecino; los reflejos de madre empezaron a empujarla hacia sus hijos. Había dado un paso (la casa estaba a 1.234 metros del centro de la explosión) cuando algo la levantó y la mandó como volando al cuarto vecino, sobre la plataforma de dormir, seguida de partes de su casa.

Trozos de madera le llovieron encima cuando cayó al piso, y una lluvia de tejas la aporreó; todo se volvió oscuro, porque había quedado sepultada. Los escombros no la enterraron profundamente. Se levantó y logró liberarse. Escuchó a un niño que gritaba: !Mamá, ayúdame!», y vio a Myeko, la menor – tenía cinco años – enterrada hasta el pecho e incapaz de moverse. Al avanzar hacia ella, abriéndose paso a manotazos frenéticos, la señora Nakamura se dio cuenta de que no veía ni escuchaba a sus otros niños».

John Hersey.-«Hiroshima» (Turner)

La bomba fue  lanzada a 9.750 m y tardó 57 segundos en caer hasta la altura donde detonó automáticamente. La nube resultante se elevó 18 kilómetros en el cielo. La explosión inicial mató a 70.000 personas. A finales de 1945 se calculó que un número igual de personas había muerto por efecto de la radiación.

El año pasado en Mi Siglo recordé el acontecimiento. En la placidez del verano es conveniente no olvidar aquella barbarie.

(Imágenes-1–Alberto Sughi.-2008.-artnet/2.-Hiroshima tras el bombardeo.-wikipedia)

«LA CINTA BLANCA»

Las guerras nacen en el cerebro. También en el corazón. Del corazón salen los homicidios, los malos sentimientos, las venganzas, los rencores, los odios. «Y cuando estaban en el campo, Caín se alzó contra su hermano Abel, y lo mató«, dice el Génesis. Y cuando estaban a la vera del río, uno de los niños arrojó al otro al agua intentando matarlo.

 Se ve perfectamente la «pequeña guerra»  – Rilke hablaba de la «pequeña muerte» – en la película de Haneke.

«La envidia es caries de los huesos» – recuerdan los ProverbiosEl propenso a la ira comete necedades y el malicioso se hace odioso» Las guerras nacen siempre en el cerebro.

 También en el corazón.

La pequeña guerra suele esconderse en los ojos de los rostros.

Luego, la guerra – aún pequeña – se eleva entre las llamas de los asaltos.

Después la guerra – ya más amplia – se extiende en la humareda de las trincheras.

Al fin la guerra es disparada por la boca del cañón acribillando 100.ooo víctimas en Tokio en 1945, sin contar Hiroshima y Nagasaki, que provocaron 200.ooo muertos. En Vietnam la guerra – sólo entre víctimas civiles -, 365.000 muertos.

La guerra deja las botas tendidas en la muerte, suelas marcadas de vidas. En Japón, la guerra – sin contar las bombas atómicas -300.000 civiles muertos sólo en 1945.

La guerra aplasta la inocencia.

La guerra tiñe el cielo de rojo.

Pero la guerra – la «pequeña guerra», esa simiente de la guerra perpetua – empieza en el campo, junto al río. «Y cuando estaban en el campo, Caín se alzó contra su hermano Abel, y lo mató«.

La guerra empieza siempre en el cerebro.

También en el corazón. 

También en cualquier lugar de la mente.

También en cualquier lugar de una habitación.

(Imágenes:-1,2, 3, 4 y 10.- «La cinta blanca» de Haneke/ 5.-foto Frank Hurley.-Francia 1918.-flickr/ 6.-foto Yakov Khalip .-1937.-artnet/ 7.-foto Paolo Ventura.-The New York Times/ 8.-foto Tyler Hiks.-The New York Times/9.-Rudy Ernst.-2001.-artnet)

UN HOMBRE COMO UN NIÑO DORMIDO

 

niños.-sueño.-ZZ66.-por He Zubin.-2007.-Art Space.-Virginia Miller Galleries.-Coral Gables, Miami, USA.-artnet«Las flores los jardines los surtidores las sonrisas

Y la dulzura de vivir

Un hombre está ahí en el suelo y se baña en su sangre

Los recuerdos las flores los surtidores los jardines

Y los sueños infantiles

Un hombre está ahí en el suelo como un fardo sangrante

Las flores los surtidores los jardines los recuerdos

Y la dulzura de vivir

Un hombre está ahí en el suelo como un niño dormido.

Jacques Prévert: «El fusilado»

(Imagen.-He Zubin.-2007.-Artspace/ Virginia Miller Galleries.- Miami.-Florida.-USA.-artnet)

6 DE AGOSTO DE 1945

llorar.-446k.-por Nuri Iyem.-Lebriz.com.-Estambul.-Vorderer Orient.-artnet

«La hora era temprana; la mañana tibia, apacible y hermosa. Por los ventanales abiertos que dan al sur contemplé distraido el agradable contraste que ofrecían las sombras de mi jardín con el brillo del follaje, tocado por el sol desde un cielo sin nubes.

Yo estaba en paños menores, tendido cuan largo era en el piso de la sala, exhausto después de pasar la noche en vela en el hospital, cumpliendo mis funciones de guardian antiaéreo.

De pronto un resplandor intenso me volvió a la realidad. Las sombras del jardín se desvanecieron. A través de los remolinos de polvo pude apenas distinguir el pilar de madera que sostenía una esquina de mi casa: se estaba inclinando y el techo oscilaba peligrosamente.

Me miré. Tenía todo el lado derecho del cuerpo cubierto de cortes pequeños y lastimaduras, de los que manaba sangre en abundancia. En el cuello se me había incrustado un trozo grande de vidrio que retiré y con la indiferencia de quien sigue bajo los efectos de una impresión desusadamente fuerte concentré toda mi atención en esa herida y en mi mano ensangrentada.

¿Dónde estaría mi mujer?

(…)

Nada quedaba en la ciudad, excepto un puñado de edificios de hormigón armado. En una extensión de muchas hectáreas la ciudad muy bien habría pasado por desierto de no ser por los montones dispersos de ladrillos y tejas..»

Doctor Michihiko Hachiya: «Diario de Hiroshima» (Emecé editores)

(Evocación desde otro 6 de agosto de aquella barbarie)

(Imagen: Nuri Iyem.-Lebriz.com.-Estambul.-artnet)