Las masas de turistas que hoy echamos tanto en falta por salas de los museos y en muchos otros sitios — porque supone perder millones de ingresos en todos los países — ,tuvieron una primera historia polémica y rodeada de críticas a mediados del siglo XlX, cuando empezó la invasión de las gentes. El novelista irlandés Charles Lever, que entonces residía en Italia, lanzó un tremendo ataque sobre el nuevo descubrimiento de tales masas. “Parece ser — escribía en el “ Blackwood Magazine” en 1865 —que un emprendedor sin escrúpulos ha ideado el proyecto de conducir a unas cuarenta o cincuenta personas, sin distinción de edad o sexo, de Londres a Nápoles y vuelta, por una suma establecida. El proyecto es un éxito y hay ciudades de Italia que están inundadas por una multitud de estas criaturas, porque nunca se separan, y se las ve, de cuarenta en cuarenta, desparramándose por las calles con su director — ahora al frente, ahora en retaguardia —, rodeando al grupo como perro pastor, y en realidad todo el proceso no puede ser más parecido al pastoreo. Ya me he encontrado con tres rebaños y nunca había visto nada tan grosero; los hombres, en su mayoría ancianos, sombríos, con aire triste, obviamente aburridos y cansados; las mujeres algo más jóvenes, mareadas y arrugadas del viaje (…) Les digo expresamente que será casi imposible vivir en el extranjero si este flujo prosigue; porque no es solo que Inglaterra nos inunde con todo aquello que es de baja educación, vulgar y ridículo, sino que estas personas, desde el momento en que se ponen en camino, consideran a todos los países extranjeros y a sus habitantes como algo sobre lo que tienen derecho adquirido. Han pagado por el continente y están determinados a obtener el valor de su dinero”.
Hoy todas esas masas que no nos llegan a nosotros nos han dejado un vacío.
(Imágenes— 1- Valeriy Belenikin/ 2-William Heick- 1948)