EL SILENCIO DE LAS HABITACIONES

 

“Estoy en la habitación silenciosa de una casa heredada, entre un montón de objetos tranquilos, sedentarios, y oír fuera, en el jardín ligero y de un verde luminoso, los primeros páridos que ensayan su canto, y, a lo lejos, las campanadas del reloj del pueblo. (…) ¡Oh, silencio de la escalera!  Silencio de las estancias contiguas, silencio de lo alto del techo. Oh, madre ; tú, la única que alteraste ese silencio, antaño en la infancia.  La que carga con él, y decía : no temas, soy yo. La que tiene el valor, en plena noche, de ser ese silencio para quien tiene miedo, para quien querría que la tierra se lo tragara de tanto miedo como tiene. Enciendes una vela y te conviertes en ese ruido. (…) Y entonces se hizo el silencio. Un silencio como cuando cesa un dolor. Un silencio extrañamente palpable, que producía comezón, como si sanara una herida. No se puede describir cómo era aquel silencio; hay que haberlo vivido”, escribe Rilke en “Los cuadernos de Malte Laurids Brigge”.

¡ Cuánto se ha escrito sobre el silencio y su compañía!

 

(Imágenes—1-Stanislaw  Yulianovich zhukovskyov / 2- Edward Lamson Henry)