“Hammett tenía estilo, pero sus lectores no lo sabían, porque escribía en una lengua que no se suponía fuera capaz de tales refinamientos — decía Raymond Chandler en “El simple acto de matar”—. Pensaban que se habían metido de lleno en un buen melodrama sustancioso, escrito en una especie de jerigonza que imaginaban que ellos mismos hablaban. En cierto modo era eso, pero era mucho más. Toda lengua empieza con la palabra, y además con la palabra de la gente corriente, pero cuando se desarrolla hasta llegar a ser un; medio literario, sólo le queda un parecido lejano con la palabra. Creo que este estilo, que no pertenece ni a Hammett ni a nadie, salvo al idioma norteamericano ( y ni siquiera exclusivamente a éste): puede expresar cosas que él mismo no sabía cómo expresar, ni siquiera sabía que sentía necesidad de expresar. En sus manos no desembocaba en dobles sentidos, no dejaba eco, no evocaba sombras detrás de la pantalla.
Se dice de Hammett que carecía de corazón, y sin embargo la historia que estimaba más suya cuenta la dedicación de un hombre a su amigo. Era ahorrador, frugal, duro, pero hizo una y otra vez, lo que sólo los mejores escritores pueden hacer. Escribir escenas que parecen no haberse escrito nunca antes.
Asi y todo, no echó por tierra la novela policiaca formal. Y él demostró que la novela policiaca podía ser una obra importante. “El halcón maltés” puede ser, o no, una obra genial, pero un género capaz de esto no es’ por hipótesis’ incapaz de cualquier cosa. Cuando una novela policiaca es tan buena como ésta, sólo un pedante negaría que “podría’ ser aún mejor.’
(Imágenes — 1- Hammett/ 2- Raymond Chandler)