
“Cuando alguna vez había oído decir— escribe Mercé Rododera en “La Plaza del diamante” —: esta persona es como de corcho, no sabía lo que querían decir. Para mí, el corcho era un tapón. Si no entraba en la botella después de haberla destapado, lo afilaba con un cuchillo. !Como si hicieses punta a un lápiz. Y el corcho chirriaba. Y costaba de cortar, como no era ni duro ni blando. Y por fin entendí lo que querían decir cuando decían que una persona era de corcho… porque yo era de corcho.No porque fuese de corcho sino porque me hice de corcho y el corazón de nieve. Tuve que hacerme de corcho para poder seguir adelante, porque sí en vez de ser de corcho con el corazón de nieve hubiese sido como antes, de carne que cuando la pellizcas te hace daño, no hubiera podido pasar por un puente tan alto y tan largo(…)c
( Imagen — sir Terry Frost)