
“Deduzco — nos dijo esta mañana Sherlock Holmes paseando ante nuestra tertulia — que esto debe ser la eternidad porque aquí no hay crímenes”. Había estado indagando por debajo de las nubes, levantando los colchones de las nubes, mirando al trasluz, como despreocupadamente, hilos sueltos que parecían caídos del aire, debían de ser, según dijo Holmes, cabellos del aire que se habían desprendido del viento, aún no sabía bien qué, los observaba por si le revelaban algo, alguna pista, el indicio del indicio de una posible deducción, iba pensando en todo esto mientras paseaba y miraba de reojo a unos Geminis sentados en nuestra tertulia, a un Raymond Carver, a John Cheever, a Dashiell Hammett, a Lorca, a Wagner, a Dante y a Chesterton entre muchos otros, todos ellos tan Geminis como él, que Conan Doyle le había hecho Geminis sin preguntarle nada, y allí estaba, echando de menos su casa de Baker Street con la sala de estar llena de productos químicos por todas partes, las reliquias criminales en la despensa, las cartas sin contestar fijadas con una navaja en la repisa de la chimenea y sobre todo el sofá, “Yo deduzco — nos decía Holmes hoy en la tertulia — que esto es la eternidad porque aquí no hay sofás”—, el sofá donde él se tumbaba a veces en silencio sin decir palabra desde la mañana a la noche para superar sus crisis depresivas, a veces rascando las cuerdas de un violín que tenía, pero fijándose mucho en los detalles de todos los demás, en las uñas y el calzado y las rodilleras de los pantalones o en los puños de las camisas, porque, decía Holmes, todo eso son indicios que revelan no sólo a un Geminis sino a cualquier persona del mundo.

“A mí me desconciertan un poco los Geminis, lo confieso — decía Holmes paseando hoy en la tertulia — porque aunque yo no sea un experto en ello, un Geminis suele ser símbolo de la dualidad, pueden ser intelectuales, sí, pero también son volubles y en general poseen buen entendimiento, tienen gran habilidad para vivir una doble vida y a veces su persona es emocionalmente fría. Se ha dicho que de las dos naturalezas que tienen los Geminis una es blanca y otra negra, una crea y otra mata, pueden ser el médico pero también el enfermo, se ha dicho también que hay un “Geminis celeste” que muestra lo perfecto y un “Geminis terrestre” que muestra la escisión. Le suelen gustar las contradicciones, lo blanco, por ejemplo, que tiende hacia lo negro, la noche que quiere transformarse en día, el malo que aspira a la bondad. Se ha dicho igualmente que podría representarse por el reloj de arena que gira sobre sí mismo para poder mantener su movimiento interior gracias al paso de la arena por el agujerito interior.”

¡Se han dicho tantas cosas de los Geminis!, dijo Holmes mientras seguía paseando y nos miraba. Cuando yo iba por el campo en tiempos anteriores y veía, por ejemplo, un águila bicéfala, que alguna sí he visto, me recordaba de algún modo a ciertos Geminis, a las tesis y las antítesis, al amor y al odio, a la alabanza y a los insultos, a la claridad y a la oscuridad. A veces un Geminis está lleno de paradojas. Hay que observarlo, hay que fijarse en sus detalles, los detalles en las personas revelan mucho. De ahí deduzco, porque están ustedes muy callados y me siguen escuchando, que les interesa a ustedes esta tertulia”. Y se sentó.
José Julio Perlado
(del libro “Relámpagos”) (relato inédito)
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